En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

Suscríbete
Disfruta de los beneficios de El Tiempo
SUSCRÍBETE CLUB VIVAMOS

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. Verificar Correo

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión

Terremoto de Armenia, historia 1

El día en el que rugió la tierra y un barrio completo se vino abajo

Por Miguel Ángel Espinosa Borrero
Redacción Nación - EL TIEMPO

Sandra Milena y su hermana menor sobrevivieron a la tragedia que enlutó a Armenia. Vivieron en cambuches para defender su barrio y en la actualidad viven juntas en el sector.

Cada vez que Sandra Milena Restrepo Buitrago se cruzaba con su madre en su vivienda, ubicada en el barrio Brasilia Nueva, sur de Armenia, se repetían una frase: “Hoy te veo y en cinco minutos no te vuelvo a ver”.

La última vez que intercambiaron esa cómplice frase fue al mediodía del 25 de enero de 1999, una hora y 15 minutos antes del terremoto que sacudió al Eje Cafetero dejando 1.171 víctimas.

“Me duele recordar esa frase –comenta Sandra Milena–; porque de verdad fue la última vez que la vi, nunca más supe de ella y aún me duele como si hubiera pasado hace poco”.

Brasilia fue uno de los barrios más afectados por el sismo de 6,5 grados en la escala de Richter que durante 28 segundos estremeció al Eje sobre la 1:19 de la tarde de aquel lunes.

Este tranquilo sector, que fue la última obra entregada por el extinto Instituto de Crédito Territorial en agosto de 1985, se desplomó, según testimonios de sobrevivientes, como si de fichas de dominó se tratara.

Ese día, Sandra Milena, su mamá, su abuela y su hermana menor se encontraban en la vivienda. Habían terminado de almorzar y Sandra subió al segundo piso.

"Nunca más supe de ella y aún me duele como si hubiera pasado hace poco".

“Yo escuché un zumbido –recuerda Sandra Milena–; después se cayó todo, yo solo recuerdo eso, todo fue muy rápido y primero pensé que solo mi habitación se había desplomado, no entendía nada”.

Aprisionada por una pared, Sandra, en aquel entonces con 21 años, trataba de buscar a alguien que la ayudara, pero no veía la casa de al lado. De su hermana y las otras dos personas que había en su casa no había señales de vida.

-¡Auxilio! Llamen a los bomberos –gritó Sandra–.

-Los bomberos no están, fueron los primeros en morir –respondió un vecino–.

Con una soga y la ayuda de dos personas más, vecinos lograron sacar a la joven de los escombros con una pierna lastimada, pero intacta tras el desplome de su vivienda. De su hermana, su madre y su abuela no tenía noticias.

En aquel entonces, el barrio era conformado por 12 manzanas, cada una con 30 casas. En total, vivían 347 personas y murieron 103, aunque habitantes del sector señalan que alguna vez se realizó un conteo de las víctimas y se alcanzaron a contar 200.

Hernán Ramirez Contreras, actual presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC), asegura que al llegar al barrio tuvo que caminar por los tejados de las viviendas. Tuvo que seguir los guaduales que crecían en la zona para poder ubicar su casa.

En pocos segundos el sismo arrasó con construcciones nuevas y viejas de la capital de Quindío. Muchos quedaron destruidos y decenas de carros sepultados. Foto: Archivo EL TIEMPO.

“En el camino –cuenta Hernán–; me marcó mucho ver vecinos y a los amigos de mis hijos degollados, mutilados y heridos. Eran un montón de voces pidiendo ayuda, se escuchaban muchos lamentos. Son cosas que no puedo sacar de mi cabeza aún”.

Una vez afuera, Sandra Milena asegura que sus familiares de otros barrios empezaron a llegar a la zona donde otrora estaba su casa y trataron de buscar juntos a las tres mujeres que aún permanecían bajo los escombros.

Era tal el estado de terror que cuando los helicópteros empezaron a sobrevolar el barrio para ayudar en las labores de rescate, la comunidad les pedía que se alejaran porque hacían rugir la tierra.

Sobre las 3 de la tarde pudieron encontrar a su hermana en medio de los escombros. Estaba enterrada y solo atinó a decir que tenía sed.

Al pie de los escombros, Sandra Milena le daba de beber agua a su hermana. De su mamá y su abuela aún no se sabía nada.

"Volvió a temblar, eran como las 5 de la tarde y ese movimiento hizo que se cayeran otras casas. Mucha gente murió en ese segundo temblor porque habían regresado por sus cosas".

“Y después vino lo peor –asegura Sandra Milena–. Volvió a temblar, eran como las 5 de la tarde y ese movimiento hizo que se cayeran otras casas. Mucha gente murió en ese segundo temblor porque habían regresado por sus cosas”.

El segundo temblor del que habla Sandra Milena ocurrió a las 5:40 de la tarde, fue una réplica de 5,4 grados. Aun así, la comunidad seguía al pie de los escombros, buscando a sus familiares, rescatando lo poco que había quedado de lo que alguna vez llamaron hogar.

A las 7 de la noche, los rescatistas lograron sacar de en medio de los escombros a su hermana. Estaba mal herida.

“De inmediato nos llevaron al hospital –señala Sandra–; como mi hermana estaba tan golpeada la enviaron en un avión Hércules a Bogotá. Yo quiero, de verdad, decir esto: nosotras vivimos muy agradecidas con Bogotá por la atención que le dieron a mi hermana en el Hospital San Juan de Dios”.

Según cuenta Sandra Milena, el agradecimiento de ella y su hermana con el Hospital San Juan de Dios de Bogotá es tan grande, que ambas se lamentaron al enterarse, hace 17 años, del cierre del lugar.

El primer año de la tragedia, los vecinos salieron de sus cambuches y realizaron una eucaristía por las víctimas de aquella tragedia. Desde entonces, cada 25 de enero, a la 1:15 de la tarde, se realiza esta conmemoración sin falta.

En esos cambuches, recuerda Sandra Milena, vivieron alrededor de 17 meses. Hasta que por fin, cuando la comunidad pudo impedir que les quitaran su barrio, el 27 de agosto del 2001, las familias pudieron regresar a sus viviendas.

El número de heridos fue de 4.765 en los tres departamentos de la región, solo en Armenia fueron 2.300. Además, 41.833 edificaciones y viviendas quedaron averiadas en Quindío.

Hace 20 años, el Brasilia Nueva no contaba con amplios pasajes ni avenidas, hoy, por el contrario, las 14 manzanas del sector cuentan con 283 casas en las que viven 957 personas. “El barrio ha resurgido y todo ha quedado bien gracias a Dios, la constancia es no perder las eucaristías por nuestros familiares y los que seguimos vivos –dice Sandra Milena–. Todos los días hay que sentir que estamos vivos. Esto no se lo deseo a nadie”.

Sandra Milena, vive en la actualidad junto a su hermana en Brasilia Nueva. Es ama de casa y cuida de su hermana que perdió la movilidad en su mano izquierda como consecuencia de una herida causada durante el terremoto.

Varias familias pasaron horas intentando sacar sus enseres de los escombros de sus viviendas en ruinas tras el terremoto que afectó el Eje Cafetero.

Foto: Archivo EL TIEMPO

Las dos niñas, acompañadas del anciano, impotentes ante los destrozos. Apenas pudieron salvar algunas sillas de la viviendas.

Foto: Archivo EL TIEMPO.

Días después de la tragedia, el ambiente en Armenia y el resto de la zona comenzó a ser de reconstrucción.

Foto: Archivo EL TIEMPO.

La desesperación y el llanto de los sobrevivientes reflejaban la destrucción que causó el terremoto. La busqueda de los familiares desaparecidos fue lenta.

Foto: Archivo EL TIEMPO.

| Otras historias sobre el terremoto de Armenia