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Entrevista
'La piel en primavera': el relato de Sandra, una madre soltera que se reencuentra con el deseo erótico y que toma las riendas de su vida
Yennifer Uribe estrena en los cines su ópera prima, que inauguró el Festival de cine de Cartagena.
Yennifer Uribe es la directora de 'La piel en primavera', película que inauguró el Ficci 63. Foto: Maicol Vásquez Tamayo
Sandra pasó de tener su cabello recogido a lucir su cabellera extensa y negra azabache; de utilizar camisas que cubrían gran parte de sus hombros a vestir blusas con tirantes que mostraban su piel morena, y de llevar poco, o nada, de maquillaje a pintar sus labios con colores fuertes, presentes y provocativos.
‘La piel en primavera’ es el recorrido intimista por la vida de Sandra, interpretada por la actriz Alba Liliana Agudelo y dirigida y escrita por Yennifer Uribe Alzate. A la cineasta le tomó 10 años darle vida a ese personaje, y el resultado fue un viaje hacia la cotidianidad de una madre soltera de mediana edad con problemas económicos, que logra mantener a su hijo trabajando como vigilante en un centro comercial en Medellín. Durante el filme, Sandra iniciará una nueva etapa en donde enfrentará la relación conflictiva que tiene con su hijo; iniciará un vínculo amoroso con un conductor de bus y empezará a determinar cómo tomar las riendas de su vida.
Sandra se fuma un cigarrillo mientras observa la zona popular en la que vive, Belén. Foto:Monociclo
Se trata del primer largometraje de la realizadora, que concursó en el Fórum Ópera Prima de la Berlinale e inauguró el pasado Festival Internacional de Cine de Cartagena, el certamen más importante en Latinoamérica. El próximo 27 de junio llegará a los cines del país. El estreno será en el Museo de Arte Moderno de Medellín, a las 6:30 p. m., con la presencia de la directora.
Con planos contemplativos, movimientos de cámara escasos y una fotografía que resalta los atributos de la puesta en escena, la directora construyó una historia cotidiana, cercana y ligada a una realidad social.
Como criar a su hijo significó renunciar a una parte de ella, ahora la protagonista se reencontrará con el deseo erótico, el amor romántico y el apoyo de amigas incondicionales. Lo anterior la impulsará a romper esquemas, descubrirse distinta y hallar un espacio amplio en la libertad. Todo esto se da bajo sus cotidianidades en una zona popular de Belén (Comuna de Medellín), en donde, de una esquina a otra, se escucha una salsa fervorosa o un reguetón alegre.
Afiche de la película 'La piel en primavera'. Foto:Monociclo
Yennifer Uribe es docente, investigadora y está culminando su doctorado. De pequeña tenía la costumbre de inventar historias con los objetos que hallaba en su casa. Juntaba las cremas y los perfumes del tocador de su madre para hacer vecindarios. Volteaba los traperos de su hogar y generaba situaciones ficticias. “Está loca. Habla sola”, la acusó una vez su abuela con su mamá.
Finalmente, estudió Comunicación y Lenguajes audiovisuales en la Universidad de Medellín, en donde también hizo una maestría en Comunicación. Realizó cortometrajes que le permitieron ganarse una beca para estudiar un máster en Ficción Cinematográfica en España. Ahí cobra vida, vagamente, la historia de ‘La piel en primavera’ con la intención de convertirse en su tesis de grado y que un día se proyectara en pantalla grande como un largometraje. Su primer largometraje. Y así fue.
La intimidad de las mujeres estuvo presente desde sus primeras realizaciones audiovisuales. Así, la pasión por hacer cine y el cuestionamiento constante acerca de lo que conlleva ser mujer la condujo a materializar ‘La piel en primavera’.
¿Cómo logró que su primera película participara en la Berlinale?
Es una pregunta muy importante y a la vez muy compleja de responder, porque puede haber miles de respuestas o no haber ninguna exacta. Nunca tuve el afán de terminar la película o pensarla para un festival. Fue algo muy tranquilo y honesto. Empecé a escribirlo pensando que iba a ser un largometraje. Cuando regreso a Medellín después de hacer este Máster me reencuentro con la productora Monociclo, quienes trabajaron en la producción de mi cortometraje. Ellos querían producir otras miradas de la ciudad y sobre la ciudad.
Desde el 2017 empezamos a trabajar juntos. Empezamos a mandar el proyecto a convocatorias de laboratorios de escritura, de desarrollo y de producción en los que había premios para financiar una etapa de la película, pero también para que el proyecto creciera y recibiera retroalimentaciones. De hecho, empezamos con un primer laboratorio que fue fundamental y fue muy bonito: el BrLab de Brasil. Y así estuvimos a lo largo del 2017 al 2019 que ganamos el FDC de ópera prima. O sea, dos años de participación en talleres de escritura y de desarrollo y yo creo eso hizo que el proyecto también se fortaleciera... A veces uno tiene la intuición o la idea de que quiere hacer un tipo de película, pero no lo tiene tan claro... Hacer una película es un proceso de autoconocimiento total, siempre lo diré.
¿La historia hubiera sido distinta si Sandra no fuera mamá?
Para mí había una premisa, y era que Sandra descubría que más que una madre era una mujer. Hay una serie de categorizaciones sociales y culturales que nos encasillan. Yo creo que somos seres humanos con demasiadas dimensiones. Ella, que ha dedicado su vida a trabajar y a mantener su casa y a su hijo, empieza a darse cuenta de que es una mujer que desea, que siente y que necesita placer.
Alba Liliana Agudelo es la protagonista de 'La piel en primavera'. Foto:Monociclo
Al rededor de Sandra se conjugan los factores de ser mujer latinoamericana, paisa, mamá soltera y pobre. Esto también puede ser una faceta muy política de la película.
La intimidad es política. Desde los 90 para acá, más o menos, hay un cine de intimidad. Estas películas tan íntimas siguen siendo películas sociales. No se pueden separar. Y otra de la premisa de ‘La piel en primavera’ son las mujeres trabajadoras, quienes casi siempre son vistas desde una arista social, y pocas veces, no tengo cifras, pero lo diría, desde sus facetas más íntimas y personales.
Sandra es una madre soltera en una ciudad latinoamericana, que viene de un barrio popular en Medellín: por supuesto tiene dificultades económicas, pero también es una mujer que siente, que come, que va a bailar, que disfruta de su vida. Para mí era muy importante hablar de eso.
Demostrar que el placer no puede ser un privilegio de clases, como muchas veces se piensa. Por muy realista que sea el cine y por más inspirado en hecho sociales reales que esté, yo creo en el cine, y no sé si decirlo así, más esperanzador. En un cine que te puede mostrar que las cosas pueden ser distintas.
¿Se inspiró en algún hecho real para construir el universo de Sandra?
Esta historia nace porque un día yo me subí a un bus. Una mujer de mediana edad se subió conmigo y parecía que no sabía muy bien a dónde iba. Le dijo al conductor que si le avisaba cuando llegaran a la dirección. Él le dijo que sí, que si quería se sentaba en el puesto del copiloto, cosa que la mujer hizo. Yo estaba sentada muy cerca de ellos y yo vi, o quise ver, como una atracción entre ellos. Cuando el bus llegó a un centro comercial en Belén y la mujer se bajó, yo me quedé pensando: ¿estos dos será que se van a acordar el uno del otro? ¿Será que se van a querer encontrar de nuevo? Esas son las preguntas que me motivan a hacer esta película.
Sandra en 'La piel en primavera' con Javier, el conductor de bus con el que mantiene una relación. Foto:Monociclo
¿Cuáles fueron los desafíos que se presentaron al grabar en espacios públicos?
El desafío más grande fue haber rodado en la pandemia. Por supuesto aumentaron los costos de producción, porque teníamos que proveer tapabocas, geles, alcoholes y las pruebas de covid. Durante la película hay una cantidad de extras. Toda la película es una puesta en escena, porque si vos mirabas con la cámara hacia algún lugar, se observaba gente con tapabocas. De hecho, se cuelan algunas personas con tapabocas en la película. El trabajo de producción fue increíble, porque hubo un control total de las calles y se cerraron. Yo no quería renunciar a las profundidades de campo tan amplias, lo cual era super importante para mí para los planos largos. El trabajo de producción fue impresionante.
¿Nada se les salió de control durante el rodaje?
Hay una anécdota muy ‘charra’, el bus que conseguimos no estaba la ruta que pasa por el barrio. Entonces los extras que teníamos en la calle estaban ubicados en ciertos puntos porque hicimos un circuito: aquí se sube un extra que estaba sin tapabocas y que tenía la indicación de poner la mano. Yo le daba la indicación al actor de que solo parara cuando le alcen la mano, porque nadie en ese barrio se sube a ese bus. Pero un día se sube una chica con un tapabocas negro y paga con un billete de 50 mil al conductor. El actor siguió en su papel y recibió el billete. “Siéntese que ahorita le devuelvo”, le dijo. Cuando la chica se voltea estamos todos ahí como que: “hola, bienvenida a la película”. Creo que hasta se enojó.
Sandra y Javier. Foto:Monociclo
Teniendo en cuenta la crianza tradicional de Colombia, ¿por qué decidió que Sandra optara por un papel de madre compasiva y cariñosa ante los comportamientos desubicados de su hijo?
Esa fue de las cosas que más me costó construir en el guion: la relación entre ellos dos. No quería caer en los clichés de la relación conflictiva entre la adolescente y la mamá. Mi búsqueda era transformarla en una relación madura. Que uno fuera el espejo del otro.
Sandra está en su búsqueda. Está construyendo su libertad. No puede ser madre controladora. Sería demasiado contradictorio. Sandra no juzga. Sandra disfruta la vida sin juzgar. Ella observa y siente placer y disfruta. Eso fue un ejercicio que hicimos con la actriz.
Sandra en compañía de sus amigas. Foto:Monociclo
¿Con qué se encontrarán los espectadores cuando se atrevan a incursionar en el mundo de Sandra?
Creo que es una película donde nadie sufre y nadie llora. Entonces puede hacerte reír, puede hacerte sentir cosas. Es una película que nos habla del disfrute de estar vivo, de la fascinación que puede haber en el erotismo de la vida cotidiana. Y son, precisamente, los pequeños sucesos de la vida cotidiana los que nos van construyendo como seres humanos. Es una película con unos paisajes y sobre unos personajes que creemos haber visto mucho en el cine colombiano, pero creo que pueden encontrar algo diferente a lo que estamos acostumbrados.