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Mi familia: lo único que me salvó luego de ser secuestrado y torturado
Sobreviví y ahora soy de los mejores promedios de una universidad junto a mi hija.
Pasé por momentos tan traumáticos que aún me cuesta recordar todo lo que sucedió. Foto: Carlos Carvajal
¿Ha pensado en el privilegio de poderse despertar cada mañana abrazando a su pareja o escuchando las risas de sus hijos? Yo sí. De hecho, fueron esos recuerdos los que me hicieron luchar hasta el final. Soy Carlos Carvajal y quiero contarles cómo ha sido mi vida tras sobrevivir a un secuestro en el que fui torturado por un grupo guerrillero en Colombia.
Espero que mi experiencia de vida lo llene de razones para entender que es tiempo de
abrazar o de decir un 'te quiero' a alguien de su familia. No lo deje para después, hágalo hoy.
Tenía 26 años y trabajaba en la Policía Nacional cuando fui secuestrado por el frente 42 de las Farc en el año 2000. Para ese entonces, mi hija Laura Camila era tan solo una bebé ajena al conflicto del país.
Perdí mucho tiempo por culpa de quienes me obligaron a estar lejos de ella, mi esposa y mis padres. Pasé por momentos tan traumáticos que aún me cuesta recordar todo lo que sucedió.
Pasé por momentos tan traumáticos que aún me cuesta recordar todo lo que sucedió
Después de que fui liberado adquirí patologías propias de un hecho tan traumático y por eso tuve que ingresar a la clínica de reposo Nuestra Señora de la Paz. Duré más o menos 1 año y 7 meses tratando de retomar mi vida.
Con el apoyo de personas cercanas a la familia e instituciones como la fundación Corazón Verde, la Corporación Matamoros y la Fraternidad de Personas con Discapacidad de la Policía (Frapón) logré iniciar un camino hacia el que sería mi nuevo proyecto de vida.
Lo que pasa tras un secuestro
Aunque uno no necesita pasar por una situación como la que yo viví para valorar lo que tiene, esta experiencia me hizo entender en carne propia el delgado hilo entre la vida y la muerte y cuáles son las acciones realmente importantes y dignas de valorar.
Por eso, me empeñé en salir adelante y descubrir qué era lo que venía para mí. Nacieron mis hijos Carlos David y Sebastián y con ellos -y mi primera hija Laura Camila- volví a sentir lo que era experimentar las tardes en familia y respirar en libertad.
Tuve la oportunidad de compartir con mi esposa Lilia Amparo, a quien iro por haber tenido la paciencia y valentía necesaria para no derrumbarse durante mi ausencia y en todos estos años de procesos.
Una de las decisiones más importantes que tomé fue la de volver a las aulas de clase para cerrar uno de los capítulos que habían quedado inconclusos: culminar, a mis 45 años, mis estudios universitarios.
Evalué diferentes opciones y decidí que quería estudiar derecho. La razón: mis vivencias me hicieron comprender que es mejor hacer algo por la gente y no pasar día y noche criticando las instituciones.
Siendo compañeros de clase: padre e hija
Mi familia se ha vuelto en el ejemplo vivo de que un hogar que trabaja unido permanece unido. No solo para atravesar las adversidades, sino para alcanzar nuestros sueños.
Por cosas de Dios, al momento de buscar en dónde estudiar terminé en el Politécnico Grancolombiano, la misma institución donde mi hija cursa la carrera de psicología.
Logramos las mejores calificaciones de nuestras carreras y nos ganamos la oportunidad de viajar, juntos, a Perú. Foto:Carlos Carvajal
Opté por ingresar a esa universidad, pues apoyan académicamente a los hombres y
mujeres pertenecientes a la fuerza pública brindándoles tranquilidad en su desarrollo.
Jamás olvidaré la primera semana de clases. Estaba buscando el salón donde debía ver una materia llamada epistemología y cuando golpeé la puerta del aula para ver si era el lugar indicado, vi a mi hija sentada tomando clase. Fue ahí que me di cuenta de que no importa lo dura que sea la vida, siempre tendrás la oportunidad de restituir lo que te quitaron.
No es un sentimiento fácil de describir con palabras, pero recuerdo que pensé: Gracias Dios por darme la oportunidad de recuperar los años sin ella.
Ambos, como familia, nos pusimos el reto personal de estar entre los mejores promedios y lo logramos. Obtuvimos las mejores calificaciones de nuestras carreras y nos ganamos la oportunidad de viajar en agosto, juntos, a Perú en una misión a la excelencia académica y cultural en la que el Politécnico Grancolombiano lleva a sus mejores estudiantes.
La montaña de los siete colores, el mercado pisac, Machu Picchu, la laguna de Huacachina y Lima fueron algunos de los lugares que caminamos, o escalamos, padre e hija. Horas y horas de charlas, risas y palabras que nos debíamos.
Decidí no sufrir más, pues el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional
Al hacer un balance de mi vida estoy convencido que tengo mucho por agradecer. A mis padres Blas Carvajal y Edilma Pérez por ser mis gestores, a mis hijos David y Sebastián por enseñarme a reír constantemente, a mi hija Camila por acompañarme en este proceso, pero sobre todo a mi esposa Lilia Amparo por ser mi pilar en cada uno de mis logros, logros que también son de ella.
¿Cómo sobreviví? Desde muy pequeño me enseñaron que con esfuerzo los logros se hacen más placenteros y aunque a diario se nos presenten dificultades tenemos la capacidad de sobrepasarlas. Por eso decidí no sufrir más, pues el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.
CARLOS CARVAJAL
ESTUDIANTE DE DERECHO
*Este texto contó con la edición, construcción periodística e investigación de DIANA MILENA RAVELO MÉNDEZ (@DianaRavelo), periodista de ELTIEMPO.COM. Enviada especial a Perú por invitación del Politécnico Grancolombiano.
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