Antoine-Claude Maille fue un fabricante de vinagre parisino de la época de Luis XV. En su momento, desarrolló una famosa fórmula, la del “vinagre de los cuatro ladrones”, que con solo frotarse pretendía contrarrestar una epidemia de plaga en Marsella.
Pero su apellido se haría histórico de la mano de la mostaza de la empresa que fundó, cuando ya estaba a cargo su hijo, también llamado Antoine-Claude, registrado como fabricante de vinagre en 1742, que en 1747, presentó una línea de mostazas de Maille, aromáticas, hechas con sus ya reconocidos vinagres.
Fueron tan populares que pudo abrir su primera boutique en París. Pronto se hizo proveedor oficial de la corte de Luis XV. Entre sus fieles estaba la marquesa de Pompadour, amante del rey. La realeza siguió comprándole: desde Luis XVI hasta la emperatriz Catalina II de Rusia, que pedía sus productos.
A la muerte de Antoine-Claude Maille hijo (1805), la Maison ofrecía 20 sabores de mostaza y 50 vinagres. La realeza siguió disfrutándolos. Llegó incluso a la corte inglesa.
A mediados del siglo XIX, establecieron una boutique en Dijón (región de Borgoña reconocida por su tradición en la elaboración de mostaza).
En 1998, Maille tuvo la idea de envasar su mostaza en un elegante vaso, bautizado como ‘flamenco’, para beber whisky una vez consumida. Fue un éxito que se contó en millones. Después, vendría el vaso ‘fleur de lys’, que evocaba un símbolo de Francia.
Para 1996, en conmemoración de los 250 años de la apertura de su primera boutique, abrieron otra boutique en la plaza de la Madeleine, en París, donde venden mostaza servida del grifo.
En siglos, la marca no ha dejado de presentar nuevos sabores al mundo. En años recientes lanzó una mostaza de Dijon con chablis, por ejemplo, o una con trufa. Se ha asociado con chefs para crear nuevos platos y tiene boutiques en Londres y Nueva York, aunque visitarlos en Francia es obligado para sibaritas.
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REDACCIÓN DE CULTURA
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