Y llegó
Arelys Henao y está
poderosa. Mi amiga Clemencia Rodríguez, quién es feminista, académica y telenovelera, escribió sobre esta telenovela de Caracol lo siguiente:
“Mujeres, no permitamos que nos maltraten. ¡Por miedo y amor no podemos callar! Uno puede querer mucho, pero tiene que valorarse porque ¡un hombre no es el dueño de tu vida y tu integridad!”, canta Arelys Henao. Todo un llamado al empoderamiento de las mujeres.
La telenovela se enfrenta al reto de develar cómo mucho de “lo normal” en Colombia es puro maltrato patriarcal. Mientras vamos conociendo la vida de Arelys, nos vamos encontrando con Sofía y su cotidianidad de golpizas macabras a manos de su esposo; o Jazmín, quien se va refundiendo poco a poco en el marasmo de un ego destruido por el maltrato emocional; a pesar de que Martín no le toca un pelo, ella va perdiendo su autoestima, su autonomía, su libertad; o la misma Arelys, a quien le roban su talento a diario, sin que nadie diga nada, simplemente porque es mujer y víctima del maltrato laboral.
La historia refleja un mundo donde las mujeres son socializadas para escuchar y acomodarse y los hombres socializados para decidir y mandar y de paso maltratar.
Lo más interesante de Arelys Henao es la interacción entre lo patriarcal heredado de culturas coloniales milenarias y las lógicas del conflicto armado.
En estudios recientes sobre la violencia armada, el politólogo griego Stathis Kalyvas analiza contextos de conflicto armado y guerras civiles. Sus investigaciones concluyen que la violencia de los grupos armados generalmente se desborda y comienza a permear a las comunidades civiles.
Lo más interesante de Arelys Henao es la interacción entre lo patriarcal heredado de culturas coloniales milenarias y las lógicas del conflicto armado
Las lógicas militares de los grupos armados marcan los conflictos normales que vive toda comunidad.
Las cuestiones de amores, celos o rencillas entre vecinos se militarizan. Esto es lo que vemos en Arelys cuando la historia cotidiana de un hombre que desea y asedia a una mujer se va entretejiendo con el poder de las armas.
Alimentado por el poder que le proporciona pertenecer a un grupo guerrillero –pero podría ser paramilitar, militar, o de narcos– el deseo de Patoco por Arelys se va convirtiendo en una monstruosidad.
La telenovela nos va mostrando cómo la cultura patriarcal cotidiana se va entretejiendo con las dinámicas de la guerra y de las armas, exagerando la capacidad de maltrato del victimario mientras la mujer es maltratada por un patriarcado envalentonado a punta de armas.
Es el patriarcado en esteroides. Arelys se escabulle, mientras Patoco sigue siendo el macho cabalgando en la maquinaria bélica que pone a su disposición el grupo armado.
En la guerra contemporánea las comunidades se ven obligadas a compartir sus territorios con los armados, las fronteras se van haciendo borrosas, la lógica militarista permea los tejidos sociales; se normaliza la resolución de conflictos intercomunitarios por medios violentos, lo mismo que la presencia de armas y uniformes militares en los espacios que habita la comunidad. Y a pesar de todo, Arelys sigue cantando “¡No me busques más!”.
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión
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