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‘Ver la muerte como una guía ayuda a tener una vida con sentido’

La experta en duelo Elsa Lucía Arango explica cómo hablar de su última voluntad para morir en paz.

Hablar de ella sin miedo y ser capaces de hacer una revisión de la propia existencia y disponer las últimas voluntades para partir en paz es la propuesta de la médica Elsa Lucía Arango en Legado de amor, su nuevo libro.

Hablar de ella sin miedo y ser capaces de hacer una revisión de la propia existencia y disponer las últimas voluntades para partir en paz es la propuesta de la médica Elsa Lucía Arango en Legado de amor, su nuevo libro. Foto: Archivo EL TIEMPO

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Si hay una tarea que evitamos el común de los mortales, es “la de ver la propia muerte como una realidad y, más aún, interiorizarla en el corazón como una amiga permanente, una guía que ayuda a tener una vida con sentido”, observa Elsa Lucía Arango, médica experta en acompañamiento en duelo y cambio de hábitos de vida.
Y tiene razón. Si a esa idea se le rehúye, también es poco frecuente escuchar a alguien hacer una revisión profunda de su vida personal y hablar del legado de amor que les quiere dejar a los demás. Legado que incluye las disposiciones, deseos y voluntades anticipados respecto a cómo le gustaría que se atendiera su cuidado al final de la vida y, tras su muerte, cómo le gustaría ser despedido, recordado y que se repartieran sus pertenencias (ropa, libros, joyas, mobiliario, equipos tecnológicos, finca raíz, etc.), se deshiciera su cuarto o a quién le dejaría la mascota (en caso de tenerla), entre otras determinaciones.
Esta reflexión profunda, y nada fácil de gestionar, es la que invita a hacer la autora del best seller 'Experiencias con el cielo' en cualquier momento de la vida, no solamente cuando la persona está atravesando una enfermedad grave o sienta la muerte cerca, sino en un acto de amor, perdón y gratitud consigo misma, con los seres amados y también como parte de un proceso de sanación interior. Para conocer más de su 'Legado de amor', un libro desafiante y aleccionador, hablamos con la doctora Elsa Lucía Arango.
¿Cómo fue su proceso de creación?
Es el libro que más he tardado en escribir porque me preguntaba cómo hacer con delicadeza un texto legible y amable y cómo aproximarme al mensaje de cuál es el legado de amor que les quiero dejar a los demás. Y reflexioné sobre esto porque me llega mucha gente en duelo que busca un mensaje del ser que ha partido y pensé qué rico que no tuviera que ir a un médium para saberlo, sino que abriera este libro (que contiene una guía y un cuaderno de trabajo sobre cómo hacer un legado) y allí lo encontrara.
A uno en la muerte lo que lo acompaña, haya o no gente, es la oración y la meditación
¿Por qué le costó comunicar este tema con dulzura?
Porque veo mucho miedo a la muerte y con solo mencionar la palabra y la posibilidad de morirse, la gente sale a correr, como si le nombraran el covid-19. Tenemos una idea distintísima a la de Oriente, donde todos los días pueden hablar del tema, se preparan y al tenerlo claro viven una vida con una conciencia mayor. Aquí, en cambio, si un moribundo habla de la muerte, no lo dejan y le dicen: ‘¡No, no hables de eso porque si no te mueres!’. Ni siquiera le dejamos expresar su voluntad porque creemos, y esa es una de las grandes patologías mentales en Occidente, que al hablar de la muerte no podemos hablar de lo que es una buena vida.
Además del legado, ¿en ese proceso de preparación para la muerte qué se debe tener en cuenta?
A uno en la muerte lo que lo acompaña, haya o no gente, es la oración y la meditación, además de hacer tareas como la gratitud y el perdón. Dios es la compañía.
El buen morir es un tema complejo de abordar en familia. ¿Cómo hacerlo y más en esta época de pandemia?
Hay que considerar dos cosas: primero, en una situación en la que se debe decidir por un familiar que está intubado o en una condición muy grave, pensar si yo fuera él o ella, qué querría para mí. Ojalá la misma persona pudiera decidirlo, pero lo cierto es que nosotros no querríamos, si estuviéramos en esa situación, tener una mala calidad de vida. No es una decisión fácil de tomar porque uno tiene unos hilos pegados al ser que está en agonía y si uno no le da el permiso claramente de ir hacia la luz, es como decirle ‘si quieres vete, pero quiero verte mañana’.
¿Y cuál es el otro aspecto?
Tener claro que cuando alguien ya tiene la puerta abierta para pasar a la luz, va a cruzar al mejor plano. El cielo es lo más maravilloso que hay. Es como si aquí estuviéramos en un cuarto pequeño y oscuro donde te tropiezas y te pegas con los demás. Aquí puedes aprender mucho porque es una escuela de aprendizaje, pero cuando ya tienes abierta esa otra puerta, quieres estar en ese lugar donde solo hay luz y te encuentras con almas que te aman. Es una maravilla, como lo describen los que lo han vivido, porque estás en la presencia de Dios.
¿Ya escribió el legado que quiere dejarles a los suyos?
Ya. Esto es un ejercicio que uno no hace muy juicioso, por eso, en los talleres que he realizado les digo a los asistentes que escriban hasta donde alcancen en ese momento, pero que lo continúen.
¿Cuáles son esas tres cosas que les legaría a sus hijos?
Lo he hablado con ellos, soy repetitiva y les insisto en que quiero que sean buenos, que busquen a Dios y les sirvan a los demás.
La muerte es la llegada al Walt Disney del mundo espiritual
¿Y también ha dejado consignadas sus últimas disposiciones?
A mi hija Cristina ya le he dicho que en tal cajón guardo esto o lo otro y, cuando ordeno la casa, qué cosas pueden entregar en donaciones y qué otras repartir como quieran. Y la pobre apenas me mira. Mi marido y mis hijos ya saben la parte básica de lo económico, cómo acceder a la cuenta y las disposiciones elementales, sobre todo con mis empleados, que han sido superqueridos. Les he dicho: ‘Quiero que a mis asistentes les den tal cosa y a mi perro tal otra’.
¿Qué tan fácil le ha sido revisar su vida y escribir su legado?
Ha sido hermoso y he llorado. Lo he repetido varias veces y me pregunto qué les digo a mis hijos, qué cosas sano con toda mi familia y con mi gente, y a quién le pido perdón. Ha sido un proceso de lágrimas y como yo me he conmovido pienso que otra persona también lo hará, por eso me preocupé por que la escritura de este libro fuera delicada.
Cuando lloró al escribir su legado, ¿lo hizo por miedo a la muerte o por dejar a su familia?
No, miedo a la muerte nada que ver. Yo en eso soy bastante tanática. Aprendí desde pequeña que la muerte es la llegada al Walt Disney del mundo espiritual. Mi mamá me enseñó que es el mejor sitio, si has vivido bien la vida. He llorado en el momento en que escribo los mensajes para mis hijos en los que les digo qué querría de ellos y en qué les pido perdón. Lloro no porque sienta que les voy a hacer falta, ya son personas maduras, sino porque es conmovedor leer lo que les digo a cada uno.
Y a quien le resulte difícil o angustiante este ejercicio de escribir su legado, ¿qué le recomienda?
Que escriba una carta y nada más. Cuando un ser querido muere, uno busca sus fotos, sus mensajes, entonces el legado que les sugiero hacer paso a paso con la guía de este libro es como dejar una foto del alma de la persona.
¿Ha imaginado su propia muerte?
Hago la práctica budista en la que mínimo una vez a la semana, aunque intento hacerla todos los días, imagino que en el momento de dormir podría estar desprendiéndome hacia mi sitio de luz. Cuando uno lo hace, se imagina en un lugar de serenidad, acepta sus errores y revisa qué tiene para corregir. Es una práctica preciosa de oración, de meditación, de estar en Dios y de entregar tus defectos y desaciertos en paz para no irse con culpas ni con remordimientos, sino aceptando que somos seres humanos que, al menos en mi caso, ha intentado hacer lo mejor cada día.
El legado que les sugiero hacer paso a paso con la guía de este libro es como dejar una foto del alma de la persona
Usted ha vivido la experiencia de sentirse en otro plano, uno más espiritual…
Sí, alguna vez estaba pasando por un templo de la Madre Divina en India y me detuve un momento a hacer una oración al aspecto divino de Dios. Tenía los ojos cerrados y de pronto, con la clara conciencia de que estaba en un sitio donde pasan cosas mágicas, me vi en un jardín, en un prado precioso, me acompañaba una luz amorosa y me sentí amada, aprobada con todos mis defectos y aciertos. Fue como llegar a un sitio donde hay tanta paz y tanto cariño que uno dice: ‘¡Esta es mi casa, este es mi refugio! Este es el sitio donde mejor podía estar mi alma’. Por eso, el día que me vaya creo que me la voy a gozar toda.
¿Qué es lo que más recuerda de ese momento?
Que es la sensación más hermosa que he tenido y debió durar 2 a 3 minutos. Lo que yo veía era de una nitidez, los árboles y paisajes, esa luz diferente es la misma que describen muchas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte. Y la Biblia también habla de eso, ‘en verdes praderas me hace reposar…’. Esa experiencia es magnífica y no me la esperaba. Entonces tengo claro que está ese mundo y cuando me digan que me tengo que ir, me voy.
Flor Nadyne Millán Muñoz 
Para EL TIEMPO*
En Twitter: @NadyneMillan

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