El título anticipa una novela de delirio y sexualidad. La portada destila erotismo anclado en la experiencia física y promete besos sin pausa.
Sin embargo, en las primeras páginas de 'Los besos' el escritor español Manuel Vilas sentencia: “Nadie ha vivido sin la presencia del dinero, tan vieja como la presencia de un dios, lo cual invita a pensar si ambas cosas no son la misma”, y entonces nos damos cuenta de que estamos frente a un libro que, aunque serpentea entre el amor romántico y el deseo físico, también da paso, entre sus rendijas, a cavilaciones profundas y reflexiones mordaces sobre la humanidad, la ambición, la política y la muerte.
Con Salvador, un profesor universitario de 58 años en retiro forzado, y Montserrat, vendedora en una pequeña tienda de pueblo, Vilas pone sobre la mesa el asunto del amor cuando se piensa que este ya es un imposible, y la duda constante que implica la vida en compañía de una persona varios años menor. En ese camino, el autor también transita entre los reyes de España y la poesía, de Homero al microondas, de las revoluciones políticas a la lavadora, de los astronautas en la luna a los platos por limpiar.
La primera impresión al leer la novela es el modo hábil en que el escritor incorpora esas
reflexiones sin demagogia, sin una densidad ideológica que a veces asfixia. En charla virtual con este diario, Vilas -uno de los invitados al
Hay Festival de Cartagena, que será del 27 al 30 de enero- sonríe y cuenta que la clave está en mirar con atención y amor, “procurando interpretar lo que vemos, desautomatizando la mirada. Intento ver las cosas como si fuese la primera vez, encontrar un sentido y mirar con codicia para comprender esa parte misteriosa que tiene todo: desde una sartén hasta un presidente de Gobierno... Intentando saber qué tenemos delante en el misterio de la vida”.
Lo hace asumiendo que la literatura es una herramienta que permite penetrar en el lado más escurridizo y ambiguo de la vida. “Quizá por eso nos interesan tanto las novelas, porque nos ofrecen una mirada alternativa. Eso es lo que está en Los besos, que va desde reflexiones sobre el amor hasta reflexiones políticas, o sobre la vida cotidiana, siempre con una idea de explorar e investigar. Eso que Bolaño llamaba ‘los detectives salvajes’ y que es más que una investigación en ese lado complicado y complejo de la vida”, explica.
Un diálogo con el Quijote
Para alimentar esa incursión narrativa, el protagonista del libro, Salvador, dialoga con Cervantes y el Quijote a lo largo de la novela, y en su conversación se deslizan la irrealidad, la fama, las ilusiones y, más hondamente, el amor.
Vilas cuenta que escogió al Quijote porque este “vive para la utopía y la invención de una vida personal, y en su cabeza transforma a una mujer del pueblo que se llama Aldonza Lorenzo en un ente maravilloso llamado Dulcinea del Toboso, que vive intensamente. Don Quijote es un ser improductivo, que no hace absolutamente nada, vagabundea por los caminos persiguiendo algo que no existe, y se aventura a vivir la vida que se ha inventado y no la que le hubiera tocado. Esto es lo que le fascina a Salvador: la elección de su propia vida y no esa que le toca, y luego, la creación de una utopía personal. Salvador ve la novela de Cervantes como una novela de amor, lo cual es bastante herético”.
Además de novela y ensayo, Vilas ha publicado seis libros de poesía, cuatro de ellos premiados y ese tono lírico se destila en 'Los besos'. Al preguntarle cómo hace aparecer la poesía en medio de la prosa, fusionarlas y poner los dos géneros en conversación, afirma que lo que hace es camuflar y esconder la poesía en la novela.
“Si estás atento a la belleza de la vida, la novela va a tener un poco eso. Yo soy poeta, entonces me sale la poesía en las novelas, e intento que sea en proporciones justas, estudiadas y meditadas”, anota.
Señala que es importante que el lector repare en la presencia de la poesía, pero que sienta cómo esta se encuentra fijada a la historia que se está contando y tiene un sentido dentro de ella: “Si un escritor maneja los códigos literarios de la una y la otra, pues le va mejor si lo hace bien; si no, la novela se le va a un terreno donde la poesía se ve más”.
Aquí aparece el que el escritor considera uno de los grandes problemas de los novelistas que no leen poesía o no tienen oído para ella. “¿Para qué le sirve la lírica a un narrador? Para evitar el cliché. Hay narradores que se nota que no leen poemas porque usan unos clichés espantosos. Lo mismo pasa con los poetas que no leen novelas: suelen ser muy abstractos”, comenta.
Cuando dos personas se besan de manera consensuada, y si hay una relación amorosa, es un triunfo de la vida
En medio de la poesía y la prosa, Vilas afirma que para dar un beso se necesita tener confianza en la vida, y esa es su reivindicación con esta novela.
“Para dar un beso necesitas creer en una ilusión, una pasión. Un beso es un enigma; entras en un territorio desconocido y maravilloso de erotismo, que es una fuerza de la vida y una dimensión poderosísima de ella. Cuando dos personas se besan de manera consensuada, y si hay una relación amorosa, es un triunfo de la vida. Reivindicarlo en la novela, sobre todo en la pandemia, me parecía importante. Por eso la titulé Los besos: porque no se podían dar, estaban prohibidos. Es una obviedad, pero a veces la literatura hace recapacitar sobre lo que damos por sentado. Hay una conexión física importante: hemos elegido la boca para empezar una relación amorosa; no escogimos otro lugar. ¿Hay algo más maravilloso que eso?”, dice.
El amor en la vida
Vilas reivindica además la importancia del amor a cualquier edad: “Las personas mayores tienen derecho a seguir enamorándose, y a veces tienen miedo de hacerlo. Es un gasto de energía física y psíquica que no sabes si vas a poder soportar, pero si no te enamoras, la vida se hace triste”.
En algunas de sus novelas anteriores, el amor también tiene un lugar central, y aquí entra a jugar con el asunto de la memoria que Salvador va perdiendo poco a poco.
“Como lo decía Hölderlin: ‘Si pierdo la memoria, qué pureza’. Es como estar limpio de pecado, pero también pierdes la vida. Yo le puse a Salvador ese problema neurológico porque quería que viviera un poco en ese terreno escurridizo de quien está olvidando lo que ha vivido. Es prácticamente como ingresar en la muerte”, explica Vilas.
Al indagar sobre la experiencia de escribir sobre el amor pandémico, reflexiona sobre si ya había pensado una novela que transcurre en el encierro, o si todo esto lo puso en esa situación narrativa.
“Yo quería escribir una historia de amor pero de repente la pandemia impuso un texto para la historia que yo quería escribir. No podía abstraerme de eso que todos y yo mismo estábamos viviendo todo el día, y pensé que no podía escribir una historia de amor sin reflejar la pandemia, porque yo mismo no me la creía. Es una cosa muy intensa que va a dejar una huella emocional como el miedo y la desconfianza en la vida. Vamos a recobrar la normalidad pero dentro de nosotros hay una sensación permanente de incomodidad y de miedo. Sales de tu casa y todo es feroz, y te dicen que es feroz. Te piden cincuenta mil pruebas, el pasaporte covid-19, las mascarillas, el hidrogel… ya no hay tanta ilusión. Viajas, igual, pero has perdido la confianza en la vida. El mundo era hostil antes; ahora es más hostil y más feo”, comenta.
Vilas también reprocha lo que considera una afectación selectiva por parte de ese mundo discordante de afuera, que trastorna principalmente a la clase media.
“Nos toca lo peor, lo sórdido y lo triste. Los ricos, los reyes de España siguen viajando en sus aviones privados. Y es así: las catástrofes las pagamos siempre los mismos. Por eso Salvador tiene esa mirada de profunda desafección a la política, porque ese es el lugar del privilegio. Ese panorama político le produce una enorme desafección y la respuesta ante eso es: ‘Bueno, como el mundo es un lugar de desilusión, yo me voy a inventar una utopía; me voy a cobijar de la desilusión del mundo en la creación de una vida distinta, inventada por mí’. Entonces le cambia el nombre a Montserrat, se enamora de Altisidora, y esa es la solución que encuentra. Es un místico, no le gusta lo que ha quedado del mundo, le parece que está feo y la única solución que encuentra es inventarse uno distinto”, dice Vilas.
Sin embargo, en medio de ese mundo feo y difícil, el de la desconfianza y la mezquindad, también es posible una afirmación constante de los ritos que, para Salvador, son adornos que ayudan a vivir. ¿Cuáles son los rituales de Manuel Vilas a la hora de escribir? Dice que intenta y la novela también lo hace buscar las cosas más modestas, donde hay un triunfo de la vida.
“La luz del sol que entra en tu casa, un vaso de agua, comerte una naranja, salir a dar un paseo, mirar un río. Son esos rituales de afirmación y celebración de la vida, los lugares más humildes donde no hay que comprar nada. En la novela hay un erotismo de la vida cotidiana: la comida, el olor, la reflexión sobre una sartén, todo este tipo de cosas humildes que son las que nos quedan para seguir teniendo una ilusión”.
Aparecen entonces lo que él denomina el capitalismo hogareño y el orden cósmico de la cocina como los pequeños y sencillos actos que estructuran el mundo íntimo, la vida de todos los días, la experiencia cotidiana que sobrevive a pesar de un afuera cada vez más fiero.
Esas ceremonias sencillas de todos los días nutren el concepto del erotismo que no habita solamente en lo sexual, y que además enriquecen la vivencia de la edad madura.
En Los besos se pone de presente y se honra “la pasión por la conversación, por comprender al otro, por lo que ha vivido, por la vida que te cuenta. Hay un escenario donde la experiencia, la inteligencia y la serenidad son importantes, aunque se pierdan otras cosas como la fuerza y la locura. Esa es un poco la tesis de la novela: todo lo que sirve para que miremos la vida con ganas y con esperanza, y para conectarnos con ella… ese es el verdadero triunfo”.
Con John Coltrane, Nat King Cole y Franco Battiato como banda sonora, Vilas construye en Los besos una batalla contra la edad, los errores y la desmemoria, para darle poder al reino de la vida cotidiana, frágil y profunda.
JUAN CAMILO RINCÓN*
PARA EL TIEMPO
@JUANCAMILORINC2
*Periodista, escritor e investigador cultural. En Twitter:
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