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Ana Alcolea: una viajera con las palabras hasta la Segunda Guerra
La ganadora del Premio Cervantes Chico habla de su libro 'Viaje a las estrellas doradas'.
Los jóvenes judíos del libro enfrentan la ausencia de sus padres, recluidos en campos de concentración. Foto: AFP
La escritora española de literatura infantil Ana Alcolea suele comenzar sus charlas con los niños contándoles que, desde el sofá de su casa, ella ha cazado ballenas. Los menores, de inmediato, abren sus ojos sorprendidos y se maravillan. En la mente de un niño todo es posible.
“¿Y por qué creen que lo he logrado?”, les pregunta la autora a sus pequeños contertulios. Entonces, de las muchas cosas divertidas que ellos contestan, alguno le dice: “Por tu imaginación”. La autora les responde: “¡Claro! Porque he leído un libro que se titula Moby Dick”.
Para la escritora, ganadora en el año 2016 del Premio Cervantes Chico, uno de los más prestigiosos para este género en la lengua española, las palabras son una metáfora de “viajar”, invitación que siempre extiende a sus jóvenes lectores. Precisamente, su libro más reciente se titula Viaje a las estrellas doradas.
“Siempre busco hacerles ver a los niños y jóvenes que la palabra es un viaje hacia el interior de nosotros y hacia el exterior. Y que los libros son un espejo en el que nos miramos, que nos devuelve una imagen nuestra que es diferente para cada cual y que va cambiando a lo largo del viaje de nuestra vida”, dice.
Precisamente, en su nuevo libro, Alcolea lleva en la máquina del tiempo a los jóvenes hasta la Segunda Guerra Mundial, en donde Cecilia y Thomas, los dos adolescentes protagonistas, de origen judío, deben afrontar la ausencia de sus padres, apresados por las fuerzas de la SS.
El libro reflexiona sobre la magia de las palabras para llevar a las personas a otros mundos. En especial, aquellos que se ven privados de su libertad, como ocurrió con los judíos apresados. Foto:AFP
Ellos se salvan gracias a que una familia alemana los acoge y esconde en su casa. Desde allí, Cecilia inicia una comunicación con su novio italiano, a través de cartas cuyos mensajes viajan en un lenguaje cifrado, en clave operática, que aprendió de su padre, un destacado músico.
La génesis de la novela se remonta a un viaje que Alcolea hizo a Génova (Italia), en donde tiene familiares. Allí, una amiga la llevó a una hermosa villa de unos conocidos suyos, que curiosamente había sido la sede de la firma del armisticio en la Segunda Guerra Mundial, un día antes que en el resto de Italia.
Siempre busco hacerles ver a los niños y jóvenes que la palabra es un viaje hacia el interior de nosotros y hacia el exterior
La escritora está preocupada por el desconocimiento que muchos jóvenes tienen de este período de la historia, que no se puede olvidar. “Cuando les doy charlas sobre este libro y otros míos ambientados en esa época, me doy cuenta de que cada vez saben menos”, anota.
De otro lado, la trama de la novela también toca la idea de la libertad interior, cuando se vive una situación de encierro obligado, en donde las palabras son la fórmula salvadora para evadirse a otros mundos.
Ana Alcolea (Zaragoza, 1962) ganó en 2016 el presitigioso Premio Cervante Chico, de la categoría infantil y juvenil. Foto:Claudia Rubio/EL TIEMPO
“Estas personas se contaban historias para sobrevivir. Hace tiempo leí que la novia de Frank Kafka, que murió en los campos de exterminio, solía contarles a sus compañeros las novelas que había leído”, cuenta.
Si bien la novela tiene como telón de fondo un hecho complejo, Alcolea dice que su interés no son tanto los datos, que los jóvenes hallan en los libros escolares, sino el conflicto interior de los personajes.
“Es lo que Antonio Machado llamaba los universales del sentimiento, que todos tenemos. Entonces yo me meto ahí. Y sé que esa parte esencial es la misma que puede tener un adolescente colombiano o mexicano”, anota Alcolea.
Al pensar en su niñez y juventud, la escritora, que se formó en Filología Hispana e Inglesa, recuerda que no tenía un abanico de oferta literaria tan abundante como lo tienen hoy los jóvenes.
Creo que todos estamos de acuerdo en que hay que mimar la literatura infantil y juvenil, porque son los hombres y las mujeres pensantes del futuro.
“Mi padre compró en casa libros para sus hijos que tal vez él no había podido leer, pues debió trabajar desde los 12 años, en ese contexto de la guerra civil española. Entonces, nos dio enciclopedias, los clásicos rusos y ses, que me leí por completo”, recuerda.
Y aplaude lo que se vive hoy: “Es un momento hermosísimo porque yo creo que todos estamos de acuerdo en que hay que mimar la literatura infantil y juvenil, porque son los hombres y las mujeres pensantes del futuro”, concluye.
Al hablar del honor de recibir ese premio que lleva el nombre del autor del Quijote, Alcolea se siente orgullosa porque el jurado tuvo en cuenta no solo su obra.
“Para mí fue una sorpresa, no me lo esperaba. Fue muy lindo que también me lo dieran por mi labor de divulgación, que yo hago constantemente en institutos y colegios, llevando ese amor por las palabras”, concluye.