Las historias policiales fueron las que le dieron su marca en un principio. Antes de llegar al mundo de la literatura, Florencia Etcheves habitaba la noche. Saltaba de una escena del crimen a una comisaría, a una morgue o un cementerio. Sabía cómo olían estos lugares, qué se hacía y dónde estaba cada cosa, en eso se había convertido su vida. Por 25 años anduvo por este camino, hasta que un día se le ofreció la posibilidad de escribir una novela y desde entonces volteó los ojos hacia la literatura.
‘La virgen en tus ojos’ (Planeta, 2012) fue el libro que puso en marcha todo su proceso literario. Hasta entonces no había escrito más que para los diarios de Argentina, jamás se había embarcado en un proyecto tan grande como un libro, pero pensó que no sería tan complicado. Fue un proceso largo y tortuoso que por un momento la convenció de que la escritura de novelas no era para ella, prefería quedarse cómoda en el mundo periodístico que la había acogido durante tantos años. Pero lo que no esperaba era que la novela fuera un éxito rotundo. Después de eso, dio rienda suelta a su espíritu de escritora.
Desde entonces ha publicado otras cuatro novelas: ‘La hija del campeón’ (Planeta, 2014), ‘Cornelia’ (Planeta, 2016), ‘Errantes’ (Planeta, 2018) y ‘La sirena’ (Planeta, 2019). Incluso, algunas de ellas saltaron al mundo audiovisual, como Cornelia, que se estrenó en Netflix en 2018 bajo el título de Perdida y fue la primera producción argentina de esa plataforma. La película La corazonada tiene la misma historia, pero con La virgen en tus ojos. Ahora es el turno de ‘La cocinera de Frida’, una novela en la que Etcheves se embarca en una historia que transcurre en dos tiempos distintos y que juega con uno de los personajes icónicos de la cultura mexicana a la vez que enreda una trama policial alrededor de una herencia maldita.
¿Cómo fue pasar del mundo del periodismo al de la literatura?
Desde muy chica, cuando alguien me preguntaba qué quería hacer de grande, yo siempre decía que quería contar historias. Y empecé a estudiar comunicación porque en definitiva el periodismo es eso: la capacidad de contar historias. En el 2010, Ignacio Iraola, en ese momento director de Planeta, me propuso escribir un libro periodístico de algún tema que a mí me gustara y la verdad es que en ese momento no había ningún tema que yo considerara que ameritara un libro. Pero yo sentía que esta era una gran oportunidad, así que siendo medio caradura le dije: ‘No se me ocurre un tema periodístico, pero puedo escribir una novela’. Fue un impulso porque, si bien a mí siempre me gustó escribir, hasta ese momento solo lo había hecho como hobby. Entonces Ignacio me dijo: ‘Bueno, tráete una idea y vemos’, y ahí empecé a pensar en La virgen en tus ojos, mi primera novela. Y bueno, empezar a pensar en códigos de ficción cuando uno toda la vida pensó en los códigos periodísticos en donde lo que prima es la verdad era algo totalmente nuevo para mí y, como toda cosa nueva, me entusiasmaba muchísimo. Pero mira qué ingenuidad, yo creí que escribir una novela era fácil, pero me llevó muchísimas lágrimas, era muy frustrante. Total que sacamos adelante la novela y yo ahí pensé que esto había sido debut y despedida y lo que no me esperaba es que a la novela le fue bárbaro. A partir de ahí, todo lo que había pensado mientras la escribía desapareció y dije: ‘Ahora quiero más’.
Y hay que aclarar que ese comienzo no fue casual, pues ‘La virgen en tus ojos’ es una novela policial, un género que manejó mucho cuando trabajaba como periodista...
Cuando la muerte violenta llega, atraviesa todo el tejido social y lo envuelve en torno al hecho criminal.
¡Claro! Yo podría haberme ido a escribir novela romántica, literatura erótica o cualquier otro género, pero cuando se me presentó la oportunidad lo primero que se me pasó por la cabeza fue la trama policial y eso no es casual. Parecía tan natural que, cuando le llevé la idea a Ignacio, a él también le parecía obvio, nunca se le ocurrió que yo iba a traer otra cosa. Además, a mí me gusta mucho escribir en el universo policial porque siempre me pareció que ahí está la humanidad toda. Cuando la muerte violenta llega, atraviesa todo el tejido social y lo envuelve en torno al hecho criminal. En mis novelas, más allá de la trama o la mecánica criminal, lo que me interesa son los vínculos humanos que existen entre los personajes y cómo ese hecho es un antes y un después para ellos, porque ahí es cuando esos vínculos se resquebrajan. En mi opinión, nada mejor que la novela policial o el noir o el thriller para subirles el volumen a los personajes e ir a fondo con las sensaciones.
Pero, a pesar de esto, llegamos a leer ‘La cocinera de Frida’ y esta no es únicamente una novela policial...
Esta es una novela híbrida. Cuando a mí la gente de Planeta México me propuso que escribiera una novela en la que estuviera Frida, que es este ícono conocido en todos los países, a mí me pareció genial, pero ahí mismo dije: ‘¿Cómo meto la trama policial en un universo que existió?’. Yo ya estaba acostumbrada a inventar los universos de mis personajes, entonces, ¿qué iba a hacer? ¿Frida Kahlo: asesina serial? ¡Sería una locura! Y claro, uno puede escribir cualquier cosa, pero yo quiero escribir algo que tenga dentro de la ficción un sentido verosímil. Y ahí me encontré con un desafío grande, porque me encontré con que tenía que escribir sobre un país que no es el mío, que es México, sobre costumbres que no son las mías, sobre una época que no es la mía y en un género que no es el mío. Era un montón y aun así acepté.
¿Cómo guio entonces su proceso de escritura para esa novela?
En este caso lo que yo tenía claro es que el libro se llamaba La cocinera de Frida, es decir que el reto era hacer que la cocinera fuera la protagonista y no Frida. Entonces yo me centré mucho en que ese personaje fuera una heroína de aventuras, pero sin herramientas para hacerlo. En narrativa, hay héroes que comienzan su aventura con un montón de habilidades y herramientas que después los ayudan a enfrentar sus desafíos, mientras que hay otros que son los tipos y tipas comunes y corrientes que, con lo poco que tienen, deben enfrentar una situación de la que no pueden volver atrás, y esa es la mecánica que yo elegí. Así nació Nayeli, que es esta niña de 14 años que no sabe leer ni escribir, no tiene dinero, nunca llegó más allá del río de Tehuantepec y de repente debe escapar de su hogar y, por circunstancias de la vida, termina en Casa Azul con Frida, sin saber nada de ese lugar ni quién era ella. Y estructuré esa parte de la novela mucho pensando en el vínculo entre estos dos personajes, porque está Nayeli, que parece que no tiene nada, se encuentra con Frida, que parece que lo tiene todo, y resulta que ni lo uno ni lo otro. Hasta ahí todo bien, pero me hacía falta el objeto de la discordia, ese que diera paso a mi trama policial, y ahí entró la herencia maldita que Nayeli le deja a su nieta, que es otra heroína fallida, y que pone su vida en riesgo en el presente de Buenos Aires. Podrían haber sido dos novelas distintas, pero no lo son porque el presente y el pasado dialogan entre sí constantemente a lo largo del libro.
Hablando del viaje del héroe, ¿cuál fue el calvario de esta novela?
Creo que lo más difícil fue elegir entre todo el material que tenía. Porque claro, como soy periodista me gusta trabajar con lo verosímil y cuando volví a Buenos Aires traía una maleta llena de libros, tenía un mapa con las redes ferroviarias de 1939, biografías de Diego y de Frida, en fin, era un montón de cosas que tenía que revisar. A los pocos días llegó el confinamiento por la pandemia y quedé encerrada con esa maleta. Y el calvario fue después de revisarlo todo, que fue un trabajo que me tomó meses enteros, poder elegir qué de todo eso le iba a servir a Nayeli. El universo de Diego y de Frida es fascinante y yo antes de eso no lo conocía en profundidad, pero eso hizo que en un momento me desesperara porque no sabía qué debía agarrar de todo lo que había visto y leído. Quería que entrara todo, pero no podía entrar todo porque esto no iba a ser una biografía, entonces lo que tuve que hacer fue cambiar de jugada, di un timonazo y dediqué toda mi energía a Nayeli en vez de hacerlo con Frida. Quise primero construir a Nayeli para que ella misma me dijera qué necesitaba como personaje, en lugar de ir de lo más grande a lo más pequeño, fui de lo más pequeño a lo más grande. Dicho así suena fácil, pero en su momento fue una decisión que me costó mucho tomar, como también lo fue decidir meter a Frida por la página 130. Yo sabía que la potencia de su nombre me iba a comer a mi protagonista que era Nayeli, por lo que quise demorar ese encuentro lo máximo posible para que cuando llegara a mi lector le importara la cocinera y no Frida.
Al trabajar con una figura histórica tan consolidada como Frida Kahlo, ¿qué licencias poéticas tomó para poderla adaptar a lo que requería la novela?
Lo que pasa con Frida y con Diego es que ambos tienen vidas tan interesantes que no se me hubiera ocurrido algo mejor para ellos. Lo que sí hice fue algunas modificaciones en pequeños sucesos y uno de ellos surgió después de que fui a ver una exposición de Frida, en el Museo de Dalí en San Petersburgo, Florida. Ahí hubo algo que me llamó mucho la atención y es que al lado de las obras ponen el nombre de cada una ¿no? Yo en Frida veía a una mujer que contaba en cada pincelada los dolores más fuertes, sus deseos frustrados, sus propias aflicciones físicas al punto de que podías sentirlas en tu propio cuerpo, y los nombres me parecían de lo más infantil. Pero bueno, en su momento fue algo que me quedó en la cabeza y ya, esto fue hace seis años. Y después cuando me llegó esto, volví a pensar en eso y dije ¿qué tal si la que les pone los nombres a los cuadros de Frida es Nayeli? Y por eso son simplones, infantiles y hasta tiernos. En eso sí me di una licencia poética. Pero de resto, la voz de Frida es la voz de Frida. Ella es una artista de la que hay entrevistas, hay diarios, hay cartas, entonces teniendo todo eso, ¿por qué le voy yo a inventar una voz?
¿Por qué decidió incorporar en esta historia el tema gastronómico?
Como La cocinera de Frida fue una novela por encargo, fue como si me hubiesen dado los ingredientes y yo tenía que inventarme la receta. Y, de hecho, eso fue algo que me quedó dando vueltas en la cabeza y por eso es que Nayeli no es costurera o cualquier otra cosa, es cocinera. Además, siempre me pareció que en la cocina, sobre todo en la cocina mexicana, había un tema de abuelazgo muy fuerte, una situación de crianza mediante el paladar y eso era lo que Nayeli podía ofrecerle a Frida. Mi abuela decía que la que te cría es la que te da de comer, entonces por eso Nayeli llega a cocinar para Frida.
Hay una frase de Victoria Ocampo que usted cita que dice: “Mi única ambición es llegar a escribir un día más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer”. ¿Cómo cree que el proceso de escritura de esta novela se vio interpelado por su experiencia femenina?
Se ve clarísimo en los temas que a mí me interpelan como mujer y tiene todo que ver con las luchas compartidas que tenemos por nuestros derechos y por la igualdad. Somos todas mujeres bien distintas, que a lo mejor no tenemos nada que ver culturalmente, pero hay algo en común y es que tenemos esta revolución contra la violencia machista y contra el patriarcado que durante siglos nos ha puesto el pie en la cabeza. Como mujer no puedo dejar de reflejar esto en mis novelas.
SANTIAGO GÓMEZ CUBILLOS
Escuela de periodismo multimedia EL TIEMPO
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