Deysa Rayo: un 'mientras tanto' en la radio colombiana que ha durado 35 años

Deysa Rayo empezó en la radio trasnochando. A que no me duermo fue su primera incursión, en 1989, cuando tenía 21 años y estaba estudiando Derecho. Desde la medianoche hasta las 6 de la mañana recibía llamadas de noctámbulos por obligación o por convicción.

–Le tengo una buena y una mala noticia –le dijo Armando Plata, en ese entonces director de la naciente Radioacktiva, de Caracol.

–La buena es que usted es la escogida para el puesto, la mala es que le toca el turno de la noche.

“Era el turno bombillo”, recuerda Deysa. “Yo lo pensé como un ‘mientras tanto’, ya estaba por graduarme, andaba en los preparatorios. Pero me quedé (...), el ‘mientras tanto’ fueron 35 años”.

La tesitura de la voz de Deysa Rayo es inconfundible: suave, ligeramente ronca, elocuente. De niña y adolescente era terriblemente tímida, y acabó en unos cursos de locución por sugerencia de su papá. “Él me decía que los abogados tenían que aprender a hablar, y me metió a una academia de locución que se llamaba Arco, para que yo complementara, que hablara bien, que me expresara ante el público. El propósito no era que me quedara en los medios”, dice.

Hija del músico y compositor colombiano Marco Rayo, es la menor de cuatro hermanos, uno de ellos es pianista y el otro bajista. Su hermana se decantó por la economía. Deysa no toca instrumentos ni canta, pero desde muy pequeña estuvo a su lado, escuchándolos. Su voz y el amor por la música que creció en ella fueron sus formas de conectar. “Mi papá siempre fue y estuvo muy feliz de que yo estuviera en la radio”. Su tono se transforma: él falleció en 2011 y no haber registrado sus memorias le quedó como un pendiente en la vida.

Nunca ha ejercido el Derecho, pero sí terminó la carrera –cinco años más tarde que sus demás compañeros–; en cambio, su voz se convirtió en el símbolo femenino de una corriente que en los 80 cobraba una fuerza imparable, la radio juvenil de una época sin internet y sin celulares, cuando era el medio –quizás el único y el más barato– para conectar y escuchar a los ídolos del momento.

De Radioactiva –en donde estuvo hasta 1994– pasó a la básica de Caracol Radio; luego saltó a La X (de la cadena Todelar); permaneció una década en 88.9, en el inolvidable y pionero de los programas mañaneros de variedades El zoológico de la mañana –que tal vez sea su trabajo más recordado–; volvió a Caracol para hacer espacios más familiares; trabajó unos días en Bésame (antes de que la acabaran), presentó sones, paseos y puyas en La Vallenata, y estuvo con Claudia Gurisati, en La FM Noticias. “Eso fue un golpe tan duro, imagínate, yo solamente me reía en El zoológico o en Radioacktiva, ese era mi gran aporte (se ríe), y llegar a noticias, a cubrir cultura fue un gran aprendizaje”.

Nacida en Bogotá, hace 57 años, Deysa está muy cerca de alcanzar su pensión. Pero en sus planes no figuró que serían días de más trabajo o de tener que madrugar para ir a laborar. En los años recientes, se ha dedicado a informar y contar sobre el agro, en programas como El campo en la radio, que empezó siendo un espacio de la Radio Nacional y ahora se transmite en simultánea en televisión, a través de Señal Colombia, de lunes a viernes, entre 4 y 6 a. m.

“Vieras la cantidad de gente que nos a –cuenta Deysa, que comparte la presentación del programa con la periodista Gloria Morad–. Aquí me llaman tantos campesinos, me dicen que soy la reina del campo. Hasta a los animalitos los bautizan con mi nombre, me hablan de ‘la vaquita o de la oveja Deysa’, me hacen reír mucho. Los campesinos son lo más auténtico que podemos tener”.

La locutora y presentadora cuenta que a veces no sabe si lo que vive en su día a día lo soñó o le pasó en realidad. Por su trabajo y su estilo de vida, se acuesta y se levanta dos veces a diario. Para estar lista a las 4 de la madrugada, abre los ojos a las 2:30 de la mañana. “Lo primero que les dije a los del programa es que si me hacen madrugar, ténganme tinto”, cuenta. Al finalizar la emisión, desayuna con el equipo y participa en un consejo de redacción. Ya va una levantada. Luego, regresa a su casa y duerme, hasta las 10 u 11 de la mañana. Ahí viene la segunda levantada. “Yo me sigo acostando tarde, entonces necesito esa siestica larga (...). Además, tengo un hijo, ¡qué me voy a acostar a las 8 de la noche! Quiero compartir con él. Es una rutina un poco rara, la verdad”.

El campo en la radio aborda temas sobre cultivos, cuidado de animales, técnicas para el agro, el clima o las últimas novedades en sembrados; pero también costumbres, recetas, platos autóctonos, las huertas y el arte campesino. “Creo que cuando me retire, me voy de campesina. A mí ese tema me emociona, la verdad le he cogido mucho amor, y ahora con este reto de madrugar y hacerlo por televisión pues es bonito”.

Desde las épocas en las que su papá y sus hermanos ensayaban en la sala de su casa, Deysa hacía las veces de groupie. “Ellos tenían una orquesta, y yo era feliz sentada en medio de los músicos, viendo cómo sonaban las trompetas, yo les llevaba el tinto, la limonada”, recuerda. Su conexión con la música es hasta el tuétano.

Por eso nunca ha dejado de lado las historias de los músicos y de sus creaciones y ahora, en paralelo a El campo en la ciudad TV, después de haber sido DJ durante muchas décadas, y de hacer el programa radial El atardecer, al lado de Luisa Piñeros, está En clave con Deysa, un proyecto multiplataforma (TV, videopódcast y radio), que rescata relatos de artistas locales, como el llanero Walter Silva; Ilona, que está de vuelta, y Beto Jamaica, el primer rey vallenato bogotano, que ya pasaron como invitados.

“Me parece que tanto los músicos que tienen reconocimientos como los que no se merecen un espacio y en la radio no lo tenían: una entrevista de fondo, deconstruir su historia, la memoria, cómo empezaron, sus primeros años, las historias de las canciones”.

Y Deysa siente que le debe mucho a la música: gracias a ella forjó una carrera y un nombre; conoció al papá de su hijo –Eduardo Perdomo, locutor de 88.9 que falleció cuando su pequeño tenía 7 años– y le sigue abriendo puertas, como el chance de revivir El zoológico de la mañana, en versión pódcast, con sus compañeros de la Superestación en Spotify.

–¿Usted cree que nació con la vocación para ser locutora?

–Para nada. Pero eso también es esperanzador, porque la gente que dice que no tiene talento, pues en el camino a veces uno lo encuentra.

El tema de la pensión queda en remojo. Lo que se le cruza por la cabeza es la posibilidad de aprender a tocar un instrumento. “Yo me río mucho porque mi hermana –una exanalista bancaria– está que practica la guitarra porque quiere darnos un concierto. Nunca es tarde para empezar algo; yo, por ejemploo, me fui a los 55 años a España a estudiar, siento que ese sentimiento juvenil que viví en los 90 me ha acompañado y me revitaliza. Claro que siempre hay unos momentos tristes, igual, difíciles, pero si están acompañados de música siempre serán más llevaderos”, puntualiza.

SOFÍA GÓMEZ G.

REDACCIÓN CULTURA EL TIEMPO

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