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Noticia
Voy y vuelvo | Centros Felicidad, obras que se convierten en causas
La Alcaldía Mayor de Bogotá inauguró el Centro de Felicidad de Chapinero.
Al evento asistieron del gabinete distrital encabezados por el alcalde Carlos F. Galán Foto: Secretaría de Cultura
No recuerdo cuándo fue la última vez que se habló en positivo de una obra pública en Bogotá. Tal vez algún parque de Peñalosa o algún centro para atención de mujeres de Claudia López. O quizás algún colegio oficial. Con algo de resonancia. Esta vez quisiera referirme a la más reciente: el Centro Felicidad de Chapinero.
Centro de Felicidad Chapinero, a unas cuadras del centro Andino Foto:Alcaldía de Bogotá
Sobre sus bondades se ha dicho bastante. Es una estructura de diez pisos en el corazón de uno de los lugares más exclusivos de la ciudad: calle 82 con carrera 11. Cada piso se diseñó para un fin específico: una biblioteca, una sala de cine, una piscina, un lugar para actividades lúdicas, todo un parque vertical enmarcado por plantas naturales. Un espacio de encuentro, sin duda.
Su capacidad es para seis mil personas que pueden acceder de forma gratuita. Y como todos los Cefes que se han inaugurado en Bogotá, el de Chapinero quiere convertirse en una excusa para disfrutar, aprender, compartir, salir de la rutina, mejorar la calidad de vida y, por supuesto, ser felices.
"Los recursos públicos bien invertidos son recursos que generan confianza y empatía con el gobierno que las lleva a cabo. Pero también porque generan sentido de pertenencia con la ciudad, algo que hemos extraviado".
Todos los adjetivos sobre las bondades que ofrecen los Centros Felicidad son acertados. Y debe ser motivo de orgullo para los bogotanos, que vemos cómo los recursos públicos bien invertidos son recursos que generan confianza y empatía con el gobierno que las lleva a cabo. Pero también porque generan sentido de pertenencia con la ciudad, algo que, al menos en Bogotá, hemos extraviado en los últimos años. Basta ver cómo hemos permitido que se invadan espacios públicos, proliferen basuras o ignoremos mínimas normas de convivencia y tolerancia. El desfile de motos sobre un puente peatonal es apenas una muestra de ello.
Pero volvamos a lo amable. El Cefe de Chapinero se concibió durante la istración del alcalde Enrique Peñalosa, hombre obsesionado con construir ciudades para que quienes las habitan sean felices. Lo cual no es un tema menor. Según Oppenheimer, en su último libro, Cómo salir del pozo, la felicidad se ha convertido desde hace tiempo en tema de análisis y estudio por parte de connotadas universidades que han concluido que la felicidad puede garantizar la estabilidad de una sociedad. Países serios y desarrollados han creado, incluso, ministerios de felicidad.
El centro en mención quedó diseñado y adjudicado para su construcción. Y aunque hubo críticas al comienzo, que nunca faltan, la obra quedó andando. Luego vino Claudia López, que le dio continuidad a los trabajos y apropió los recursos para tal fin. A Carlos Fernando Galán le correspondió concluirlo y entregarlo. No hubo mezquindad. Ni diferencias ideológicas. Que cada quien reclame su parte, al final lo que cuenta es el resultado.
Laboratorio co-creación en el CEFE Chapinero Foto:Nicolás Díaz / EL TIEMPO
El otro punto clave es cómo se financió y se pagó la obra. Fue con valorización, la tan vapuleada contribución que ha ayudado a construir media ciudad. Pero cuya figura se ha estigmatizado por cuenta de otros proyectos que no corrieron con la misma suerte del Cefe de Chapinero. Los retrasos en este proyecto fueron mínimos. La adición de recursos estuvo entre lo normal. No hubo demandas. Los cinco Cefes que se han entregado en Bogotá están cambiando vidas sin que lo notemos. Porque las buenas noticias poco venden. Lo propio podría decirse de las manzanas del cuidado o la Bogotá sin hambre del exalcalde Garzón.
Al tema de los Cefes ayudó una visión política, el compromiso de los gobernantes, la confianza ciudadana, la responsabilidad de quienes los ejecutaron y una comunidad vigilante.
Es el mismo ánimo que uno quisiera ver en todas y cada una de las obras que se ejecutan en Bogotá. Así se construye ciudad. Porque los Centros Felicidad se convirtieron en una causa que es de todos, y cuando se tiene clara la causa, hay que ir por ella y defenderla juntos. Es la misma causa que debe congregarnos para sacar adelante la primera y segunda línea del metro, para apostar por una mejor seguridad, una mejor disposición de los recursos, una mejor calidad de vida para todos, sin distingo de estrato social.
Biblioteca del Deporte de Biblored en CEFE Chapinero Foto:Nicolás Díaz / EL TIEMPO
Y claro que es posible. No en vano nuestra capital fue seleccionada esta semana como la que más se acerca a la ciudad de los 15 minutos gracias a su cobertura en servicios públicos. Causa común es lo que estamos haciendo para ahorrar agua o para denunciar a los que se parquean mal. Causa común es lo que deberíamos hacer para dedicar tiempo al voluntariado y ayudar a limpiar fachadas, sembrar árboles, cuidar humedales, ayudar a otro, solucionar los conflictos a las buenas o denunciar el crimen presente en nuestras comunidades.
Quizás esté ocurriendo que el excesivo despliegue al Centro Felicidad de Chapinero ha opacado muchas otras obras que seguramente le han cambiado la cara a Bogotá. Pero que sirva esta referencia de los Cefe para demostrar que sí puede haber perfección allí donde seguramente siempre hemos visto derrota.
No recuerdo cuándo fue la última vez que se habló en positivo de una obra pública en Bogotá. Tal vez algún parque de Peñalosa o algún centro para atención de mujeres de Claudia López. O quizás algún colegio oficial. Con algo de resonancia. Esta vez quisiera referirme a la más reciente: el Centro Felicidad de Chapinero.