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'He intentado que la música sea un retrato de la realidad': Edson Velandia

El músico cuyas canciones acompañaron la protesta social fue invitado a la charla ‘El cine y yo’.

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Solo faltó la guitarra: el acompañamiento de aplausos y gritos eufóricos, con una frecuencia y un volumen inéditos en la charla ‘El cine y yo’, acompasó las palabras del músico Edson Velandia.
Bastó con que se presentara para desatar el concierto de ovaciones que envolvió sus anuncios: “El 11 de noviembre lanzamos un disco con Adriana Lizcano, que se llama ‘Panfletos’ y contiene todas las canciones que hicimos durante el gobierno anterior, haciéndole resistencia”.
El título del álbum no puede ser más preciso, pues con motivo de las movilizaciones sociales los estribillos de este músico santandereano se convirtieron en panfletos de protesta, con cantos como ‘El infiltrao’, ‘Todo regalao’ e ‘Iván y sus bang bang’. “Todas esas canciones panfletarias son una concesión hacia eso: a los lenguajes más populares, mucho más reconocibles por el público”, dijo Velandia.
No obstante, el espacio de la Cinemateca de Bogotá se llenó más de películas que de canciones, pues el músico reveló un conocimiento profundo del séptimo arte:
¿Dónde vio sus primeras películas?
En Bucaramanga, donde ahora es el Teatro Santander, que en esa época lo habían convertido en salas de cine. Iba con mis padres o con una tía que solía llevar a cine a los sobrinos. Programaban cine mexicano, me acuerdo de que había mucha gente viéndolo, las filas eran muy largas.
¿Cómo estaba compuesta su familia?
En ese momento, éramos mis padres y tres hermanos. Yo soy el segundo y la tercera es una mujer. Mi hermana ha hecho música pero no se dedicó a eso, ella es psicóloga. Y mi hermano menor es bailarín y profesor de folclor.
¿Vivían en Piedecuesta?
Sí, en un barrio llamado Cabecera del Llano. Que es diferente al Cabecera de Bucaramanga: este es de los ricos y el de Piedecuesta, de los pobres. Ahí tenemos ahora mismo un proceso con la biblioteca comunitaria La Bellecera.
¿Qué es La Bellecera?
Era un ‘elefante blanco’ que estaba al frente de mi casa materna. Esa vaina la hicieron y no la terminaron, estaba lleno de maleza, telas verdes de construcción... Pasó la pandemia y eso seguía ahí. Entonces, para un encuentro que creamos, el Festival de la Tigra del 2021, estaba buscando dónde hacer un mural y decidimos hacerlo ahí. Le pedí las llaves al alcalde, que por fortuna me ha acolitado, me facilitó la entrada y después de que entramos no nos salimos nunca. Ahí creamos una biblioteca pública, ya tenemos comodato y tenemos escuela de cine.
¿Y es solo para la gente de Piedecuesta?
Llega hasta un jugador uruguayo del Atlético Bucaramanga. Yo no estoy siempre, pero me contaban que iba Bruno Teliz, un futbolista. Como no sigo la liga, no sabía quién era. El tipo iba a las clases de ajedrez y luego, un colectivo montó una sesión que se llamó Literatura y fútbol. Allá llegó el hombre, resultó ser tremendo lector, melómano, cinéfilo y un gran futbolista. Es uno de nuestros cómplices.

El circo de la vida

Velandia ganó un Premio Macondo como mejor banda sonora por la película ‘Pariente’, de Iván Gaona.

Velandia ganó un Premio Macondo como mejor banda sonora por la película ‘Pariente’, de Iván Gaona. Foto:Juan David Cuevas. El Tiempo

En la década de 1990, Edson Velandia bebió de las aguas de los cineclubes, en particular del que creó la revista Sur, dirigida por el fotógrafo Nelson Cárdenas. De igual forma, en el auditorio de la biblioteca pública Gabriel Turbay, de Bucaramanga, conoció las cintas de muchos directores alemanes y rusos. Pero desde antes, lo había picado el bicho de la creación.
¿Cuándo llegó la música a su vida?
Como a los 15 años, me empezó a interesar la guitarra. El bibliotecario del colegio, Carlos Pereira, convidaba a los que veía ‘ganosos’ de la música o la poesía a su grupo de teatro, fuera del colegio. Aún existe el grupo, se llama Gestos. Pereira es un tipo que merece una película entera o un disco. Así sea un haikú.
¿Y él también lo inició en el cine?
Teníamos un cineclub con la misma gente con la que hacíamos teatro, también creado por Carlos Pereira. Veíamos muchas películas y las discutíamos, era el parche de ver cine. Para hablarlo, para aprenderlo. Luego, cuando estudiaba música en la universidad, a mediados de los 90, me metía mucho a la hemeroteca y al centro de documentación. Ahí me leía entera la revista ‘Kinetoscopio’. Y me metía a estudiar todo lo que podía sobre cine.
¿En qué universidad estudió?
En la Autónoma de Bucaramanga. Estudiar es mucho decir, yo era un vago total, no iba a clase por estar en la biblioteca leyendo y viendo cosas. Y también por estar de ‘profe’, dando clases para pagar el semestre. No iba a estudiar.
¿En qué momento nació su inquietud por los temas sociales?
¿Cómo no, mano? Creciendo en un barrio donde se aguanta tanta hambre y tanta necesidad, a la gente le toca parir tanto para salir adelante... Los papás de uno sin pensión y los abuelos, analfabetas. Y otros pingos con plata, abusando de la gente: ¿Uno qué más entiende? Y eso que nosotros teníamos comida y teníamos casa, una vida que uno consideraba normal. Pero había gente viviendo en la calle, comiendo mierda, pelados durmiendo en la calle, sin ropa y sin comida. Ahí uno se pregunta: ¿por qué pasa esto? Encontraba pelados de la calle haciendo fila para entrar a un circo. Sin zapatos. Yo me ponía a hablar con ellos y no podía creer que no tuvieran familia.
¿Le gustaba ir al circo?
Yo soy seguidor del circo. Incluso, mi padre trabajó en un circo, él es humorista. En alguna época estuvo en El circo de Bebé, en El circo de los Hermanos Monroy. A mi padre y a José Ordóñez Jr. los invitaron a ser parte del programa. Yo tuve la oportunidad de estar dentro de la carpa, en los camerinos, conocer. Y luego, cuando estaba con el grupo Cabuya pude entrar a El circo de Bebé, para grabar un videoclip y conocer a toda la gente. Así nació mi deseo de ponerle ‘rasca’ a mi música, porque en el circo les dicen ‘rasca’ a los payasos vagos.
Me hice amigo de los acróbatas, de los equilibristas, maromeros... Yo adoro el circo y tengo mucha iración por el arte circense, porque es vivir en itinerancia, llevarte tu familia en la carpa, que tus hijos crezcan haciendo ese mismo arte. Eso es lo que yo entiendo por artista: una persona que no solo descresta con su talento, sino que también sabe barrer y trapear. Y sabe montar la carpa.

El Festival de la Tigra

Con su acento santandereano y los vocablos de la tierra que lleva en la sangre, Velandia antepone el mensaje sobre la belleza en sus canciones: “Nunca he hecho nada pensando en otra cosa que no sea expresar alguna joda. Es una necesidad”.
Es natural que ese propósito haya calado en las juventudes que usaron sus versos en el llamado ‘estallido social’. “Es satisfactorio que lo que haces sirva para algo –reflexiona–. Pero sobre todo es una comprobación de que cumples el objetivo (...) Siempre he intentado que la música sea un retrato de la realidad. Mi intención directa fue que tuviéramos cantos en las marchas, herramientas para manifestarnos”.
¿Cómo nació el Festival de la Tigra?
A partir de un fracaso. En la movilización de 2016, en La Lizama, Santander, cerca de Barrancabermeja, había una concentración de campesinos. Y me invitaron a entrar al campamento, que era inmenso. Les dije: ‘Hagamos un festival’. Y organizamos uno llamado ‘Música pinga en la minga’. Montamos la tarima, invité a mis amigos músicos de Bucaramanga, nos fuimos en parche a tocar y no alcanzamos a hacerlo cuando a algunos de los líderes se les ocurrió cerrar la vía. Eso atrajo al Esmad y se armó la h... Se incendiaron todas esas lomas y no hubo festival. Nos tocó huir con los amplificadores, las guitarras y llovía torrencialmente. Fue una frustración muy grande. La única manera de resolverla era hacer un festival serio, que no lo pudieran tumbar. Ese es el Festival de la Tigra.
¿En Piedecuesta?
Sí. Y también fue una manera de recuperar otro sitio de allá que se llama ‘el elefante blanco’. Si tú dices: ‘Nos vemos en el centro cultural Daniel Mantilla’ no llega nadie. Si dices: ‘Nos vemos en el elefante blanco’, tampoco llega nadie pero todos saben cuál es. Y no llega nadie porque el teatro no tiene programación, intentamos tomárnoslo pero la politiquería no dejó. Por eso, tuvimos que tomarnos ese otro espacio que es el salón comunal donde hicimos la biblioteca La Bellecera.
Siempre he intentado que la música sea un retrato de la realidad. Mi intención directa fue que tuviéramos cantos en las marchas, herramientas para manifestarnos
¿Cómo llegó a musicalizar cine de Rubén Mendoza?
Nosotros nos conocimos como en 2007, a través de César ‘Coco’ Badillo, actor del Teatro La Candelaria. Nos generó mucha empatía que ambos estábamos trabajando el tema de los trabajadores en los semáforos. Yo tengo un corto que está en YouTube y se llama ‘Péreje’. Así es como decimos ‘Espérese’ en Santander. Rubén vio el corto en la época en la cual él estaba trabajando ‘La sociedad del semáforo’. Conoció mi música, le interesó y comenzamos a trabajar. Nos encarretamos de inmediato. Tenemos intereses muy parecidos con respecto a los temas sociales.
¿No sería más exitoso si viviera en Bucaramanga o Bogotá? ¿Por qué sigue en Piedecuesta?
Precisamente eso del éxito es una cosa tan relativa. Nunca he pensado en el éxito como una forma única, una meta de artista. Para mí ha sido mucho más encantador hacer la difícil. Siento que ahí está la gracia de la vida. Si sigues el curso de la regla tampoco te garantiza que te va a ir bien. Además, no me gustan las estrategias. Me gusta estar en el pueblo porque me sentiría mal de abandonarlo. Aquí están mis ‘cuchos’, mis hijos, mi esposa, mi familia. Mis montañas. Ahí está lo que a mí me interesa. ¿Para dónde me voy a ir si ahí es donde me necesitan? Ahí sirvo para algo.
(Una última recomendación de 'El cine y yo': Alejandra Borrero cuenta las batallas de su vida)

Más noticias A Fondo

JULIO CÉSAR GUZMÁN
(En Twitter e Instagram: @julguz)
Editor de la Mesa Visual

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