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Doctor joven, gracias por todo lo que me ha enseñado

Líder de la Fundación Mi Sangre cuenta su experiencia con jóvenes de entre 16 y 17.

La Fundación Mi Sangre, una organización sin ánimo de lucro, fue creada por el cantante paisa Juanes.

La Fundación Mi Sangre, una organización sin ánimo de lucro, fue creada por el cantante paisa Juanes. Foto: Fundación Mi Sangre

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EDITOR DE BOGOTÁActualizado:

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Cuando hace siete años me trasladé a Colombia, pensé que iba a aprender sobre la complejidad de los conflictos armados. Pero, casi una década después, imaginen mi sorpresa al descubrir que la gran lección que voy a llevar conmigo cuando me vaya no es sobre el conflicto sino sobre la paz, y que en realidad mis grandes maestros sobre este tema son los jóvenes colombianos.
Cuando empecé a trabajar con la Fundación Mi Sangre, cometí el mismo error de muchos, no solo de Colombia sino de todo el mundo. A pesar de ser joven, tenía 28 años en ese momento, inconscientemente fue fácil generalizar y agrupar a todos los niños, niñas y jóvenes en una de estas tres categorías polarizadas: ser víctima, agresor o pasivo.
Nunca olvidaré el momento en el que esta falsa creencia desapareció de mi mundo por completo. En el 2014 tuve el privilegio de liderar un proyecto de Mi Sangre para el componente juvenil del Foro Urbano Mundial de ONU Hábitat. Trabajamos con cientos de jóvenes de todo Medellín con el reto de impactar la ciudad de manera positiva.
Al final de las sesiones de cocreación, los jóvenes de 16 y 17 años nos leyeron su manifiesto para entregar al alcalde de Medellín, a la prensa internacional y nacional, palabras que aún hacen eco en mi corazón: “Somos jóvenes. No somos cifras. Somos millones de oportunidades. Somos sueños, pasión, impulso, acción. Somos el presente de las historias que estamos escribiendo. Entendemos que venimos de una historia dolorosa. Entendemos que nuestra ciudad ha venido trabajando para reinventarse y mejorar. Sin embargo, aún nos quedan grandes retos (…) Los jóvenes somos capaces de transformar nuestra realidad y ser parte activa en la toma de decisiones. Por eso nos comprometemos a generar un cambio, creando conciencia social a través de pequeñas acciones cotidianas. Afirmamos un compromiso. No permitiremos que la injusticia y la indiferencia se vuelvan paisaje ante nuestros ojos. Somos jóvenes, y el mundo también”.
Esas no son las palabras de víctimas, ni victimarios ni de apáticos. En cualquier idioma eso se traduce como el valiente clamor de leones.
Desde entonces, las palabras que los jóvenes plasmaron se han ido transformando en realidad, no solo en Colombia sino alrededor del mundo. En 2015, las Naciones Unidas emitieron la resolución 2250, la cual reconoce el papel fundamental que los jóvenes juegan en la construcción de paz.
Los jóvenes somos capaces de transformar nuestra realidad y ser parte activa en la toma de decisiones
En el 2016, los jóvenes de Colombia lideraron el movimiento Paz A La Calle, asegurando que voces plurales fueran escuchadas en los debates sobre el acuerdo de paz entre las Farc y el Gobierno.
En 2018, los jóvenes de Estados Unidos protestaron contra el uso innecesario de armas con March for Our Lives, para nombrar algunos de los innumerables casos ocurridos alrededor del globo en los que los jóvenes han estado reclamando su papel como actores centrales en la política, sociedad civil y movimientos sociales. A diferencia de muchos adultos –a pesar de que la juventud de Colombia nunca ha sabido cómo es vivir en un país en paz–, la mayoría de los que conocí en mi trabajo con la Fundación Mi Sangre saben que vivir en paz es su derecho.
Es más: creen firmemente que ellos son capaces de resolver problemas como el conflicto, los legados de otra generación, desafíos en los que otros han fracasado. Como lo expresó una joven lideresa de Urabá, “no nos vamos a quedar en la problemática. Queremos salir adelante y dar soluciones. Mostrarle a la gente que si los adultos no fueron capaces, nosotros estamos haciendo lo posible por resolverlo, porque lo que viene es para nosotros”.
¿Arrogancia juvenil? ¿Ingenuidad? No lo crean. Después de todo, quién mejor que una nueva generación para pensar en nuevas soluciones para los retos que está enfrentando el mundo.
Cuando Mi Sangre pregunta a los jóvenes cómo construir la paz, las respuestas son tan diversas como la misma población juvenil. Con tan pocos recursos –como los 150.000 pesos brindados por la organización, mediante un fondo semilla, a equipos juveniles participantes de nuestros procesos–, 13.000 jóvenes han liderado más de 600 pequeñas iniciativas de cambio en su calle, barrio y ciudad para construir paz.
Entendiendo la construcción de paz de forma coherente con sus iniciativas, podemos entender que se vea reflejado en actos como sembrar árboles, votar, pintar escuelas, liderar ciclorrutas en zonas ambientales en riesgo, hacer obras teatrales para la población mayor, organizar partidos de fútbol entre niñas, recoger basura con mula donde las camionetas de basura no llegan, dar abrazos en la calle, establecer Plataformas Juveniles en municipios y realizar pícnics entre vecinos.
La mayoría de las acciones juveniles son breves, pues duran entre un día y una semana. Estimamos que las 600 activaciones han logrado llegar a alrededor de 30.000 personas en zonas rurales y urbanas. Mirado desde esta perspectiva, lo que a primera vista parece un grano de arena, juzgado por unos como insignificante, en realidad es una ola de cambio. A pesar de vivir en situaciones de vulnerabilidad, pobreza e inequidad extrema y ser ellos mismos víctimas del conflicto armado u otras formas de violencia, los jóvenes están ejerciendo su poder transformador, logrando grandes cambios con lo poco que tienen.
No solo la gente de Colombia, sino también nosotros, de otros países, debemos mirar hacia los jóvenes como referentes, para beneficiarnos de sus experiencias y gran conocimiento. Con gratitud reconozco todo lo que me han dejado. Me han enseñado que la paz no es una sola estrategia. Son miles de pequeñas acciones entre familia, amigos, comunidad, el medioambiente, de lo que cada uno de nosotros llevamos dentro. He aprendido que a pesar de que la paz es tan compleja como el conflicto, merecemos la oportunidad de vivirla en todas sus formas. Aprendí que para nosotros que ya no somos jóvenes, porque en algún momento tenemos que cruzar la línea, nuestro trabajo no es dar a los jóvenes una voz. Porque la tienen. Es facilitar su camino con oportunidades, recursos y espacios que tenemos a disposición.
Cuando me siento baja de ánimo, los días que necesito llenarme de esperanza, siempre me vienen las palabras sonoras de los jóvenes de Medellín y me digo a mí misma: ‘no permitiré que la indiferencia se vuelva paisaje ante mis ojos’. Por estas lecciones, maestros, les agradezco.
ARIEL SAFDIE*
* Especialista en desarrollo internacional
y líder de Planeación y Desarrollo de la Fundación Mi Sangre. Lleva siete años trabajando en Colombia por los derechos de niños, niñas y jóvenes en ONG de Medellín.

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