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Noticia
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La historia del políglota indígena del país que ya habla nueve lenguas y quiere aprender más
Desde el Guaviare y el Vaupés, Marcelo Muñoz trabaja por la preservación lingüística. Es profesor y quizás el único políglota de lenguas indígenas del país.
Marcelo Muñoz es un fiel protector de la tradición indígena. Su rostro está pintado con el ‘carayurú’, una mezcla roja artesanal que sirve, según sus creencias, para proteger el espíritu del cuerpo.
Archivo Marcelo Muñoz Foto: Achivo Marcelo Muñoz
Yü, en español ‘yo’, es una de las palabras más cortas que recuerda Marcelo Muñoz López entre las nueve lenguas indígenas que domina. Muñoz es originario de Yapú, territorio del departamento del Vaupés en la frontera colombo-brasilera, y el resultado de la mezcla entre un tatuyo y una yurutí. Por esta razón, desde niño aprendió dos de las 65 lenguas indígenas que hay en Colombia y que son habladas por cerca del 5 por ciento de la población del país.
Pese a que en los departamentos de Vaupés y Guaviare el número de lenguas indígenas que se habla es notablemente alto (20 y 7 lenguas indígenas, respectivamente) en comparación con otras zonas del país, la extinción de estas lenguas sigue siendo una preocupación significativa.
La pérdida de hablantes, la presión cultural, el desplazamiento forzado y la violencia son factores que amenazan día a día esta columna vertebral de la identidad de los pueblos indígenas.
De acuerdo con el Atlas de las Lenguas del Mundo en Peligro de la Unesco, aproximadamente el 60 por ciento de las lenguas indígenas en Colombia están en peligro de extinción. Esto significa que de las 65 lenguas indígenas, alrededor de 40 se encuentran en diferentes grados de riesgo, desde vulnerables hasta en peligro crítico. Esto llama la atención cuando Colombia, según datos del Instituto Caro y Cuervo, ocupa el segundo lugar, después de Brasil, con el mayor número de lenguas originarias de América Latina.
Pero la extinción de las lenguas nativas es también un fenómeno global. Se estima que de las 7.000 que hay en el mundo, una desaparece cada dos semanas, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), lo que representa una pérdida significativa de diversidad cultural y lingüística.
Muñoz, de ojos almendrados oscuros, de 45 años de edad y de ellos al menos 25 dedicados a la docencia, se ha convertido en el vivo ejemplo de que sí es posible aprender no solo una, sino varias lenguas, y enseñarlas, para así ayudar a la preservación y la revitalización de estas.
¿Cómo llegó a saber nueve lenguas indígenas? ¿Y cuáles son estas?
Yo trabajaba dos años en una institución, tres años en otra... Entonces, si yo me quedaba dos años en una institución, digamos, del pueblo kubeo, pues resultaba hablando en lengua con ellos. Mejor dicho, como uno es el único que habla español, entonces ellos no le entienden y ¿cómo le toca a uno? Le toca aprender a hablar. Por eso siempre he dicho que las lenguas nativas se aprenden hablando. Muchos dicen “no, es que hay que morder la lengua de la kubea (serpiente) y uno aprende automáticamente a hablar la lengua” y no, eso son tabús. La lengua se aprende es hablando.
Así, yo comencé mi proceso en una comunidad colona del Apaporis. Me acuerdo mucho que era un pueblo colono porque era la época de la coca. Ahí no pude aprender nada si soy sincero. Luego tuve la oportunidad de trabajar con un pueblo que se llama tuyuca, al ladito del Brasil. Entonces en el pueblo, los niños mayoritariamente, eran tuyucas y bará y yo era el profesor de preescolar. En ese momento yo sí hablaba mi tatuyo y hablaba mi yurutí y me parecía que el tuyuca era casi igual al yurutí. Sin embargo, cambiaba la parte del acento, la fonología y algunas palabras. Entonces me dio duro, para qué, pero sí. Cuando llegué, me quería regresar porque todos los días me hablaban (los niños) en tuyuca y yo decía: “¿Será? Es que ellos ni me entienden, ni yo los entiendo”.
¿Y cuándo fue eso?
Eso fue en el 2000. Entonces, los chicos entusiasmados me enseñaron. Me decían “Profe, diga así esto. Diga así lo otro”. Y en ese año aprendí el bará y el tuyuca porque ellos constantemente me hablaban y yo también. Nuestra clase era en lengua: cantábamos en lengua, bailamos en lengua y así aprendí el bará y el tuyuca.
Después llegué a una comunidad tucano. Ahí también tuve el grado preescolar. Los chicos me hablaban en tucano y a mí se me iba –cuando hablaba con ellos– el tuyuca, el bará, el tatuyo y el yurutí. Entonces me decían “no, eso no se dice así”. Duré tres años allá y aprendí perfectamente el tucano. Luego tuve la oportunidad de trabajar en una escuela de los carapana y aprendí el carapana. Entonces en cualquier espacio de aprendizaje donde hubiese el tucano, el yurutí, el bará, el carapana, el tuyuca, yo podía comunicarme en las cinco lenguas y la gente decía “Uy, el profe habla muchas lenguas, parece un pájaro arrendajo”. Ahora que estoy con los pueblos curripakos estoy tratando de aprender la lengua de ellos y mi meta es aprender por ahí unas dos o tres más.
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Marcelo Muñoz es un fiel protector de la tradición indígena. Su rostro está pintado con el ‘carayurú’, una mezcla roja artesanal que sirve, según sus creencias, para proteger el espíritu del cuerpo.
Archivo Marcelo Muñoz Foto:Achivo Marcelo Muñoz
Cuando Muñoz habla del arrendajo se refiere a una especie amazónica que imita a varios animales. Esta ave ha sido utilizada por varios pueblos como una tradición para aprender lenguas; pues, según el conocimiento ancestral, al sacarle la lengua a esta especie y dársela a los niños, les da mucha más habilidad para aprender otras lenguas e incluso idiomas. Aunque esto realmente es solo un mito, lo cierto es que sí se puede decir que Marcelo Muñoz es el ‘arrendajo’ del país, pues también aprendió el desana, el siliano, el makuna y el piratapuyo.
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¿Usted sabe otras lenguas extranjeras como inglés, francés...?
Sí, cuando yo viajé a Europa (con el Ministerio de Educación para Dinamarca a representar los proyectos etnoeducativos en la COP15) me dieron clases de inglés, francés y danés unas tres horas, porque claro, iba para el exterior. La misma necesidad que tiene el cuerpo, el espíritu, hace que el cerebro acelere el aprendizaje. Yo decía: “Nadie va a hablar por mí, tengo que irme a Francia y tengo que aprender francés” y a las 12 horas de vuelo, yo iba diciendo en inglés: “Buenos días, yo soy de Colombia, soy indígena del pueblo amazónico, vengo a la Cumbre”.
¿Para qué le ha servido saber tantas lenguas?
El beneficio ha sido para mí porque me ha permitido relacionarme más directamente con la gente, hablar en su lengua. La gente cuando habla en su lengua se siente bien, con confianza. Beneficios económicos, ninguno. Es más bien algo personal.
¿Ha tenido que traducir al español algo que le estén diciendo a un indígena?
Sí, miles de veces porque ha habido compañeros que han estado en estrados judiciales y otros han afrontado algún estado de salud grave. No le gusta mucho a la gente que uno haga la interpretación porque ellos piensan que uno les está traduciendo lo que uno piensa y no, uno no traduce lo que uno piensa, uno tiene su ética para traducir.
¿Hay diferencias notables entre las lenguas que usted sabe?
Hay algunas palabras que son afines, como por ejemplo en tucano se dice ‘vãti’ (diablo), en tatuyo, en tuyuca y en carapana es la misma palabra, pero cambian la pronunciación y el acento. Es como cuando usted escucha hablar a un argentino, a un español, a un venezolano y a un colombiano, o sea, el acento va a ser totalmente diferente. Así sucede también con las lenguas porque hay algunas en las que no utilizan la ‘s’. En unas lenguas mezclan la ‘X’ con la ‘L’…entonces suena ‘Xcla’, o sea tiene que brotar del aparato fonador. Además, si usted no pronuncia bien la palabra puede terminar diciendo una grosería. Por ejemplo, en el caso de los kubeos, cuando usted va a enseñar la suma y la resta, no puede decir “minuendo” ni “sustraendo” porque son términos que refieren a los aparatos genitales en esa lengua.
Desde su experiencia, ¿cuál es la situación de las lenguas indígenas?
En este momento, precisamente en el trabajo que se ha venido desarrollando en el departamento del Vaupés, desde preescolar, se ha identificado que hay un acelerado descuido de la lengua nativa. En Guaviare yo asesoro a seis resguardos indígenas en temas de etnoeducación y en ese trabajo, uno nota que prácticamente en algunos resguardos en unos cinco o seis años aproximadamente las lenguas nativas desaparecerían del departamento del Guaviare. Entonces es algo muy preocupante y por eso desde la educación propia (tradicional) se pretende que se pueda implementar la Ley de Lenguas (Ley 1381 de 2010).
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Tenemos en común el español, ¿por qué preservar las lenguas indígenas?
Lo que pasa es que cuando se pierde una lengua, se pierde un pueblo, se pierde una historia. Entonces cuando una persona pierde la identidad, ya no puede rezar, ya no puede hacer las curaciones, ya no puede danzar. Porque al mundo blanco le gusta es destapar secretos y nuestro pueblo se guarda todos esos secretos milenarios a través de la lengua. Por eso es que tampoco le refuerzo mucho a la gente que escriba, sino más la parte oral, porque si está escrito, alguien va a tratar de traducir y ahí se perdería el secreto de los abuelos.
Marcelo Muñoz es un fiel protector de la tradición indígena. Su rostro está pintado con el ‘carayurú’, una mezcla roja artesanal que sirve, según sus creencias, para proteger el espíritu del cuerpo.
Archivo Marcelo Muñoz Foto:Achivo Marcelo Muñoz
¿Qué desafíos ha enfrentado al hablar estas lenguas en un contexto dominado por otro idioma?
Pues el desafío ha sido porque dicen “hábleme en español. ¿Usted qué está diciendo?”. Entonces yo me pregunto: ¿qué mente humana puede pensar que cuando uno habla en la lengua nativa, uno le está ofendiendo?
¿Le ha pasado eso?
Eso ha pasado. Por ejemplo, uno habla en lengua en un restaurante o en un hotel y todo el mundo le queda mirando y piensa que lo van a robar o cosas así. Pero nunca he escuchado decir: “Oiga, señor, ¿usted está hablando en lengua? Tan bonito eso”.
¿Va cambiando la lengua indígena?
No, no cambia. Cuando se cambia se pierde la originalidad. A no ser que se mezclen, por ejemplo, si yo me caso en este momento con una nukak, yo aprendería esa lengua y tal vez se mezclarían esas palabras… dicen eso. Pero cuando uno vive en el mundo del cambio es capaz de cambiar el celular, la novia, el carro, la mamá, el territorio.
¿Cómo ve el español frente a las lenguas indígenas?
El español enreda mucho. Para decirle a una mujer que es bonita en español, usted puede utilizar “eres hermosa, bella”... hay tantos términos para decirle lo mismo. En cambio, en la lengua esa frase es directa, es una sola palabra. Un ejemplo: ‘Añugo’ (bonita), y ya no hay otro sinónimo, en cambio en español hay demasiados.
¿En cuál lengua se demora más en armar una oración?
Me demoro más en español porque tiene adjetivos, tiene verbos, tiene sustantivos, tiene artículos, tiene conjugaciones. En cambio, en la lengua no existe eso. Por ejemplo, yo diría “agua quiero”, esa es la traducción que se haría literalmente de la lengua porque en la lengua se dice primero el objeto que usted quiere.
¿Esas lenguas que usted sabe tienen canciones o también poesía, trabalenguas, refranes?
Todas las lenguas tienen eso. Uno piensa que solamente el español es el que tiene poemas, retahílas, cuentos, chistes…pero todas las lenguas lo tienen (canta una versión de 'jingle bells' en lengua indígena).
¿Cuál es su palabra favorita en esas lenguas?
No tengo una palabra especial. Todas las palabras que uno aprende son muy bonitas. Todo tiene un significado y transmite una energía. Si yo digo que una palabra me gusta más, las otras se ponen celosas, entonces no puedo juzgar.