"Sin lugar a dudas, creo que mis influencias, sobre todo en Colombia, son extraliterarias. Más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos (…) narraban como mi abuela”.
“Soy un melómano empedernido y siempre digo mi lema: lo único mejor que la música, es hablar de música”.
Estas frases de Gabriel García Márquez, repetidas y recitadas de memoria por algunos de sus seguidores, podrían haber sido la inspiración, si fue que necesitó alguna fuente de iluminación, el director y productor de cine de Leyenda viva, el alma de un pueblo, Martín Nova, para grabar horas y horas, esculcar archivos y escoger entre docenas de documentales musicales y de conciertos, el material base para hacer su película sobre la canción vallenata.
Vallenatos que hacen parte sustantiva de nuestros tesoros culturales más emblemáticos al punto de que fueron declarados por la Unesco patrimonio inmaterial de la humanidad.
Con el correr de los años han tenido variaciones de todo tipo y se han hecho experimentaciones, unas mejores que otras; sin embargo, los cantos tradicionales siguen generando una particular emoción, sin desconocer que canciones de épocas recientes o las intervenidas también concitan apasionamiento y cuentan con cientos de seguidores y adoradores.
¿Y cómo fue?
Podría parecer fácil y hasta simple hacer una película sobre un género musical tan prolífico y que a casi todo el mundo le gusta.
Con reunir a sus creadores e intérpretes más populares alrededor de las composiciones más icónicas, bastaría para materializar la idea, pero el director y productor de Leyenda viva (…), Martin Nova, fue más allá. No se quedó en la obviedad ni tampoco se salió del marco exclusivamente musical.
Escarbó, indagó, preguntó, se documentó y en pleno covid-19, en 2021, viajó a Valledupar y entrevistó a los más representativos exponentes de la leyenda, que tienen en el Valle de Upar su casa, en grandes o pequeños patios, lujosos y menos glamorosos, pero siempre a la sombra de un palo de mango, siguiendo un hilo conductor que no alcanzan a percibir los espectadores.
Quedaron voces sin oírse, como las de Adolfo Pacheco, Israel Romero, Alfredo Gutiérrez, Jorge Oñate, Emiliano Zuleta y Rita Fernández, las que identifica con pesar el propio Nova. No pudieron ser grabados. Sin embargo, podría afirmarse que su ausencia no es perceptible. Con los que aparecen resulta más que suficiente.
La película gira alrededor de tres figuras fundamentales, que no es que roben pantalla, pero sí los ejes a partir de los cuales se desarrolla la trama. Gabriel García Márquez, en su juventud, cuando recibió el Nobel, en 1982, y, hasta, sus años de enfermedad; Carlos Vives, el de ayer, el de ahora, el de siempre con la sabiduría del músico consagrado que reconoce que los cantos de los juglares vallenatos fueron su mejor y más grato descubrimiento y desgaja parte de ese conocimiento musical que lo hace un grande, y Leandro Díaz, en compañía de su hijo Ivo y de Matilde Lina en vivo y en directo, la musa de una de sus composiciones más famosas, quienes comparten su sabiduría popular, su teoría musical, anécdotas y, claro, canciones inolvidables.
Por los lados desfilan compositores, historiadores, cantantes, acordeoneros que, por casi dos horas, sumergen al espectador en la mágica leyenda vallenata. No se requiere estar matriculado en la cofradía ni saberse todos los temas ni dominar sus modalidades para disfrutar del cuento narrado con ganas por voces magníficas, la gran mayoría desconocidas para los profanos.
Inmersión que se disfruta y estremece con relatos novedosos o ya oídos, pero que dan cuenta de la historia de esas canciones, de sus autores, de los cantantes que han convertido ese género musical en una leyenda nacional, porque los vallenatos se oyen y se cantan por las costas, por el interior, por los llamados territorios nacionales, por los valles, por las lomas remotas o próximas, en fin, por toda la geografía.
El resultado es una película fascinante desde que comienza hasta que acaba y que se quiere estirar porque cada voz es un testimonio único del que se aprende con agrado y placer.
Leyenda viva. El alma de un pueblo, tal vez el lunar de la película, título largo, desprovisto del encanto de su contenido, no alcanza a interpretar con justicia lo que cuenta, se estrenó el 21 de julio en cines a nivel nacional.
No es arriesgado asegurar que batirá el récord alcanzado por Colombia, magia salvaje, también producida por Martín Nova, que ostenta, a mucho orgullo, el título de la cinta nacional más taquillera, con dos millones y medio de espectadores.
¿En dónde está el secreto?
La magia de este relato musical va más allá de la interpretación de canciones como La gota fría, La celosa o Matilde Lina, en la voz de sus autores o de quien las hizo famosas, sino que también ayuda, y mucho, ese armonioso y bien escogido conjunto de relatos sobre esta expresión musical única en el mundo y que, hasta ahora, no tiene imitadores.
Género musical que, según uno de los testimonios, se escuchó por primera vez en los inicios del siglo XIX, cuando los españoles intentaron la reconquista del Reino de la Nueva Granada y entonaron la icónica canción Amor, amor, tema que se oye desde esa época, con versiones diversas, pero siempre gustadoras.
Episodio histórico que no es el único que se entrelaza con solvencia en esta película que deja boquiabierto por igual al espectador sabelotodo como al principiante.
iración con la que también se reacciona ante las interpretaciones de un jovencísimo Carlos Vives con su conjunto La Provincia, responsables de haber descubierto el vallenato a una generación citadina; o con las imágenes de Gabriel García Márquez, en sus épocas de periodista primíparo y parrandero consumado o ya afectado de su demencia senil, fundiéndose en un abrazo fraterno con su “compadre” Lisandro Mesa y reconociéndolo o con fragmentos de las actuaciones de no solo del mismo Vives sino de otros cantantes en Nueva York o Miami, en recintos a reventar con un público en el que sobresale la colombianidad a tope.
La Cacica y sus compadres
La eyenda… rinde tributo de iración y gratitud a los más representativos cultores de este género y, cómo no, a esas personas que abrieron camino, que no se amilanaron con obstáculos encaminados a impedir que una música originaria de pueblos y caseríos llegara para quedarse en escenarios más sofisticados de los grandes teatros, no solo del país sino del mundo entero, con dignidad y a mucho honor.
En ese propósito ocupa lugar de privilegio la periodista vallenata Consuelo Araújo Noguera, fundadora del Festival Vallenato por allá en 1968, de gancho con el gobernador del recién creado departamento del César, Alfonso López Michelsen, y del inmenso compositor Rafael Escalona.
Una Consuelo siempre combativa y obstinada en hacer del Festival de la parranda vallenata el más importante de los certámenes musicales del Caribe, como finalmente lo consiguió. Creación femenina que de manera paradójica se caracterizó por su sello machista y patriarcal que, hasta hace muy pocos años, permitió que las mujeres acordeoneras y las cantantes tuvieran derecho a la tarima, no obstante que en la gran mayoría de canciones son las mujeres sus protagonistas.
Y qué decir de las centenas de niñas y de niños a quienes solamente, también, en las últimas décadas se les dio permiso de matricularse en una escuela que, como la de Andrés ‘El Turco Gil’, ya ha enseñado a más de cuatrocientos alumnos los secretos del canto y de la música vallenata, como lo explica con orgullo el mismísimo Gil. En los primeros años de la popularización del vallenato solo quienes nacían con la voz privilegiada y de manera espontánea se hacían músicos excepcionales brillaban. A ninguno se le enseñaba o se le estimulaba la afición.
Vestido de frac
En ese desfile maravilloso de imágenes que recrean la historia de este género musical, que salió rápidamente de los departamentos del César, La Guajira y el Magdalena, se destaca la grabación en Suecia.
De la mano de nuestro Nobel, en 1982, se asiste a la imponente ceremonia en la que el rey Gustavo de Suecia le entregó el Nobel, y en la cual los otorgantes, vestidos de frac, y las señoras de largo, casi todas con color negro, movían las cabezas llevando un ritmo que, aunque totalmente desconocido, despertó calor en la gélida concurrencia sueca.
Julio Oñate cuenta que García Márquez repetía su definición del vallenato como que “era el arte del relato, era soltarle la cotorra a la gente para que supiera lo que pasaba alrededor”. A esa descripción se suma su célebre afirmación de que Cien años de soledad es un vallenato de 350 páginas”.
Más que un libro
La idea de Martín Nova en un comienzo era grabar a los compositores e intérpretes para escribir un libro, pero una vez comenzó a hacer las entrevistas se dio cuenta de su potencial y de la gran oportunidad que veía de no perder esas voces y esas imágenes, sino convertirlas en la película que, sin narrador adicional o voz en off, constituyen la materia prima para esta original y hermosa cinta. El libro se está ensamblando y será editado por Planeta.
La producción de la película estuvo a cargo de una empresa dedicada ciento por ciento a documentales de memoria Memu(á) Films. La coproducción corrió por cuenta de Codiscos Films. La película tiene el apoyo del Grupo Éxito, Colombiana, el infaltable whisky Old Parr y Cine Colombia. Otro grupo de empresas son aliados y encargados de los derechos de la música.
Los Almacenes Éxito vienen entregando a sus compradores dos millones de bonos con el 25 por ciento de descuento para la boleta de entrada al cine, que aumentarán la asistencia y permitirán que personas de bajos ingresos puedan sentarse en las salas de cine sin desbarajustar demasiado su raquítico presupuesto familiar.
Nuevas y viejas generaciones
Carlos Vives, Fonseca, Chabuco, Gustavo Gutiérrez, Nafer Durán, Rosendo Romero, Tomás Darío Gutiérrez, Julio Oñate, José Alberto ‘Beto’ Murgas, Leandro Díaz, Ibo Díaz, Santander Durán. Rafael Manjarrés Sandra Daza, Matilde Lina, Patricia Teherán y muchos niños y niñas, no identificados, relatan su experiencia como cantantes de vallenatos con la solvencia de quienes saben de lo que están hablando y de lo mucho que aman este género, pero sobre todo cantan y encantan con ritmo y cadencia muy especiales, envidiados por propios y extraños.
De las muchas declaraciones de personajes que han visto la película destaco la del escritor y columnista Juan Gabriel Vásquez, que dijo: “El documental de Martin Nova es una verdadera joya. Erudito, divertido, lleno de revelaciones fascinantes sobre el vallenato, que es lo mismo que decir: sobre nuestra historia”.
Y sí, Juan Gabriel tiene la razón. Esta película es una joya que nos da la oportunidad de valorar esas canciones, esa música, que, aunque con variaciones que gusten más o menos, recogen el relato de hombres y mujeres de ese trozo de la región Caribe, sus pequeñas y grandes historias, la majestad y la humildad de sus ídolos, sin artificios y sin voces extrañas sino las surgidas de las entrañas de una tierra privilegiada y bendita, en donde abundan los contadores de historias sencillas y cotidianas pero, casi siempre, deslumbrantes.
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