Cita: “La creación de un idioma es un proceso evolutivo en el que se conjugan diversas corrientes lingüísticas a lo largo de los años” (Moisés Wasserman).
Comentario: Así es. El idioma español no comenzó en el breviario de un monje de San Millán de la Cogolla, sino que ahí quedaron registradas las primeras formas escritas del idioma que iba dando forma al español. Muchos siglos antes de esos trazos emilianenses, encontramos a los barbados habitantes de Iberia usando palabras como Echeverri, aquelarre, izquierda. Cuando llegan los romanos, en el siglo II a. C. imponen el latín, que da lugar a voces españolas como Lucila, maestro, alumno, pan, diestra y siniestra.
De paso llevan el léxico de la ya conquistada Grecia, Gregorio, democracia, lógica, drama. Terminado el Imperio romano, en el siglo V, llegan a Hispania las diversas tribus germanas, y con ellas arriban voces como Alberto, Germán, Berta, guerra, bigote, ¡alto! Tras la cristianización de los germanos, aparecen por esas tierras los árabes, con su avanzada cultura y sus hermosas palabras, Zoraida, Ómar, azul, alquimia, aritmética, álgebra, acueducto, algodón, algarabía, ¡ojalá!
En el siglo XV, los españoles que acompañan a Colón en su búsqueda de una nueva ruta para llegar a India se encuentran con un continente con numerosas lenguas y realidades que enriquecen el idioma. La primera palabra que aprenden es canoa, pues deben abordar una para ir desde sus naos y carabelas hasta la playa. Y luego, bohío, tomate, aguacate, chocolate, tabaco, chicle.
Cuando llegan a tierra de los chibchas oyen hablar de Bacatá, Tequendama, Bochica, Bachué, Fura, Tena. Les cuentan las historias del dios Xué y de la diosa Chía. Y conocen la ruta del Moxa y el Fu, desde Fontibón hasta Sogamoso, donde guarichas y guaches son sacrificados en honor al dios supremo, Chimichagua.
Los españoles regresan a España con monedas de oro y plata y con productos desconocidos, como la yuca, la arracacha y la papa, nombre quechua que cambian por patata, para evitar confusiones incómodas con el título del sumo pontífice de la Iglesia católica.
En el siglo XIX nuestra lengua se enriquece con vocablos de origen francés, como mesón, jamón, champiñón, y luego y hasta nuestros días con la influencia del inglés. Del idioma de Shakespeare tenemos voces como escáner, eslogan, estand, a las que hubo que agregarles la e de apoyo; nailon, rali, penalti, a las que hubo que cambiarles la i griega por i latina; clic, crac, coctel, a las que se les quitó la k; córner, pícnic, sándwich, a las que se les agregó la tilde; internet, blog, web, que pasaron sin cambio alguno.
FERNANDO ÁVILA*
*Experto en redacción y creación literaria
@fernandoav