En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

Suscríbete
Disfruta de los beneficios de El Tiempo
SUSCRÍBETE CLUB VIVAMOS

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. Verificar Correo

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión

Hola, bienvenido

¿Cual es la ciudad colombiana clasificada como la más peligrosa del mundo?
¿Cómo va el juicio al expresidente Álvaro Uribe?
¿Accidente de bus en Calarcá?
Frío inusual en Bogotá explicado por el Ideam

‘Lo más importante que le ha sucedido a la música vallenata pasó en Bogotá'

Poncho Cortés presenta su libro 'El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad'.

Alfonso 'Poncho' Cortés Marroquín abrió un museo vallenato en Bogotá, ahora escribió un libro.

Alfonso 'Poncho' Cortés Marroquín abrió un museo vallenato en Bogotá, ahora escribió un libro. Foto: César Melgarejo. EL TIEMPO

Alt thumbnail

Actualizado:

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon
A sus 70 años, el boyacense Alfonso ‘Poncho’ Cortés creía que lo había hecho todo, al menos en materia de vallenato.
Fue cantante, pero sobre todo acordeonero. Grabó discos (fue de los primeros músicos del interior en medírsele a una grabación tradicional del género cuando su discografía aún estaba empezando), parrandeó con los grandes, desde Luis Enrique Martínez hasta Alfredo Gutiérrez. Ha sido jurado de festivales vallenatos a lo largo y ancho del territorio nacional e incluso ha concursado. Fundó un Templo del Vallenato –destino escondido de todo amante sincero de esta música y su historia– en su finca de Silvania, en Cundinamarca, y un museo dedicado al folclor en el barrio J. Vargas de Bogotá.
Le faltaba escribir un libro. En vísperas del reciente Festival de la Leyenda Vallenata, Cortés presentó en Valledupar el libro que por años tuvo en su mente y que escribió finalmente durante el confinamiento. Se titula 'El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad'.
Sacó 300 copias, ha vendido 200 y va para la segunda edición. Cortés dice que ahora sí lo ha hecho todo por defender una música que marcó su vida personal y le ayudó a superar varios dolores de su infancia.
El vallenato se le metió en las entrañas de tal manera que, buscando explicación a su afición, llegó a indagar en su árbol genealógico si había algún gen costeño. Pues nació en Villa de Leyva, mucho antes de que el vallenato fuera una insignia del país. Cortés no encontró nada en sus genes, pero el vallenato está en su historia.
La idea fue escribir mis memorias sobre temas que considero de suma importancia”, dice Cortés. 
Sin embargo, antes de sus memorias, hay varios capítulos del libro que documentan historias poco conocidas del vallenato: revela biografías de acordeoneros anteriores a Francisco 'el Hombre', ilustra por qué llamamos juglares a los antiguos vallenatos y descubre por qué los cuatro aires, puya, paseo, merengue y son, se convirtieron en emblema de diferentes etapas de esta música.
Después de esa antesala llega a la premisa del libro, la conclusión que le han dado 60 años de folclor: “Mi conclusión es que lo más importante que le ha podido suceder a la música vallenata en su historia ocurrió en Bogotá y no en otro lugar”.
Ellos comenzaron a aceptarlo, le quitaron la ropita harapienta y lo vistieron de gala para que fuera aceptado en Bogotá
Lo dice con argumentos y recuerda que la misma Consuelo Araújo Noguera, la ‘Cacica’, decía que el folclor del Valle de Upar no habría llegado tan lejos si no hubiera habido un impulso desde la élite bogotana.
“Ahí es donde me adorno y argumento sin temor sobre el movimiento sociocultural y político que se gestó desde comienzos de los 60 en Bogotá, con las esferas de la élite, lideradas por Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona, Hernando Molina Céspedes. Y cito una treintena más de personas que ejercían altos cargos políticos o eran industriales o gente de la farándula que hicieron que la atención de la sociedad se fijara en el vallenato, una música que era rechazada y repudiada en su lugar de origen. Ellos comenzaron a aceptarlo, le quitaron la ropita harapienta y lo vistieron de gala para que fuera aceptado en Bogotá y el resto, hasta convertirse en una música internacional”.
Cortés vivió su niñez en el barrio Quiroga, en Bogotá. Su encuentro con el vallenato se dio cuando tenía 11 años. "Desde ese momento, empecé a leer todo lo que encontré para tratar de entender la fuerza cautivadora y atrapadora de ese folclor”, recuerda.
Dice que el primer vallenato tocado de forma ortodoxa, se lo escuchó a Aníbal Velásquez. “Hoy lo asocian con la guaracha, pero comenzó con el vallenato -explica-. Hizo la primera versión de 'La casa en el aire', pero no quiso competir con Luis Enrique Martínez, Alejandro Durán o Andrés Landero. Y como tenía vena currambera e inclinación por lo cubano, creó su propio estilo, con el que le fue de maravilla”.
Cortés oyó otros vallenatos antes, pero no tan raizales. “Había oído a Julio Torres, un bogotano que pasó toda su vida queriendo conocer el mar. A sus 21 años buscó un acercamiento a casas disqueras y batió los récords de la época. Pero el 30 de diciembre de 1950, Torres fue a conocer el mar y se ahogó en la primera zambullida”. Esas historias fueron quedando en su memoria, desde niño.

Así llegó Cortés al vallenato

Soy hijo natural. Cuando nací era casi delito. Mi madre tuvo que fajarse para que no le vieran la barriga
“Soy hijo natural. Cuando nací era casi delito. Mi madre tuvo que fajarse para que no le vieran la barriga –dice de una de las “taras” con las que creció y que el vallenato le ayudó a conjurar–. Por mi origen, crecí un poco aislado, pesimista por la suerte que me tocó”, revela.
La música llegó a su vida cuando un carro anunció por las calles del Quiroga que se buscaban niños para integrar el coro de la parroquia. “Yo pensaba que era la primera vez que veía un carro con altoparlante, cuando mi mamá me dijo: ‘Mijito, vaya, que usted canta bonito’. Fue la primera noticia grata de mi infancia. Me vincularon como solista”.
Una de sus hermanas tuvo un novio costeño. “Él llevaba serenatas –recuerda–. Mientras ella se ponía la almohada en los oídos, yo pegaba el oído a la puerta, escuchando la caja, el acordeón y la guacharaca. El novio se me acercó, yo tenía 12 años, y me preguntó por qué era tan silencioso y triste. Le conté que era hijo natural, y él me dijo: ‘Yo también, no sea pendejo, en la Costa somos más los hijos naturales’. Me abrió los ojos. Y empecé a preguntarle por su tierra, por su gente. Me dio por vestirme como él, le robaba la María Farina, me la echaba a escondidas. Aún la uso”.
Al final llegué al instrumento de mis amores, el acordeón
Y empezó, dice, a “molestar” por el barrio con “un acordeoncito”. Después, entró a tocar la clave en un conjunto musical. Cortés fue guacharaquero, después cajero y luego bajista. “Al final llegué al instrumento de mis amores, el acordeón”. Y su amor por el vallenato típico lo llevó a grabar ese estilo más clásico. Grabó con discos Philips y tuvo su propio grupo, aunque sin la fama de los vallenatos que forjaron el estrellato del género.
A la par, llegó al Banco Popular, donde trabajó durante 40 años y tres días, comenzó desde abajo y terminó como gerente de sucursales. Caerle en gracia con su interpretación del acordeón a una persona le valió la recomendación para trabajar allí. Pero procuró que sus dos vidas: la bancaria y la musical fueran independientes.
Solo al jubilarse decidió consagrarle su tiempo a la pasión vallenata. “Me pensioné en 2014 y compré la casa para el Museo (también creó la fundación Provallenato para istrarlo). Tenía una cantidad de material en la finca de Silvania y traje lo más representativo para el museo en Bogotá. Tengo una colección de 55 acordeones. El museo es mi juguete favorito. Se visita con cita previa. Y cada mes se programaba una parranda didáctica (interrumpida por el covid-19), a la que la gente podía asistir por un aporte de 25.000 pesos. Estas parrandas pronto volverán”.
Y ahora, para que ese conocimiento suyo permanezca, también tiene su libro, que se lanza este sábado, a las 7 p.m., en la sede del museo. 

Más noticias 

LILIANA MARTÍNEZ POLO
REDACCIÓN DE CULTURA
@Lilangmartin

Sigue toda la información de Cultura en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon

Conforme a los criterios de

Logo Trust Project
Saber más
Sugerencias
Alt thumbnail

BOLETINES EL TIEMPO

Regístrate en nuestros boletines y recibe noticias en tu correo según tus intereses. Mantente informado con lo que realmente te importa.

Alt thumbnail

EL TIEMPO GOOGLE NEWS

Síguenos en GOOGLE NEWS. Mantente siempre actualizado con las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en Google News.

Alt thumbnail

EL TIEMPO WHATSAPP

Únete al canal de El Tiempo en WhatsApp para estar al día con las noticias más relevantes al momento.

Alt thumbnail

EL TIEMPO APP

Mantente informado con la app de EL TIEMPO. Recibe las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en tu dispositivo.

Alt thumbnail

SUSCRÍBETE AL DIGITAL

Información confiable para ti. Suscríbete a EL TIEMPO y consulta de forma ilimitada nuestros contenidos periodísticos.

Mis portales