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En Semana Santa buscan guacas en Titiribí, Antioquia
La búsqueda la hacen los Jueves y Viernes Santo con varitas cortadas de un helecho.
Sergio Ignacio Montoya buscando una guaca durante la Semana Santa de 2007. Foto: Javier Agudelo
La creencia se fundamenta en la riqueza que tuvo el pueblo por el descubrimiento de las minas de El Zancudo, al finalizar la última década del siglo XVIII, que atrajo a miles de personas de Antioquia y Europa. Con la explotación minera se dio la fundación de Sitio Viejo, lugar donde se originó el municipio.
Según los pobladores, las minas de El Zancudo tenían 4.000 trabajadores y producía oro por cantidades. Tuvieron 145 años de actividad productiva. Incluso, esas minas tenían banco propio y billete.
El 17 de abril de 1825 se trasladó el caserío de los mineros hacia donde está el pueblo en la actualidad. Meses más adelante se construyó la iglesia, de la que se cree que está cimentada sobre oro. Como allí no había banco, la gente acostumbraba a enterrar sus partencias más valiosas en las paredes de sus casas, solares o riberas de quebradas.
Al terminar las explotaciones de El Zancudo, el caserío fue decayendo y las actividades agrícolas vinieron a reemplazar con el tiempo las remesas portentosas de los metales preciosos.
Las varitas son fundamentales en esta búsqueda. Foto:Javier Agudelo
Las varitas mágicas
Montoya emprende las expediciones con dos amigos, porque la tradición recomienda que las exploraciones se tienen que hacer con un número de personas impar, acompañados de las varitas y de un detector de metales.
"He encontrado entierros comunes y, lo más valioso, ha sido el hallazgo de unas monedas que los titiribiseños llamamos esterlinas. Estas monedas existían en la época pasada y eran de oro", recuerda.
Pero este hallazgo resultó un fiasco porque después de dedicarle mucho tiempo, otra persona se aprovechó de un viaje suyo a Medellín y se llevó las monedas.
En Domingo Santo del 2000, Montoya se encontraba explorando, junto con dos amigos, los cafetales de la vereda La margarita.
Estaban allí porque la gente decía que cerca de un cafetal se sentían quejidos, "que alguien arrastraba cuero". Esa era la clase de situaciones que buscaban para poder hallar entierros, pues según la creencia eso significa que un ánima se encontraba por allí y con ella su tesoro.
He encontrado entierros comunes y, lo más valioso, ha sido el hallazgo de unas monedas que los titiribiseños llamamos esterlinas.
Ese día hallaron un lugar donde la tierra no era maciza, comenzaron a excavar y encontraron unos restos humanos. Sacaron los despojos, los echaron en una bolsa y los sepultaron en un cementerio. Pero no encontraron ningún ni oro, ni reliquias, ni nada.
"También he tenido experiencias con las guacas. Se encuentran en cementerios indígenas. En la Semana Mayor del 2002, estábamos con unos compañeros en un sitio llamado La Peña, muy cerca de la 'Piedra del Indio' y hallamos unos 32 hundidos (deformaciones de la tierra). Nos encontramos a los 4 metros con un trompo macizo, era como una cerámica precolombina. También encontramos partes talladas a mano", cuenta.
Durante su oficio como caza tesoros ha visto muchas luces, por lo general, a la medianoche de esos días santos.
"He encontrado entierros comunes y, lo más valioso, ha sido el hallazgo de unas monedas que los titiribiseños llamamos esterlinas. Eran de la época pasada", recuerda.
Para esta Semana Santa, se prepara junto con Carlos Pérez, su amigo de primaria, para buscar en dos partes.
La primera es una casa antigua que queda a dos cuadras del parque principal. Sus moradores dicen que todas las noches se escuchan murmullos y platos que se quiebran. La segunda es a dos cuadras de la iglesia, en una pequeña quebrada de la que se dice que llega un ánima, una anciana que arrastra un cajón.
Los cazadores de tesoros ya han estado allí y sintieron su presencia, por eso se alistarán con las varitas, el detector de metales y mucha paciencia a esperar a que se haga el milagrito y esta vez sí encuentren un buen botín.