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El 'Arriero' Herrera tuvo desquite: su lucha para ser campeón con Nacional

Llegó como interino, y en poco tiempo logró llevar al equipo a ganar la estrella 17. 

Hernán Darío Herrera celebra emocionado la clasificación a la final de la Liga con Atlético Nacional.

Hernán Darío Herrera celebra emocionado la clasificación a la final de la Liga con Atlético Nacional. Foto: Jaiver Nieto - EL TIEMPO

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Hernán Darío Herrera se sentó en la sala de prensa con una sonrisa desbordada, incontenible. La sonrisa que dibujaba su cara no solo era de felicidad, era también de orgullo, esa risa picara que tienen los que se salen con la suya. Acababa de completar su misión: llevar a Atlético Nacional a la gloria, y eso que muchos dudaban, y eso que muchos no le creían. Herrera pasó del ingrato puesto de técnico interino, a sentarse en esa silla de prensa como el técnico campeón, para que todo el país lo constatara. Por eso era su risa ante las cámaras, por eso esa alegría desbordada.
Herrera llevaba en su cuello la medalla de campeón, de cinta azul y punta dorada. No es raro que haya dormido con ella puesta. No es raro que aún la tenga ahí colgada. Para eso son las medallas de los campeones, para lucirla ante el mundo, y por qué no, también ante el espejo. También llevaba su camiseta negra que dice, en letras blancas, y justo en su pecho inflado de orgullo, ¡Arriero soy!, como quien quiere que eso quede claro, que nadie lo olvide. Así es como lo conocen en el fútbol desde que era jugador (así lo bautizó el narrador Jorge Eliécer Campuzano). El arriero es un trabajador incasable, como buen arriero. Futbolero de día y de noche, despierto y dormido.
Hernán Darío Herrera.

Hernán Darío Herrera. Foto:EFE

La lucha del Arriero

Hoy tiene 64 años y acaba de conseguir su logro más importante como entrenador. Y pensar que el puesto no era para él, y pensar que lo nombraron de emergencia, de paso, un asiento provisional, llanta de emergencia cuando Alejandro Restrepo no siguió al frente, tras la eliminación en la Copa Libertadores. A Herrera, el mismo que parece padre e hijo de ese equipo, que ha guiado tantas veces las divisiones menores, le tocó arriar a las figuras más grandes, las que por entonces no andaban, estrellas que estaban como apagadas, y de inmediato le entendieron su consigna, la meta era ganar el título en tres meses, sin importar el cómo.
Pero el camino fue tortuoso. La oportunidad no venía en papel regalo. “Para mí ha sido muy duro lo que ha pasado en Nacional conmigo. He tenido muchas tristezas por lo que me tocó pasar en el último año, estoy dirigiendo ‘de arepa’ porque en las menores no tenía equipo, no sé quién me quiso retirar de ahí y, de un momento a otro, me llamaron para dirigir a la profesional y fue un reto bueno”, comentó el Arriero el domingo, así, franco, sin filtros en su voz ni en su alma ni en su mirada.
A Herrera no le creían, quien sabe si ahora sí le creen. De todo se ve en el fútbol. Él y su equipo aguantaron críticas, ofensas, ataques despiadados, que porque Nacional no era Nacional, que no respetaba la historia, que no jugaba bonito. Y sin embargo, Nacional fue cabalgando, armado de una coraza verde que se llama jerarquía. El Arriero se salió con la suya. “Para todo el mundo Nacional es campeón, que jugó mal, que no sé qué, que no tiene el ADN de Nacional, la copa la recibió Gio, hace cinco años estaba buscando el trofeo y lo ganó hoy. Los que no quisieron que Nacional fuera campeón, hoy es campeón y lo está disfrutando”, manifestó el entrenador.
Lo curioso es que Herrera no es ajeno al buen fútbol. En su época de jugador, con esa misma camiseta verde, y con otras, hizo del fútbol fantasía. Un jugador extraordinario, y con gol, dos veces campeón con Nacional, cuatro veces campeón con el América. Con paso por la Selección Colombia. Hablar del Herrera jugador es hablar de buen fútbol. Como entrenador fue campeón de la B con el Real Cartagena, disputó la final de la A en 2005, perdida contra Cali; en Nacional logró una Copa Colombia, en 2018, aquel año cuando de nuevo fue llanta de repuesto y lo sacaron abruptamente; también dirigió al América, a Bucaramanga y a Pasto. Ahora se enfrentaba a su reto más grande, sin saber si lo iban a dejar hasta el final.

‘Nacional me paga por ganar’

Giovanni Moreno y Hernán Darío Herrera

Giovanni Moreno y Hernán Darío Herrera Foto:YouTube: Dimayor

Antes de la final contra Tolima y de nuevo en la sala de prensa, no con alegría sino con tensión, Herrera afirmó que no lo habían dejado en el cargo para jugar bonito, que para eso no le pagaba Nacional, lo dijo así, en su estilo directo: “Me pagan para ganar”. Y para eso dedicó su mente y sus esfuerzos. ¿Y cuánto le pagan? Una curiosa incógnita. Un dato que podría ser menor, privado, pero que en este caso no lo era. El domingo, tras ganar el título contra Tolima, un periodista le hizo la pregunta: ¿Cuánto se gana? Y el Arriero sonrió como con nervios, como sin saber qué decir para no decir mal lo que mal puede ser dicho. “Lo del sueldo, si le digo lo del sueldo, ustedes no me creen...”, dijo el Arriero y soltó una carcajada tímida.
Giovanni Moreno, el ídolo del club, intercedió por él. Le puso una mano en la espalda y dijo: “Es el técnico campeón y es el que menos gana del fútbol profesional, de todos, estoy segurísimo. Yo le decía a él antes del partido, se lo ganó a pulso, esperemos que siga con nosotros y le reconozcan esto. Cuántos técnicos pasan por acá ganando fortunas, y este man estuvo ahí, la vivió desde abajo…”.
Gio se envalentonó y contó intimidades. “La gente no sabe la historia de él, porque no le gusta hablar de él, pero lo mandaron a caminar por allá a la plaza Botero (Medellín)… Le tocó duro, por eso me alegro por él, la situación que vivió. No necesito decírselo, porque ya me iba a retirar, pero se merece que lo dejen trabajar, que le paguen lo que se debe ganar”.
No sabía que esa persona es ahora el campeón con Nacional, entonces sigamos caminando por la plaza de Botero.
Eso de la plaza Botero fue un día que Herrera hizo un reclamo a un dirigente de Nacional. El dirigente, palabras más, palabras menos, le dijo que si no le gustaba así, por la plaza Botero había mucha gente caminando. “No sabía que esa persona es ahora el campeón con Nacional, entonces sigamos caminando por la plaza de Botero. Fue un dolor muy grande cuando escuché esa frase, pero bueno, son cosas que le pasan a uno”, dijo el Arriero, que, tal como pide Gio, seguiría al frente del equipo. Es algo que se ganó a puro pulso.
Herrera es un hombre que a veces parece bonachón, capaz de repartir aguardiente en una sala de prensa, o regañón, de los que no se callan nada; también es el que usa esparadrapo en las manos para contrarrestar la tensión de ser DT de Nacional. Pero lo que en realidad lo identifica, además de la medalla en su cuello, es esa camiseta negra que recuerda lo que en realidad es: un Arriero campeón.
PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET

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