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‘Debemos hacer las preguntas para diferenciar la verdad y la mentira’

El economista Tim Harford explica por qué los números, como las palabras, pueden ser engañosos. 

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Bolsa de valores de Tokyo Foto: GETTY IMAGES

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Tim Harford es conocido por su columna ‘El economista camuflado’, en Financial Times, donde revela ideas económicas que se esconden detrás de experiencias cotidianas.
En esta entrevista habla, entre otras cosas, sobre por qué los seres humanos somos propensos a mentir, y menciona algunas claves, que aparecen en su reciente libro Diez reglas para comprender el mundo, para que seamos mejores consumidores de información.
Usted ha escrito en sus columnas que estamos en la era de oro de la desinformación, ¿cree que esta realidad llegó para quedarse?
Siempre hemos tenido noticias falsas. Si por noticias falsas nos referimos a la gente que nos dice mentiras, creo que siempre lo haremos. Pero las cosas pueden empeorar o mejorar. En este momento, creo que el problema es que estamos muy polarizados. Estamos muy dispuestos a creer las cosas malas del otro lado. Somos muy desconfiados y la gente cree en las noticias falsas porque en realidad también se trata de no creer en las principales fuentes de autoridad.
Otro problema es que estamos muy distraídos. Estamos constantemente bombardeados por todo tipo de información diferente que llega todo el tiempo y exige una respuesta rápida y, a menudo, emocional. Entonces, aunque no creo que alguna vez podamos deshacernos del problema, sí podemos hacer cosas para aliviar la polarización, mejorar la confianza.
En el debate acerca de cómo saber si algo es cierto o no, siempre se busca apoyo en las estadísticas, ¿pero por qué dice que los números también son engañosos?
Son como las palabras, en realidad. Son una manera de describir el mundo. Y una persona puede describir el mundo de una manera falsa, usando tanto palabras como números. Ahora bien, si llegamos a un punto donde creemos que todos los datos y las estadísticas son mentiras, tenemos un gran problema porque las estadísticas son una herramienta muy importante.
Las personas debemos aprender a hacer las preguntas necesarias para diferenciar entre la verdad y las mentiras.
¿Cuáles son las reglas para consumir información de una forma inteligente?
Lo puedo simplificar y darte tres reglas. Las ‘tres ces’: calma, contexto y curiosidad. Cuando leemos un titular noticioso o una publicación en las redes sociales, debemos estar calmados. Muchas veces, estas publicaciones están diseñadas para apelar a nuestras emociones, para hacernos sentir enojados o asustados. Y cuando estamos emocionados, no pensamos claramente.
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La segunda C es contexto. Y simplemente significa hacer preguntas como: ¿es esta cifra que estoy viendo grande o pequeña? ¿Es un número que viene aumentando o decreciendo? ¿De dónde salió? ¿Qué exactamente es lo que se está contando? Son preguntas bien sencillas, pero si las hacemos y conseguimos las respuestas, tendremos una idea mucho más clara de lo que está sucediendo. Y, finalmente, está la curiosidad, que me parece tan importante porque es adoptar la actitud que dice ‘yo quiero usar esta estadística para entender el mundo, en lugar de para ganar una discusión política’.
¿Por qué los seres humanos tenemos una propensión a automentirnos?
Hay un estudio fascinante que yo describo en mi libro, en el que un economista del comportamiento le pidió a la gente hacer pronósticos. Pero los pronósticos que hacían siempre eran sobre un resultado que les diera una recompensa. Entonces, si el alza de un precio les beneficiaba, pronosticaban que el precio subiría. Si la caída de un precio les daba una recompensa, pronosticaban que el precio bajaría.
De modo que las creencias y percepciones de la gente se regían por lo que querían que fuese verdad. Y esto es muy importante cuando piensas, por ejemplo, en la política... Yo quiero que la persona por la que voté para ser presidente sea una persona buena, fuerte, sabia y honesta. Y si surge evidencia de que esa persona no es sabia ni honesta, me esforzaré para poner en duda esa evidencia. Así, mis percepciones están siendo gobernadas por lo que yo desearía que fuese verdad.
En los últimos años, debido a la polarización, las crisis económicas y ahora a la pandemia, se habla mucho sobre cómo cambiar el comportamiento de la gente, y hay una escuela de pensamiento que promueve la idea de los incentivos materiales, el problema está en cómo y cuándo son necesarios esos incentivos, ¿usted qué opina?
El poder de los incentivos es que, en tiempos normales, existe una economía donde el sistema de precios –la oferta y la demanda de todos los diferentes productos, los miles de millones de productos disponibles en el mundo– da un incentivo natural a todos al conservar recursos que son costosos, para tratar de encontrar opciones más eficientes, para pensar con sensatez en los residuos y las prioridades. Por eso los economistas como yo a menudo pensamos en incentivos, porque cuando la economía está funcionando normalmente, es capaz de lidiar con ellos con una complejidad asombrosa a través del sistema de precios.
Si el alza de un precio les beneficiaba, pronosticaban que el precio subiría. Si la caída de un precio les daba una recompensa, pronosticaban que el precio bajaría,
Pero creo que es importante entender que esta no es la única forma de motivar a las personas. Y cuando los tiempos son realmente difíciles, piensas en los bloqueos que se han impuesto en todo el mundo, creo que debemos entender que la gente asumirá la responsabilidad de la acción social. Responderán a la educación. Ellos responderán a las solicitudes amables de figuras con autoridad y a los llamamientos para hacer lo correcto. Entonces, en tiempos normales, los incentivos funcionan bien, pero creo que es posible hacer que la gente se mueva muy rápido y en la dirección correcta simplemente diciendo ‘esto es lo correcto, hágalo’.
Hay una polémica muy grande con respecto a la inteligencia artificial y los algoritmos; hay quienes dicen que es una amenaza para la humanidad, mientras otros dicen que nos va a ayudar a acelerar cambios positivos. ¿Dónde está usted en esa idea?
El problema con los algoritmos es que es como volver a los 1700, cuando existía la ciencia y la alquimia. La alquimia no llegó a ninguna parte, y la ciencia se convirtió en la base del mundo moderno. La diferencia es que la ciencia tenía normas de colaboración, transparencia y replicación. La gente compartía ideas. Ahora, en este mundo moderno, los algoritmos son como los secretos de los alquimistas. Nadie comparte y nadie aprende.
Y lo que me preocupa es que, aunque los algoritmos son muy poderosos y pueden resolver muchos problemas, no estamos aprendiendo ni tomando decisiones tan bien como deberíamos, porque no tenemos estas tradiciones de transparencia.
En su lugar lo que tenemos son gobiernos que dicen ‘oh, podemos utilizar un algoritmo para decidir quién sale bajo fianza y quién va a prisión’. O una gran empresa que dice: ‘Vamos a usar un algoritmo para que nos ayude a revisar los currículos y decidir quién recibe una invitación para una entrevista de trabajo’. Y en todos estos casos puede que los algoritmos funcionen o puede que no. Eso no lo sabemos. No han sido probados adecuadamente.
En una columna reciente, usted habla de la propensión que tenemos lo seres humanos a prometer mucho más de lo que podemos hacer, ¿por qué pasa eso?
Hacemos demasiadas promesas, incluso a nosotros mismos. Si haces una lista de todas las cosas que quieres hacer en un día, luego al final del día seguramente miras la lista y te das cuenta de que la mayoría de las cosas no las has logrado hacer. Esto es lo que los economistas del comportamiento llaman ‘la falacia de la planificación’. Las cosas nos toman más tiempo del que calculamos. Y la razón parece ser que siempre hay algún retraso o problema.
Pero cuando lo imaginamos en nuestras mentes no podemos ver todas las diferentes posibilidades. Así que siempre somos muy optimistas. ¿Hay alguna solución? Sí, puedes considerar tu experiencia previa de manera muy rigurosa. Puedes decir: ‘La última vez que hice este proyecto, este fue el tiempo que tardé’. Luego, es más probable que hagamos pronósticos precisos sobre lo que realmente vamos a conseguir.
Debería decir, por cierto, que esto también ha afectado los resultados del programa de vacunas contra el covid-19. Los fabricantes de vacunas dijeron que podrían producir cientos de millones de dosis, quizás hasta ochocientos millones de dosis, para finales de 2020. Y creo que realmente creyeron que era posible. Pero, en realidad, para finales de 2020 habían producido solo veinte o treinta millones de dosis. Y es la misma historia con los grandes proyectos de infraestructura, con los Juegos Olímpicos, con todo. Hay que saber que los proyectos complicados tardan más de lo que pensamos.
La humanidad está viviendo un momento único, en el que hay cambios que no tienen precedentes, desde el clima hasta la pandemia, pasando por las relaciones de poder entre países, ¿cómo ve este momento que está viviendo la humanidad?
Soy optimista. Creo que se trata de problemas graves, problemas enormes, pero nos hemos ocupado de problemas enormes en el pasado. Pienso en las guerras que ha enfrentado la humanidad, las enfermedades, la pobreza aplastante, la amenaza de una guerra nuclear.
Una y otra vez hemos logrado encontrar formas de superar estos problemas. Creo que podremos encontrar nuevamente cómo superarlos. Una vez más, los seres humanos tienen una enorme capacidad para innovar y adaptarse, y también tienen la capacidad de cuidarse unos a otros y hacer lo correcto. Así que miro hacia el futuro y estoy nervioso, pero siento que podemos hacerlo.
MOISÉS NAÍM
Especial para El Tiempo

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