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Esto fue lo que le pasó a Medellín con el metro elevado por el centro

Contrastes se muestran por debate en cambios de metro de Bogotá y estudio para soterrar en Medellín.

Así se vive el día a día en los bajos del metro en el centro de Medellín

Así se vive el día a día en los bajos del metro en el centro de Medellín Foto: Jaiver Nieto / EL TIEMPO

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Aguacates, bananos, mangos, camisetas, bluyines, licuadoras, grabadoras, radios, llaves, destornilladores, controles, zapatos sucios, creepy, gramo, barberos, almuerzos a 2.500, a 3.000, a 4.000 y 5.000 pesos, películas porno y hasta lo que no se alcanza a ver se pueden encontrar en un tramo de los ‘bajos del metro’ en el centro de Medellín.
Es un mercado a cielo abierto de 'checherecheros' —entre la estación Prado y la Plaza Botero— protegido en parte por el viaducto de la vía férrea y dividido por secciones: las frutas, la ropa, las herramientas, la comida, las peluquerías.
En menos de 5 metros de adoquines se extiende la mercancía y se negocian los precios. Los comerciantes hablan entre sí, otros se entretienen en su celular; una mujer ve televisión en el suelo, mientras huele un tarrito de sacol, y los clientes esquivan todo tipo de chécheres para poder caminar.
Los venteros informales no siempre estuvieron allí. Hace poco menos de 9 años, la Alcaldía de Medellín derribó el ‘bazar de Los Puentes’, un mercado popular que tenía unos 403 locales y que fue señalado de ser un expendio de estupefacientes en 2014.
Así se vive el día a día en los bajos del metro en el centro de Medellín

Así se vive el día a día en los bajos del metro en el centro de Medellín Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO

‘Checherecheros’

En su momento se prometió que allí se iba a construir una estación de integración con la línea 2 de Metroplús, pero eso nunca sucedió. Hace poco, también, se aseguró que allí, sobre el deprimido de la Oriental, donde estaba el bazar, se levantaría una placa deportiva, pero aún no ha pasado nada.
Marta Cecila, que ronda los 60 años, asegura que ellos, los ‘checherecheros’, no dejaron construir la cancha “porque eso es de nosotros”. Desde que la sacaron del bazar trabaja al sol y al agua en un costado del andén bajo el metro. Las ventas allí son mejores, afirma, pero prefiere estar donde antes.
Llega a las 6 de la mañana y lo primero que hace es limpiar su pedazo. Los habitantes de calle duermen allí en las noches y dejan excrementos y orines. Su jefe es Dios, dice, pero se va cuando quiere, por lo general, antes del anochecer.
Si un día no desea bajar desde su casa en Juan XXIII, en la comuna 13, no hay nadie que la reprenda. Tiene tres bicicletas y, a veces, baja y sube pedaleando al trabajo, pero ahora una está pinchada; la otra, sin frenos, y la tercera tiene mala la cadena.
En un periodo de 15 minutos llegan a su puesto —que ya está asignado y demarcado— dos recuperadores. Uno ofrece muñecos viejos y el otro unas cuantas prendas de vestir. No les compra nada. "Ya traen las bolsas abiertas, eso es que otros lo vieron y no se quedaron con eso". Dice que tiene quién le surta cada 20 días.
"Acá uno siempre se hace plata, unos días más que otros, pero siempre hay", comenta la vendedora.
En los últimos días, el tramo que ocupan los venteros del bazar se hizo famoso en medio de la discusión por un posible cambio en el tipo de metro que tendrá Bogotá y un estudio —propuesto por el alcalde Daniel Quintero y respaldado por el presidente Gustavo Petro— para analizar la viabilidad de soterrar parte de la línea A de Medellín en su paso por el centro.

Las intervenciones

Expertos consultados por EL TIEMPO calificaron la idea de soterrar como un “gasto innecesario”, si se tiene en cuenta que la región aún paga la millonaria deuda del metro y actualmente el área metropolitana tiene un déficit para expandir su red multimodal de transporte público.
Sobre el viaducto, Andrés Díez, experto de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos, aseguró que: “Hay muchas técnicas urbanísticas para que se integre de manera adecuada a la ciudad. Hay partes donde se ve un paisaje distinto, donde se ha utilizado vegetación, se han propiciado espacios comerciales, redes camineras y ciclorrutas".
Pero esas intervenciones —que también son sociales, culturales, económicas y políticas— no se han adelantado, por ejemplo, en el sector del bazar de Los Puentes.
"Hay una falta de gobernabilidad e implementación, que las secretarías trabajen por el desarrollo económico, en planes de acompañamiento y que haya seguridad. El metro le dejó a la ciudad unas condiciones particulares que no han sido favorables y que han llevado a una apropiación indebida en el espacio público en esta zona", explicó el experto en urbanismo Carlos Puerta.
El espacio público debe ser istrado, porque allí sucede todo: lo cívico, la identidad cultural, los espacios de encuentro y las oportunidades económicas
El arquitecto fue el ganador de un concurso que adelantó la istración municipal, en 2014, para diseñar la renovación del espacio público en un tramo de la carrera Bolívar, justo abajo del viaducto del metro en el centro.
La transformación de la zona se materializó en 2018 cuando la alcaldía entregó la peatonalización entre La Alpujarra y la Plaza Botero, con 56.000 metros cuadrados de espacio público y una inversión de más de 33.000 millones de pesos.
Hoy ese tramo es un pasaje peatonal que fue acondicionado con árboles, bancas, algunos puestos de comida callejera, un solo carril para el paso de vehículos y una ciclorruta que requiere algo de paciencia y astucia para pedalear por ella. Por partes, cuenta con incontables negocios de ropa en donde los vendedores informales buscan su sustento diario.
Puerta señala que, con este tipo de intervenciones, “el espacio público debe ser istrado, porque allí sucede todo: lo cívico, la identidad cultural, los espacios de encuentro y las oportunidades económicas”.
Por eso se debe entender desde una perspectiva integral que analice y entienda los fenómenos particulares que allí suceden y sobre todo en un país como Colombia donde la informalidad laboral supera el 50 por ciento.
Renovación del paseo Bolívar en Medellín.

Renovación del paseo Bolívar en Medellín. Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO

El metro no iba para el centro

El tramo elevado del metro en la Línea A inicia en la estación Caribe, al norte, y llega hasta Industriales, en el sur. Son, en total, unos 6 kilómetros de vía férrea que atraviesan el centro, una de las zonas clave de Medellín.
Son 8 estaciones de metro elevado —incluyendo Cisneros, de la Linea B— y ningún sector es idéntico a otro. Hay sitios en los que ni la Policía parece asomar.
Todos tienen sus cualidades, atractivos y problemas. Ni siquiera las vigas, aunque aparenten serlo, son iguales. Unas están adornadas con murales de pájaros, otras con fotos de bomberas, otras tienen jardineras y unas más hablan: dicen que el aporte voluntario por escuchar una canción de un artista callejero pasó de 500 a 2.000 pesos en 20 años, o algo así.
Hay que decir que, originalmente, el metro no iba a pasar por el centro de la ciudad, pero la junta directiva de la empresa decidió —seis días después de firmar el acta de inicio de obras, en mayo de 1985— notificar al contratista hispano-alemán sobre el cambio en el trazado. Para algunos, siempre se ha visto como la gran cicatriz que le quedó al centro.
Construcción

Construcción Foto:Archivo EL TIEMPO

El otro lado del comercio

En la parte 'central' de los bajos del metro los olores se confunden en el aire. Arepa de chócolo, maduros, tinto, sandía, mango, chicha venezolana, donas, betún, ropa nueva, plástico y basura.
Todo esto sucede en el kilómetro que hay entre las estaciones San Antonio y Parque Berrío, quizás las más importantes del sistema y por donde hay mayor movimiento de personas y comercio en los bajos.
Allí también hay turistas, que se detienen al frente del famoso Málaga, salón de tangos, boleros, café y tertulia, para fotografiar la fachada de uno de los testigos de esa transformación de la carrera Bolívar, una de las más tradicionales de la capital de Antioquia.
Sus dueños han sorteado todo tipo de adversidades en más de 65 años de historia y hoy sigue siendo uno de los referentes de lo que se llama 'los bajos del metro', en ese tramo central.
Sus alrededores se han mantenido libres de vendedores ambulantes y de habitantes de calle, pero no precisamente por la gestión pública. Un empresario del sector cuenta que la asociación de comerciantes de la zona paga vigilancia privada y cámaras de seguridad para garantizar el orden.
Patricia Palacio, directora istrativa de Corbolivar, la corporación de 52 comerciantes que comprende dos manzanas de ‘los bajos del metro’, explica que desde hace 23 años han desarrollado estrategias de seguridad, ornato, limpieza y zonas verdes para mantener un territorio agradable y tranquilo para la comunidad que visita el lugar.
"Nos ha tocado ser los veedores del territorio. Vemos que hay corresponsabilidad de todos y tenemos ganas de mostrar esa ciudad que es bonita y que trabaja conjuntamente. Este trabajo colectivo debería de ser ejemplo para el resto de la ciudad", apuntó Palacio.
el Salón Málaga se ofreció para ser el establecimiento piloto de apertura de este tipo negocios en el país, donde se pondrían en práctica las condiciones que deberán tener los bares o lugares de entretenimiento o esparcimiento en Colombia.

el Salón Málaga se ofreció para ser el establecimiento piloto de apertura de este tipo negocios en el país, donde se pondrían en práctica las condiciones que deberán tener los bares o lugares de entretenimiento o esparcimiento en Colombia. Foto:Esneyder Gutiérrez Cardona

'No dejan trabajar'

No sucede lo mismo cerca al Parque Berrío, donde la realidad cambia casi que por completo. Allí se juntan decenas de comerciantes, que en estructuras móviles cuelgan los tenis ‘Nike’, las camisetas ‘Adidas’, las gorras beisboleras, los enterizos, las ombligueras, las medidas, los bóxers y las tangas que tienen para la venta. Todo nuevo, triple A.
Hasta los que tienen local en toda la mitad de la calle buscan cómo expandir sus vitrinas. En un negocio de cobijas se cuelga mercancía en ventanas y puertas.
Eso sí, no todos pueden trabajar allí, solo lo hacen quienes tienen el permiso de espacio público. Por eso, algunos venteros informales se la pasan todo el día moviendo sus carritos de un lado a otro, huyendo de los regaños de los funcionarios.
"Es muy triste eso", comenta Karina. Ella vende helados, chicles, cigarrillos y gaseosas —con permiso— en un paradero de buses que van para San Cristóbal desde hace 26 años. Su hija tiene un puesto de pijamas, pero en teoría, no puede estar allí, aunque se lo permiten a medias, por ahora, mientras estudia para ser agente de tránsito.
"Yo no le recomiendo a ella la calle, es muy duro, hay que aguantar el humo de los carros todo el día, el sol y la lluvia. Es mejor que estudie", dice la mujer.
El carrito de helados no es de ella, lo tiene que liquidar, por eso, aunque llega a las 10 de la mañana al paradero, desde más temprano empieza su jornada. Y se va entre 7 y 8 de la noche, pero la puerta de su casa en Santo Domingo la atraviesa después de las 10, luego de devolver lo que no vendió.
Hay días en que se va en ceros, pero aún así tiene que pagar los 5.000 pesos diarios que le cobran para guardar su neverita y el carro de la hija. Vive del día a día, por eso, a veces tiene que escoger entre comprar una libra de arroz o pagar el pasaje de regreso.
Así se vive el día a día en los bajos del metro en el centro de Medellín

Así se vive el día a día en los bajos del metro en el centro de Medellín Foto:Jaiver Nieto / EL TIEMPO

Una cuadra más adelante, un cuarentón venezolano empuja su ‘carrito’. Segundos antes, alguien del espacio público lo estaba reprochando. -No dejan trabajar, se quejó.
Llegó hace tan solo un mes a Medellín, es fisioterapeuta y está tramitando papeles, cuenta. Mientras tanto, le toca rebuscarse la vida vendiendo medias y ropa interior por todo Bolívar. Empieza a mitad de la mañana y se queda hasta las 7 de la noche. Dice que por la tarde es cuando más vende.
Por el cerramiento que hizo la alcaldía de Quintero a la Plaza de Botero —y que ha sido cuestionado por unos y alabado por otros— los controles en ‘los bajos’ por parte de los funcionarios de espacio público y de la Policía se han intensificado.
En uno de los extremos de la Plaza y afuera de las vallas que delimitan el ingreso, duerme un habitante de calle. Estaba envuelto en una colcha cuando dos patrulleros en moto lo hicieron parar. Al final, cruzó la calle y ahora está acostado contra un muro del Nutibara.
'Los bajos del metro' se convirtieron en una ‘sombrilla’, como le llaman algunos, para los habitantes de Medellín. Este tramo de los bajos del metro, es el lugar donde no viven muchos, pero se vive de todo.
SEBASTIÁN CARVAJAL BOLÍVAR
CORRESPONSAL EL TIEMPO MEDELLÍN
EN TWITTER: [email protected]

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