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Heidegger: un pensador no apto para cardíacos

De la ontología a la metafísica, el alemán fue un pensador extremo y de extremos.

Martin Heidegger (1889-1976), en 'Descubrir la Filosofía'.

Martin Heidegger (1889-1976), en 'Descubrir la Filosofía'. Foto: Archivo particular

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No solo por los señalamientos que recayeron en él como simpatizante del nazismo y antisemita, Martin Heidegger (1889-1976) fue el enfant terrible de las filosofía de la época. No obstante su fama de rebelde del pensamiento –a la que, seguramente, contribuyó el desarrollo de su doctrina en un periodo tan problemático como fue el de entreguerras–, el nacido (y sepultado, por disposición propia) en Friburgo es recordado como la figura principal del conocimiento del siglo XX.
Ello, debido al rompimiento que caracterizó a su trabajo filosófico y cuya columna vertebral quedó trazada en su primera obra, 'Ser y tiempo' (1927) que aunque quedó inacabada, fue la más importante del alemán y de la producción filosófica del siglo pasado. Allí sentó las bases de su doctrina en la definición del ser, más allá del cliché que le suponía a un filósofo dicho objeto de estudio.
Para Heidegger, el término ‘ser’ debía entenderse a partir de su carácter antimoderno, es decir, no bajo la comprensión nominalista habitual que se centra en la esfera gramatical y lingüística del verbo, ni en su dimensión material que se basa en una experiencia tangible (lo que hay a nuestro alrededor).
“Heidegger adelantó una respuesta extraña: el tiempo inherente a la categoría verbal no tiene solo un carácter gramatical, sino real y efectivo. Por lo mismo, bajo el término ‘ser’ no hay que sobrentender solo un significado lingüístico o un concepto lógico, sino solidariamente también la misma cosa tal como aparece; por ‘ser’ no cabe entender lo uno (el verbo) y lo otro (la cosa) por separado, sino justo su vinculación”, explica Arturo Leyre, autor del libro 'Heidegger. El fracaso del ser'.

Las dicotomías

Martin Heidegger (1889-1976), en 'Descubrir la Filosofía'.

Martin Heidegger (1889-1976), en 'Descubrir la Filosofía'. Foto:Archivo particular

Que fue heredero de la tradición filosófica de Artistóteles, Platón, Hegel y Nietzsche y, al mismo tiempo su destructor, se dijo de la gran figura del pensamiento del siglo XX a quien, paradójicamente, también se le condenó cómplice de quienes acabaron con la historia y la cultura europeas.
De ahí, los odios y las pasiones que despertó al retomar a los clásicos y, al mismo tiempo, ponerles fin en su afán por ver a la ontología a la luz de la fenomenología, el existencialismo, el marxismo, el estructuralismo y el deconstruccionismo.
Para muchos, significó traición y para otros, evolución; para Heidegger fue simple (r)evolución natural pues en pleno paso de la primera a la segunda guerra mundial, el zeitgeist (espíritu de la época) pedía a gritos aires de transformación.
“Quizá, el aura del personaje vino también a reflejar de manera confusa el irresoluble conflicto de su tiempo, que oscilaba con peligro entre la tradición y su destrucción. En ese sentido, el filósofo vino a dar de nuevo voz a su época y a ser reflejo de un público para el que la reflexión consciente (es decir, la filosofía) nada podía contra la historia, cuyo curso procedía como una fuerza autónoma e imparable de la que podía esperarse cualquier resultado”, asegura Leyte.
Otra dicotomía en la que se vio envuelto el filósofo fue su reconocimiento en dos polos. Uno, como una autoridad del pensamiento del siglo XX –al ser el último hito de la vasta tradición, desde Platón hasta Nietzsche– o bien, como un grandilocuente profeta. De ahí que su ‘fanaticada’ y sus detractores estuviesen bien escindidos.
Y cómo no estarlo si, debido a su reputación como simpatizante del nazismo, el antisemitismo y el reaccionarismo, no le resultó fácil, a Heidegger, convencer sobre su filosofía ontológica, no tanto por su mirada vanguardista del ‘ser’; sobre todo, porque al anteponer su persona a su teoría resultaba inquietante si la maldad de la que se le sospechaba portador se limitaba a él, como personaje, o si también alcanzaba a ‘contaminar’ su obra.

Escritos pintados de negro

A pesar de los debates suscitados por el alemán que se formó en teología católica (carrera que cursó por dos años, entre 1909 y 1911, al cabo de los que se dedicó a la filosofía) y terminó escribiendo en tono antisemita y nazi, su obra es tan prolífica como su doctrina y abarca desde títulos como el famoso Ser y tiempo y Caminos de bosque. Hitos, conferencias y artículos, pasando por ensayos, apuntes y títulos fragmentarios (Aportes a la filosofía. Del acontecimiento) u otros que se consagraron aun sin haber sido publicados.
“Incluso cuadernos, también inéditos, que mezclan pensamientos y meras opiniones, cuando no auténticas visiones mesiánicas y apocalípticas”, escribe al respecto de los Cuadernos negros, Leyte.
'Heidegger. El fracaso del ser', entrega número 14 de la colección Descubrir la Filosofía, circulará esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos. Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000 110 990.

Más noticias

PILAR BOLÍVAR
@lavidaentenis

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