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Opinión
Bicis de motor: no se pudo / Voy y vuelvo
Las bicicletas de motor están prohibidas, y mucho más las hechizas. Son artefactos improvisados, que usan como tanque de gasolina una botella plástica. Una bomba de tiempo rodante.
Estas bicicletas no pueden transitar sobre las aceras o andenes de la ciudad. Foto: Milton Díaz. Archivo EL TIEMPO
Bogotá puede hacer todos los esfuerzos que quiera por ser una mejor ciudad. Puede construir más ciclorrutas, mejorar sus vías, recuperar parques, generar más espacios culturales y hasta poner a rodar el metro. Pero, en paralelo, parecieran irse reproduciendo acciones que atentan contra todo eso.
Es como dar dos pasos adelante y uno atrás. Me explico: cuando la ciudad ya tiene una de las flotas de transporte público más limpias de América Latina, cuando ha logrado llegar a los 600 kilómetros de vías para andar en cicla, cuando presenta buenos indicadores en materia de turismo y ha mantenido su referente de ciudad gastronómica y multicultural, en paralelo han pelechado el caos en el uso del espacio público, la matonería de los motociclistas, la extorsión al comercio, la intolerancia y el desaseo.
Y lo peor de todo es que cuando un mal florece, sus raíces se incrustan de tal manera que después es difícil erradicarlo.
Caso concreto es el de la proliferación de bicicletas de motor. Que se han convertido en una pesadilla para los ciudadanos, para la movilidad, para el comercio y para la seguridad vial.
Desde que las plataformas se dieron cuenta de que la velocidad con que se entrega un pedido es la clave, comenzaron a ‘premiar’ a aquellos que prestaran el servicio más rápido. Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO
Las bicicletas de motor están prohibidas. Y mucho más las hechizas que vemos rodar por las calles. Son artefactos improvisados, que usan como tanque de gasolina una botella plástica, es decir, una bomba de tiempo rodante.
Son ruidosas, imprudentes, conducidas por matones que han ocasionado varios accidentes. No respetan señales, andan orondas por la ciclorruta, por el andén, por el parque infantil. Y todo bajo la mirada de una autoridad que no actúa, unos empresarios cómplices y una ciudadanía indiferente. Sí, porque todos somos cómplices de este mal llamado ‘servicio’ impuesto por las plataformas y los domiciliarios.
Vean ustedes cómo funciona este círculo nada virtuoso: anteriormente era normal que los domiciliarios anduvieran en bicicleta, pero desde que las plataformas se dieron cuenta de que la velocidad con que se entrega un pedido es la clave –pues así lo decían los clientes (es decir, nosotros)– comenzaron a ‘premiar’ a aquellos que prestaran el servicio más rápido y, obviamente, solo había dos formas de hacerlo: en moto o en bici con motor. Y entonces ambos modelos empezaron a coexistir y hoy los más imprudentes de la vía, me atrevo a decir, son los repartidores que andan en moto o en bicicleta con motor. Júzguenlo ustedes con solo asomarse a la calle.
Pero claro, cuando se trata de establecer responsabilidades, nadie tiene la culpa. Los señores de las plataformas dicen que solo subcontratan el servicio, es decir, no tienen nada que ver con que sea en moto o en bici-moto. Y al cliente (nosotros) solo le importa que la comida o el servicio llegue rápido porque es lo que más valora.
Tampoco le importa si para ello la ciudad se vuelve un infierno. Y a los domiciliarios, que como es natural lo que quieren son más pedidos y mejorar sus ingresos, les es indiferente si para ello tienen que arriesgar sus vidas y las de otros.
Pero todo esto tiene consecuencias. Un estudio de la Universidad de los Andes, hecho con ayuda de la plataforma de georreferenciación de datos abiertos de Bogotá, el año pasado, reveló cómo los repartidores de la plataforma más popular de domicilios que existe en Bogotá se habían visto involucrados en cerca de 13.000 siniestros viales entre 2015 y 2023, en localidades como Usaquén, Chapinero, Kennedy y Fontibón. Y repito, hablamos solo de los domiciliarios de una plataforma.
Estos mismos domiciliarios dijeron que debían trabajar con el estrés que les producen la empresa y los clientes. Reconocen que pocas veces usan elementos de protección personal porque, según ellos, no tienen ningún incentivo para hacerlo. Y más del 74 por ciento de las personas que utilizan sus servicios (nosotros) ignoran los riesgos que una de estas personas asume al querer entregar un pedido lo antes posible.
No se trata de desconocer su trabajo. Ni de atacar a las plataformas. Pero hay muchos jóvenes que han quedado con secuelas de por vida y muchos ciudadanos que han sufrido incidentes con estas personas dado el descontrol con el que funcionan. Las bicicletas de motor deben desaparecer, por contaminantes, peligrosas y porque las prohíbe la ley. ¿Por qué cuesta tanto trabajo atender esto?