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'La Mona', la única pescadora que lucha a diario en el mar Caribe
Todos los días navega por Bocas de Ceniza, desembocadura del río Magdalena, un zona peligrosa.
Pescadora Angelica de la Cruz en Puerto Mocho Foto: Vanexa Romero/EL TIEMPO
Han pasado cinco años de aquel día en que Angélica Cifuentes luchó con toda la fuerza de su existencia para sacar del mar un sábalo más grande que ella.
Recuerda que fue una lucha tenaz. No podía dejarlo escapar, era el momento esperado de largas faenas de sol y brisas en las turbulentas aguas de Bocas de Cenizas, desembocadura del río Magdalena en el Mar Caribe.
Necesitó el apoyo de tres curtidos pescadores para vencer a ese monstruo marino y subirlo al bote. El sábalo midió 1,57 metros y pesó 57 kilos, por el que le pagaron poco más de 800 mil pesos.
“Le juro que era más grande que yo”, cuenta la mujer, que desde hace 15 años se gana la vida como pescadora en esta zona del Caribe colombiano, una de las más peligrosas por la fuerza de la brisa y el oleaje que permanente sacude el lugar.
En ese sector donde el río da cuchilladas al mar –como reza en el himno de Barranquilla– hay profundidades de entre 20 y 30 metros, las olas pueden llegan a cuatro metros de altura y las brisas alcanzan hasta los 70 kilómetros por hora. Estos fenómenos atmosféricos han provocado que embarcaciones mercantes encallen allí.
Pescadora Angelica de la Cruz en Puerto Mocho Foto:Vanexa Romero/EL TIEMPO
Y esta zona es la que Cifuentes desafía todos los días en su lucha por sobrevivir. Ella tiene 50 años y es madre de dos hijos. Proviene de una familia de pescadores, tradición que se remonta a su bisabuelo, abuelo y padre.
“Cuando me separé del papá de mis hijos, hace 15 años, no vi otra opción que meterme a la pesca. Es algo que llevo en la sangre y por eso vi un camino para sacar adelante a mi familia”, dice esta mujer robusta, de mano firme, mirada y ojos despiertos, a quien los pescadores y amigos la llaman ‘La Mona’.
En los pueblos de la costa del Caribe es común escuchar que la pesca es un oficio de hombres, por las exigencias físicas que demandan esas faenas.
Sin embargo, Angélica Cifuentes realiza el mismo trabajo que sus compañeros, con la misma destreza, en largas jornadas contra el sol, la brisa, la salinidad marina, y arrastra los mismos pesares, sueños y anhelos que un viejo lobo de mar.
Ella es la única mujer entre no menos de 100 pescadores de Puerto Mocho y el tajamar occidental, que todos los días salen un bote a luchar en las aguas bravas de Bocas de Ceniza.
Pescadora Angelica de la Cruz en Puerto Mocho Foto:Vanexa Romero/EL TIEMPO
“Me gusta la adrenalina”, sostiene al explicar que tiene un socio, al que lo llaman ‘El Mono’, con quien compró la lancha y el equipo de pesca. “No le tengo miedo al mar; al río, sí, pero por la contaminación”, dice.
Poco antes que el alba sorprenda a Barranquilla, ‘La Mona’ ya está zarpando de Puerto Mocho con su compañero. Navegan mar adentro, a unas dos millas de Bocas de Ceniza. “Cada día toca ir más lejos para encontrar pescado, pereciera que los espantaron”, comenta.
De esta zona sacan chivo, cojinúa, róbalo, sábalo, sable y jurel, que venden a los restaurantes y casetas localizadas en las playas de Puerto Mocho y en el barrio Las Flores.
Después del medio día es peligroso, suben las olas y las brisas es más fuertes. El que no esté a la una de la tarde toca ir a buscarlo
La faena puede durar entre seis y siete horas. Es decir a las 12 del día ya están de regreso.
“Después del medio día es peligroso, suben las olas y las brisas es más fuertes. El que no esté a la una de la tarde toca ir a buscarlo, de seguro se varó por falta de gasolina o daño en el motor de la lancha”, explica.
Por eso entre los trasmallos, carretes de nailon, anzuelos, tanques de plástico, lleva un palo de escoba con un trapo negro, que es el que alerta a los otros pescadores cuando algo está mal.
“Una vez el motor se nos dañó y quedamos a la deriva: el mar nos arrastró lejos. Le pedía a Dios que me dejara criar a mis hijos, que toda vía no me podía llevar. Estaba muy asustada, cuando de repente una ola grande nos sacó y pudimos llegar la orilla”.
Una líder social
Angélica vive en un rancho construido con latas, retazos de madera, y techo de zinc, entre una comunidad de pescadores asentados en la segunda playa de Puerto Mocho.
Este es uno de los rincones más sorprendentes y hermosos de Barranquilla.
Está ubicado a un costado del tajamar occidental, esa larga columna de rocas y tierra de ocho kilómetros, desde donde se aprecia el mar, el río Magdalena y la ciénaga de Mallorquín.
“Tenemos un ecosistema como pocos en Colombia, y eso atrae a muchos turistas, profesores y estudiantes de universidades, a quienes les prestamos el servicio como guías turísticos”, señala.
Pescadora Angelica de la Cruz en Puerto Mocho Foto:Vanexa Romero/EL TIEMPO
Para prestar este servicio de guías, ella y un grupo de pescadores se organizaron y realizaron un curso de operador turístico en el Sena. ‘La Mona’ ya tenía certificación con la Dimar para manejar lanchas.
Esto la ha convertido en una líder entre los pescadores, con quienes fundó la Asociación Estur, que trabaja en acciones enfocadas a fortalecer la pesca, y han encontrado nuevas oportunidades de negocio con la enseñanza y acompañamiento a los turistas que recorren la zona de la desembocadura del río.
“Los turistas llegan a la asociación con ganas de ir a pescar. Quieren que les enseñemos, y también que les hagamos un recorrido por toda la ciénaga para conocer la majestuosidad de sus paisajes”, explica.
El proyecto llamó la atención de Cormagdalena, Findeter, la European Dredging Company –contratista de la draga que trabaja en el canal de a la Zona Portuaria de Barranquilla– y HMV Ingenieros Ltda, interventora de ese contrato, cuando se reunieron para definir las iniciativas que apoyarían a través del programa social para mejoramiento de la calidad de vida de los pescadores.
Como resultado, la asociación de ‘La Mona’ fue seleccionada entre los 349 beneficiados por este programa en el barrio Las Flores.
Recibieron motobombas y trasmallos nuevos para seguir con su tarea de transformar el sector pesquero.
El día del grado de operadores turísticos del Sena Atlántico. Foto:Cortesía Angélica Cifuentes
La asociación también ha tenido apoyos de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunp), que les entregó una lancha con motor fuera de borda.
Ahora siguen pendientes del proyecto de recuperación de Puerto Mocho, que anunció el alcalde de Barranquilla Jaime Pumarejo, y que escuchan en la prensa, pero que aseguran hasta el momento no les han contado nada. “Ojalá y nos tengan en cuenta”, dice.
Por lo pronto sigue soñando con aquel día cuando luchó contra ese sábalo, que era más grande que ella.
Todos los días sale a enfrentarse contra el mar, quisiera encontrar otro igual, pero pareciera que se acabaron los sábalos gigantes, porque en Bocas de Ceniza, por lo menos a su bote, no se han vuelto acercar.