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Así vive la pequeña Salomé mientras espera un riñón: 10 horas diarias de diálisis a sus 8 años

Un llanto de dolor a sus seis meses se convirtió en una travesía de años.

Salomé Basto

Salomé Basto Foto: Fotos autorizadas por Marcela Moreno. Imagen compuesta por Jerson Cruz

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"Los riñones no van al cielo". Con esa frase, Marcela Moreno sostiene la esperanza de encontrar un donante que le devuelva la infancia a su hija, Salomé. Han pasado ocho años desde que la vida les cambió para siempre, cuando a los seis meses de edad, la niña fue diagnosticada con una infección urinaria grave. Lo que parecía un problema tratable se convirtió en un laberinto de hospitales, cirugías y diálisis que hoy consume sus días y sus noches.
Marcela se convirtió en madre el 7 de mayo de 2016. Salomé, la niña de sus ojos, tiene un nombre que significa ‘paz’ o ‘bienestar’. Su bebé crecía sana, rodeada de amor, de toda su familia y, por supuesto, de su madre. Pero la vida de Salo comenzó a cambiar a sus seis meses, cuando su llanto de dolor expresaba una enfermedad que poco a poco se fue complicando.
“Tenía una infección urinaria primaria normal, todo estaba entre lo normal por decirlo así. Después fue muy grave y tuvo que ser hospitalizada. Ahí empezaron a darse cuenta de que las infecciones urinarias eran más frecuentes de lo normal. Fue diagnosticada con pielonefritis y reflujo ureteral”, dijo Moreno.  
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

Entre sus seis meses y su primer año de vida, Salomé tuvo que pasar más tiempo en la clínica que en su casa; a sus 12 meses los médicos decidieron que ya podían tratarla y que lo mejor para su salud y bienestar era realizar una cirugía.
Luego de 160 minutos de incertidumbre en una sala de espera, Marcela pedía a Dios un milagro para que su pequeña pudiera tener una vida normal y poder cumplir todos los sueños que comenzaban a nacer con la esperanza de tener a su primera hija. 
“Volvió a repetir infecciones urinarias seguidas y así fue que sus riñones fueron fallando, fue desarrollando la falla renal”, narra con la voz entrecortada Marcela, quien tuvo que aprender conceptos como ‘nefrología’
A los seis años, la insuficiencia renal crónica la puso en lista de espera para un trasplante. Desde entonces, el teléfono se convirtió en un puente entre la angustia y la fe. Una sola vez sonó con la noticia de un posible donante, pero la compatibilidad no estuvo de su lado, por lo que fue donado a la siguiente persona en la lista. 
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

Volvió a repetir infecciones urinarias seguidas y así fue que sus riñones fueron fallando, fue desarrollando la falla renal
Marcela morenoMadre de Salomé

Una infancia en pausa con una esperanza de vida

El 2024 fue un año complicado, pues en abril Salo tuvo una crisis de hipertensión que casi le cuesta la vida. “Si mi mamá [la abuela de Salomé] no hubiera estado con ella, no quiero imaginar lo que habría pasado. Terminamos en cuidados intermedios y nos dijeron: ‘No hay más opción, hay que empezar la diálisis’”, narró Marcela.
Cada noche, durante diez horas y media, Salomé se conecta a una máquina que le da el tiempo que sus riñones ya no pueden darle. La infancia quedó atrapada entre restricciones y cuidados extremos.
La infancia de Salo quedó en pausa, pues ya no puede disfrutar de sus fines de semana al aire libre o en su casa, ya que debe estar conectada a una máquina que le realiza diálisis. “La vida le cambió totalmente a ella, a mi mamá, a mí y al círculo que nos rodea a su papá también”, contó Marcela.
Salomé no puede ir a la piscina, no puede saltar, no puede correr “sin que nos invada el miedo de que algo le pase. Las vacaciones que soñamos se desmoronan cuando recordamos que su catéter es una barrera infranqueable”.
La vida es cruel y, desafortunadamente, el mundo no acepta diferencias
Marcela MorenoMamá de Salomé
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

Marcela dejó su trabajo como profesora para convertirse en enfermera de su hija a tiempo completo. Su mundo cambió, pero el amor entre madre e hija es cada día más fuerte: “Salo y yo somos un equipo. En medio de este tsunami, lo más hermoso ha sido el amor. También hemos conocido gente maravillosa, nos han abierto puertas que nunca imaginamos”.
Uno de los mayores temores de Marcela se encontraba en el colegio, pues al tener un catéter y una enfermedad como un daño renal, su pequeña Salomé podría sufrir de matoneo. “Duró casi un mes sin ir al colegio. Salió de la clínica y pasó unos días más sin ir al colegio, ya con su catéter. Hay niños crueles, la vida es cruel y, desafortunadamente, el mundo no acepta diferencias”.
Afortunadamente, una psicóloga ayudó a Salo a comprender lo que ocurría en su cuerpo y por qué tenía que ir a estudiar con un catéter. Los profesores en su colegio y sus compañeros fueron muy comprensivos con la situación.
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

Desde el horario de entrada al colegio, las constantes fallas a clases por sus citas médicas, las secuelas que dejan los tratamientos en su cuerpo o las noches en vela, le han robado la infancia y el aprendizaje a Salo. “Nunca nos dio la espalda, nunca dijo no podemos, nada, siempre a Salo le buscaron la solución para poder terminar su curso”.
Pese a todas las dificultades que ha enfrentado, Salomé es un símbolo de lucha y tiene muchos sueños como cualquier niño de su edad. Esta pequeña de tan solo ocho años quiere ser médico, otras veces profesora como su mamá, y hace poco sorprendió a su familia diciendo que quería ser cajera de Oxxo. 
Escuchar a Marcela diciendo que apoyará a su hija en lo que desee ser en el futuro, recuerda aquella canción de Diomedes Díaz y Rafael Santos: “Si te inspira ser zapatero, solo quiero que seas el mejor".

Vamos, vamos, Salo, vamos, vamos a ganar, una vez más te venimos a alentar

Desde su nacimiento, Salomé fue especial, pues no fue arrullada con canciones de cuna como cualquier otro bebé, sino que escuchaba a su familia entonar los cantos de Millonarios y vestir de azul y blanco.
Y parecía destinada a ser hincha del equipo embajador, pues su padre biológico empezó a inculcar esa pasión, pero “realmente Salo empezó a entender todo por mi pareja, porque mi pareja es hincha fiel, no falla partido. Es abonado y él me empezó a invitar a ir al estadio. Cuando yo lo viví por primera vez, dije, ‘Wow, esto lo tiene que vivir Salo alguna vez, es una cosa loca”, narró Marcela.
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

La primera vez de Salomé en el estadio no fue muy agradable, pues el ruido y la constante saturación hicieron de la experiencia un momento difícil que provocó el llanto y el estrés en Salomé. Aún era muy pequeña para entender la pasión del fútbol. 
Su sueño de ir al estadio se cumplió el pasado sábado 8 de febrero de 2025. Salo era apenas una pequeña de ocho años que pisaba El Campín y bajo el cielo gris de Bogotá su camiseta azul y blanca le daba luz al estadio, sus ojos estaban llenos de asombro.  
Un eco de mil voces, una cancha que parecía infinita y un balón que rodó durante 90 minutos entre 39.000 corazones, el de Salomé se ganó un lugar especial, una fotografía con un letrero que decía: “Hoy cumplí mi sueño de ver a Millonarios. Ahora me falta el de tener un riñón”, conmovió de inmediato las redes e hizo que los medios de comunicación visibilizaran su lucha.
Su jugador favorito es Falcao y no duda que un día pueda llegar a conocerlo, pero no solo es su fan número uno, pues también es un ejemplo a seguir: “Ella ve a su familia rodeada de tanta paz, de tanta armonía, un jugador completo en la cancha y completo como ser humano afuera. Ella lo ama, lo ama”, dijo Marcela.

Una madre y un sueño por cumplirle a Salomé

"¿Qué carajos voy a hacer con mi vida así?", se preguntaba Marcela cuando inició toda esta lucha.. La vida, de repente, se le vino encima, como una tormenta imparable. Su hija, de tan solo ocho años, necesita un trasplante de riñón.
La angustia y la incertidumbre la agobian. "Se me vino el mundo encima, se le arruinó la vida a mi hija", confiesa, con la voz quebrada, mientras recuerda aquellos primeros días de diagnóstico.
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

Sin embargo, el tiempo, también le regaló una fuerza que ella no imaginaba tener. "Nada, yo puedo, yo soy fuerte", se repite diariamente. 
Sabe que no está sola, que su familia, su pareja y el papá de su hija han sido un apoyo fundamental desde el primer minuto, cuando decidió dejar de trabajar para dedicarse por completo a su hija. "Es difícil, claro, no te digo que no, hay gastos, hay muchas cosas que cubrir", ite. Pero la resiliencia le ha enseñado a encontrar la luz, incluso en los momentos más oscuros.
"Cuando tengo ganas de llorar, a veces lloro delante de ella", dice, con un suspiro. "Para que ella sepa que llorar no es malo. Lloro porque a veces las cosas no salen como uno quiere, pero ella, con su sonrisa, me levanta. Ella tiene una fe intacta".
Marcela habla de su hija, de esa niña que, a pesar de su enfermedad, tiene la capacidad de soñar. "Ella sueña con su riñón", como si esas palabras fuesen el aliento que le da fuerzas para seguir adelante.
Cuando tengo ganas de llorar, a veces lloro delante de ella
Marcela MorenoMamá de Salomé
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

"La vida cambia, sí, cambia, pero siempre trato de ver el lado positivo. Soy una mujer de fe, mi familia también lo es. Y ellos me han contagiado la fe". Marcela, como muchas madres, ha hecho promesas a su hija. Y una de esas promesas es un sueño lejano, pero lleno de esperanza: "Apenas tenga su riñón, le voy a cumplir el sueño de llevarla al mar". 
La emoción invade su voz mientras habla de ese anhelo compartido. "A Salo, mi hija, la llevamos cuando tenía un año, pero no lo disfrutó. Ahora le prometí que cuando esté bien, voy a llevarla a conocerlo, aunque no sé cómo voy a sacar la plata, no sé cómo lo voy a hacer, pero voy a cumplirle el sueño".
Marcela, con una mirada firme y llena de determinación, sabe que su misión no es solo por su hija, sino por todos los niños y personas que, como ella, están luchando por una oportunidad de vida.
"Estoy aquí para alzar la voz, para que la donación de órganos en Colombia sea una realidad". Su hija, como tantos otros niños que ha conocido en su camino, necesita un trasplante de riñón. La espera es larga y dolorosa, pero Marcela no pierde la fe. 
"Los riñones no van al cielo", dice con una certeza que refleja el dolor de una madre que ha visto de cerca la angustia de perder una oportunidad de vida.
En sus palabras, hay un llamado urgente a la conciencia de las personas, para que tengan un acto solidario con la vida. "Aquí hay un ejemplo de vida, que es mi hija, y muchos niños que he conocido", dijo.
De la misma manera, Marcela se dirige a aquellos que aún no han considerado la importancia de la donación. "A las personas que no han pensado en donar o que algún día lo pensaron y no saben cómo, les pido que lean, investiguen, pregunten a su médico", aconseja. "Recuerden que los órganos no van al cielo", repite, como un mantra que quiere dejar grabado en la mente de quienes la escuchan.
Salomé Basto sigue a la espera de un donante

Salomé Basto sigue a la espera de un donante Foto:Foto suministrada y autorizada por Marcela Moreno

Mientras Salomé se convierte en una estrella de las redes sociales y su historia resuena en los medios de comunicación, sigue la espera de un donante de riñón para esta niña que está empezando a vivir. Este es un proceso complejo y de paciencia, pues según datos del Instituto Nacional de Salud (INS), hasta septiembre de 2024 se realizaron 1.241 trasplantes de órganos en el país.
De estos, 1.026 fueron de donantes cadavéricos, es decir, de personas que habían fallecido y decidieron por voluntad propia o voluntad de sus familiares que sus órganos podrían salvar vidas.
Pese a que los padres de Salomé se realizaron los exámenes para ser donantes, no fueron compatibles con la genética de la pequeña. Y es que el proceso para recibir un órgano en el país es complejo, todo se inicia con una inscripción realizada por su pediatra, quien justifica la necesidad urgente del trasplante.
La pequeña debe someterse a varias pruebas de compatibilidad y a una exhaustiva evaluación médica para determinar si su salud está lo suficientemente estable como para soportar la cirugía. Además, los médicos evaluarán su bienestar emocional, una parte crucial en el tratamiento de cualquier paciente que recibirá un trasplante.
Cuando se presenta un órgano de un donante, vivo o fallecido, se realiza un proceso de compatibilidad entre el donante y el receptor, que incluye pruebas de tipo sanguíneo, tejidos y otras características. Este proceso está supervisado por equipos médicos especializados.
Si el órgano es compatible y el receptor está en condiciones óptimas para recibirlo, se coordina la cirugía de trasplante. El trasplante debe realizarse lo más rápido posible después de la extracción del órgano.
Después de la operación, el receptor será monitoreado para evitar complicaciones, como el rechazo del órgano. Se istra un tratamiento inmunosupresor para evitar que el sistema inmune del receptor ataque el nuevo órgano.
La historia de Salomé es solo una entre muchas en Colombia, pero su lucha es un reflejo de la esperanza. Como su nombre lo sugiere, Salomé significa "paz" o "la que trae paz y bienestar", y en su pequeño ser, esa tranquilidad se encuentra en la fuerza con la que enfrenta cada día, a pesar de los miedos, las restricciones y las adversidades. 
En su vida, el proceso de trasplante de órganos se convierte en un faro de esperanza, un rayo de luz que no solo ilumina su camino, sino también el de miles de personas que, como ella, luchan con valentía contra enfermedades que amenazan con arrebatarles sus vidas.

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