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La guerra literaria entre rusos y ucranianos

Ambos países tuvieron una agria disputa por la nacionalidad del autor  Nikolái Gógol.

Svetlana Aleksiévich, ganadora del Nobel de Literatura de 2015. Escritora de 'Voces de Chernóbil'.

Svetlana Aleksiévich, ganadora del Nobel de Literatura de 2015. Escritora de 'Voces de Chernóbil'. Foto: John Macdougall. AFP

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A veces ser ucraniano también es un acto de fe. Sus fronteras se mueven imitando el ritmo de un acordeón a lo largo de la historia. Y sus escritores, en un abrir y cerrar de ojos, cambian de nacionalidad al son de las invasiones, las guerras y la codicia imperial.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Svetlana Aleksiévich. La premio Nobel de literatura, del año 2015, nació en Ivano-Frankivsk, que en 1948 pertenecía a lo que se denominaba la Ucrania soviética. Si bien hoy su nacionalidad es bielorrusa, y escribe en ruso, su historia es una muestra de que ser ucraniano significa un constante reacomodamiento.
Su libro Las voces de Chernóbil es también un relato sobre esta constante búsqueda de identidad, sobre cómo hasta una de las tragedias más graves de la historia se olvida que ocurrió en ese confín de Europa, Ucrania. Porque si bien este libro es un coro de voces sobre la tragedia nuclear, es al mismo tiempo un libro sobre el pasado no resuelto entre las exrepúblicas soviéticas. Es un libro que muestra cómo, hasta las tragedias que se heredan, esconden el olvido del pasado, que no es otra cosa que el olvido de la gente. Es un libro que habla sobre la complejidad que es decirle a algo ‘patria’ y los conflictos que esto conlleva. Chernóbil, ahora ocupada por los tanques rusos, es la muestra de una tragedia de nuestros tiempos que no terminó con la explosión de los reactores nucleares, como dice uno de los personajes de Aleksiévich: “De pronto empecé a dudar, ¿qué es mejor, recordar u olvidar? Pregunté a mis amigos. Unos lo han olvidado, otros no quieren recordar, porque nosotros no podemos cambiar nada, ni siquiera podemos marcharnos de aquí. Ni siquiera eso”.
***
El ministro de Cultura de Ucrania, Oleksandre Tkachenko, propone incluir a Chernóbil en el patrimonio mundial de la Unesco.

El ministro de Cultura de Ucrania, Oleksandre Tkachenko, propone incluir a Chernóbil en el patrimonio mundial de la Unesco. Foto:Genya Savilov. AFP

En el año 2009, fecha en que se celebró el bicentenario del nacimiento del escritor Nikolái Gógol, las respectivas cancillerías de los países se empezaron a disputar el legado del escritor. Fue una guerra cultural. Desde el lado ruso se hablaba de que toda su obra estaba escrita en ruso, por lo cual, así hubiese nacido en la actual Ucrania, poco o nada tenía que ver con este país.
Porque si bien este libro es un coro de voces sobre la tragedia nuclear, es al mismo tiempo un libro sobre el pasado no resuelto entre las exrepúblicas soviéticas.
Desde el lado de Kiev se respondía que este no era sino otro ejemplo de cómo los rusos se han apropiado de todo lo que se ha producido desde su país, tanto que este tema se convirtió en un debate a nivel nacional y, cómo lo recoge la periodista de El País Pilar Bonet, hasta se hicieron encuestas para definir qué hacer con Gógol: “Casi un 40 por ciento de los encuestados (39,8 por ciento exactamente) consideraban que Gógol era simultáneamente ruso y ucraniano; el 29,8 por ciento lo calificaban de ruso; el 22,9, de ucraniano, y el 6,1 tenía dificultades para tomar partido. Un 59,3 por ciento deseaba que el aniversario fuera un acontecimiento oficial, pero el 26 por ciento se oponía”. No por nada hasta algunos políticos ucranianos llegaron a decir que “Dividir a Gogol es como intentar dividir el aire, la eternidad o el cielo”.
Escritores ucranianos

Escritores ucranianos Foto:GettyImages

Otros de los autores que nacieron en los territorios de la actual república de Ucrania, durante el siglo XIX, se vieron en la encrucijada de escoger un idioma. En los años en que el régimen zarista reinaba sobre estas tierras varios escritores se enfrentaron a la censura que existía sobre el uso y la publicación de libros en ucranio, prohibición que en muchos casos llegó hasta los días de la Unión Soviética. Esta es una de las razones por la cual muchos de los escritores de origen ucraniano terminaron escribiendo en ruso. Autores como Taras Shevchenko, considerado por algunos como el padre de la literatura ucraniana, o el gran Mijaíl Bulgákov, el autor de El maestro y Margarita, hicieron su carrera literaria escribiendo en la lengua del imperio de ese entonces.
Escritores ucranianos

Escritores ucranianos Foto:GettyImages

Sin embargo, más allá de las discusiones sobre los nostálgicos del origen y la pureza, Ucrania también ha sido la tierra de escritores que tuvieron la desgracia o la fortuna, cada cuál decide, de nacer en un país que al momento de su muerte ya no existía. Este fue el caso de muchos judíos ucranianos. En una Europa que siempre fue hostil a ellos, estas comunidades se asentaron en lugares que si bien no fueron del todo hospitalarios, se convirtieron en su hogar (los pogromos contra los judíos eran muy comunes durante el siglo XIX y XX; tanto que la familia de Clarice Lispector, la genial escritora brasileña, salió de Ucrania por estos linchamientos). La región de Galitzia, frontera con Polonia, fue uno de estos lugares donde se asentaron los judíos. Y de ese lugar también huyeron escritores que hicieron su vida en Francia y terminaron olvidando, forzosamente, su idioma natal. Irene Némirovsky salió de Kiev por las persecuciones a los judíos e hizo su carrera literaria en francés. Más tarde fue asesinada por los nazis y dejó, entre otras obras, una novela monumental: Suite sa.
Uno de los mejores libros para entender esta convulsa región, El pentateuco de Isaac, lo escribió Angel Wagenstein. En él cuenta la historia de un judío que, sin moverse de su casa, vivió en cinco patrias, sobrevivió a dos guerras y a los campos de concentración. Allí se ve la historia de la geopolítica europea en la que Ucrania fue un territorio en disputa.
Otro ejemplo de la literatura judía en esta región es el libro de Soma Morgenstern En otro tiempo. Años de juventud en Galiztia oriental. En este relato autobiográfico el autor muestra cómo en un mismo territorio vivieron ucranianos, polacos y judíos hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Y para finalizar este capítulo basta recordar al cuentista y novelista Isaak Babel, cuyos Cuentos de Odesa van a hablar de la vida en este lugar que era, al mismo tiempo, centro y periferia de la URSS.
La historia moderna de Europa, o por lo menos sus grandes conflictos, no han dejado de hacer estragos en Ucrania. Si bien en la memoria colectiva lugares como Sarajevo, Normandía o la antigua Stalingrado resuenan a la hora de hablar de las dos grandes guerras mundiales, Ucrania también ha sido uno de los grandes territorios en disputa.
 Ucrania también ha sido uno de los grandes territorios en disputa.
El libro El maestro Juan Martínez que estaba allí, del periodista español Manuel Chaves Nogales, es una de las crónicas más vivas sobre lo que fue la Primera Guerra Mundial, pero sobre todo de la revolución Bolchevique. A través de la historia de un bailador de flamenco que se queda entre el fuego de las guerras, Chaves Nogales reconstruye una época que fue fundamental para entender la formación de la Ucrania actual.
En sus palabras vemos a los ejércitos rojos y blancos entrar y salir de Kiev y ver cómo, sin importar el bando, los civiles siempre llevan la peor parte. O está el relato de la escritora alemana Natascha Wodin, Mi madre era de Mariúpol, donde va a contar la historia de su familia, antiguos esclavos soviéticos explotados por el régimen nazi. En este libro Wodin muestra cómo era la vida en Ucrania durante la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Es, al mismo tiempo, un relato sobre muchos desplazados por la violencia y que al tratar de volver a su hogar encontraron apenas el vacío.
La literatura ucraniana actual no escapa tampoco de los exilios y las voces de los que ya sienten que su país les ha sido despojado
Aquí, al volver la URSS, volvemos a Aleksiévich. Su libro El fin del ‘Homo sovieticus’, es una gran pista para entender no solo a Ucrania, sino al propio espíritu ruso.
“La idea de que Rusia debe crear algo extraordinario y mostrarlo al mundo jamás nos abandona. La convicción de ser el pueblo elegido. La idea de una vía rusa, exclusivamente rusa”, dice uno de los personajes que Aleksiévich entrevista para este libro. Es en este entonces donde todo lo que tiene que ver con el sentimiento ucraniano queda oculto bajo el manto del comunismo soviético y por ende del espíritu de una patria más grande que fue Rusia.
Y, al final, estamos ante lo que parece una Ucrania postsoviética o independiente. Una de las voces más destacadas de esta nueva sociedad es la del escritor Yuri Andrujovich. Poeta y ensayista –publicado en castellano por Acantilado con títulos como Moscoviada– ha sido uno de los autores más perspicaces en entender los cambios a los que se ha enfrentado su país, de ahí que la crítica literaria Mercedes Monmany diga de él, en su libro Por las fronteras de Europa: “Si Joseph Roth fue el embalsamador de lujo del Imperio austrohúngaro, se puede decir que Andrujovich se convertirá en el enterrador más feroz y sarcástico, e igualmente de lujo, del Imperio soviético. Su libro El último territorio es un ensayo que todo curioso por la situación actual del país eslavo debería leer. En sus páginas desmenuza con la mirada que solo un poeta puede tener la realidad social de Ucrania. O, si se prefiere la ruta de la ficción, su libro Recreaciones es una sátira muy bien lograda sobre el auge de los nacionalismos en Europa.
La literatura ucraniana actual no escapa tampoco de los exilios y las voces de los que ya sienten que su país les ha sido despojado. El poeta ucranoamericano Ilya Kaminsky es el reflejo de una generación que creció lejos de esa tierra convulsa. Su familia tuvo que huir de Odesa y buscar asilo en Estados Unidos por la persecución contra los judíos que se desencadenó en la década de 1990.
Hoy Kaminsky es la muestra de esos migrantes, algo tan presente en Ucrania, que desde su tribuna artística tratan de entender su pasado. Este poeta, que tiene una limitación auditiva, ha reflexionado sobre el impacto de la guerra y sus versos en estos momentos no dejan de ser la mejor síntesis de lo que se está viviendo: “Y cuando bombardearon las casas de los demás, / protestamos / pero no lo suficiente, nos opusimos, pero no/lo suficiente”.
Diego Felipe González Gómez
Para EL TIEMPO 

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