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El trabajo de hacer las cosas bien | Análisis de Ricardo Ávila
Los empleos del futuro serán otros, por esto una de las fallas de la reforma laboral es ignorarlos.
La ministra Gloria Inés Ramírez participó en una audiencia pública sobre la reforma laboral en el Congreso. Foto: Néstor Gómez
Pocos temas han tenido tanta notoriedad a lo largo de las semanas pasadas como el transcurso del llamado ‘paquete social’ que impulsa la istración Petro, el cual incluye las propuestas de reforma de la salud, las pensiones y las normas laborales. Si bien tan solo la primera comenzó ya su tránsito en el Congreso, las otras dos están a punto de iniciarlo, pues las ponencias correspondientes serían radicadas en los días que vienen.
Los observadores todavía discuten sobre la viabilidad de cada una de las iniciativas, algo que depende de lo que diga cada proyecto y de las realidades políticas. En la medida en que la coalición que acompañó inicialmente al Pacto Histórico se desmorone, al Ejecutivo le quedará mucho más difícil tener éxito, a menos que acepte cambios profundos en los textos originales.
Aun así, es evidente que la mayor probabilidad de convertirse en ley de la república le correspondería a la reforma laboral. El propósito de reducir la jornada diurna y aumentar los recargos por horas extras y dominicales cae bien entre amplios segmentos de la población que anhelan un incremento en sus ingresos, algo que los parlamentarios saben.
No obstante, múltiples analistas han señalado los peligros de aprobar un articulado que elevaría no solo los costos de contratación, sino de despido de personal. Como lo señaló en una audiencia pública en el Capitolio el director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, “consideramos que estas medidas lo que van a generar es un aumento en la incidencia del empleo informal”.
Por su parte, un estudio del Grupo de Análisis del Mercado Laboral, integrado por técnicos del Banco de la República, llegó a una conclusión inquietante. “Debido al aumento en los costos salariales, se estima que en el escenario medio la reforma podría reducir el empleo formal en alrededor de 454.000 empleos, equivalentes a una disminución del 2,1 % de la tasa de formalidad, en un lapso de entre tres y cuatro años”, afirma el trabajo académico.
La polémica desatada, y en especial los reparos hechos por los pequeños y medianos empresarios, ha hecho que el asunto reciba una segunda mirada, con lo cual ha aparecido un gran signo de interrogación sobre lo que viene. Un intervalo más amplio antes de que comiencen los debates sería bienvenido, entre otros motivos debido a la necesidad de examinar las cosas con mayor detalle, tanto a la luz de la coyuntura como del futuro del trabajo en un mundo inmerso en plena revolución tecnológica.
Gloria Inés Ramírez, defiende la reforma laboral de las críticas del Comité de la Regla Fiscal. Foto:El Tiempo / cortesía
Hace pocos días, cuando el Dane dio a conocer las cifras del mercado laboral al cierre de marzo, el Gobierno no dudó en calificar el resultado como una buena noticia. El reporte mostró que el desempleo a nivel nacional había bajado al 10 por ciento, una reducción superior a dos puntos porcentuales frente al mismo mes de 2022.
De tal manera, la población ocupada llegó a 22,8 millones de personas, un salto de 1,1 millones en comparación con un año atrás. Cerca de la mitad del incremento tuvo lugar en las 13 ciudades más grandes, con un alza más que proporcional en las mujeres.
Aunque el índice de desocupación es incluso inferior al registrado antes de la llegada de la pandemia, una mirada más detallada revela que el segmento más dinámico fue el de los trabajadores por cuenta propia. Lo anterior lleva a pensar que el conocido “rebusque” sigue siendo la salida para cientos de miles de hogares, entre otros motivos porque la inflación golpea el poder adquisitivo de las familias y obliga a más integrantes del hogar a generar ingresos.
Por tal razón, emitir partes de tranquilidad a este respecto resulta equivocado y más cuando aparecen evidencias adicionales sobre la desaceleración de la actividad económica. Tanto la confianza del consumidor como la de industriales y comerciantes viene en descenso, algo que no es buen augurio para el segundo semestre, cuando el frenazo apunta a ser más intenso.
Puede sonar contradictorio, pero una constante entre quienes se dedican al campo de los recursos humanos es la dificultad de conseguir gente calificada. Un reciente informe de Anif dice que “el Banco de la República ha mencionado de manera reiterada que el mercado laboral colombiano es estrecho, es decir que, aun habiendo una tasa de desempleo alta, hay un número elevado de vacantes disponibles”.
¿Cómo puede suceder eso? La respuesta es que no se están educando suficientes personas con las habilidades que se requieren actualmente.
Sobre el papel, una política laboral moderna debería concentrarse en identificar los cuellos de botella y adaptar los programas de formación y entrenamiento. Lamentablemente, lo que se ve en la práctica es una defensa de los privilegios de los asalariados y en particular de aquellos vinculados a la nómina oficial.
De seguir las cosas así, se perpetuará la realidad conocida. Esta es la de un país con una tasa de informalidad laboral del 58 por ciento, en el cual disminuir la desigualdad será imposible si en lugar de eliminar las barreras que impiden la formalización, estas son todavía más infranqueables.
Tiempos modernos
El panorama se complica todavía más cuando se observan las tendencias globales. A finales de abril, el Foro Económico Mundial dio a conocer su más reciente estudio sobre el futuro del empleo en el planeta, el cual debería ser un llamado de atención sobre la necesidad de adaptarse a escenarios previsibles.
Según el informe, casi una cuarta parte de los puestos de trabajo existentes en un grupo importante de economías en desarrollo y emergentes –dentro de las cuales está Colombia– cambiarán de aquí a 2027. Más allá de que se creen plazas nuevas, otras desaparecerán, con lo cual el saldo neto sería una reducción del dos por ciento en el número de empleos, debido a factores como la automatización o la propia evolución de la economía.
Tal como lo vienen advirtiendo los especialistas, las áreas de más rápido crecimiento se basan en la tecnología y la digitalización. Las vacantes de “analistas y científicos de datos, especialistas en macrodatos, especialistas en inteligencia artificial y aprendizaje automático y profesionales de la ciberseguridad” aumentarían en 30 por ciento a lo largo de los próximos cinco años, asegura el reporte.
En lo que atañe a números absolutos, el área del comercio en línea será la más dinámica. Esto incluye “especialistas en comercio electrónico, especialistas en transformación digital y especialistas en mercadotecnia y estrategias digitales”, dice el Foro Económico.
Irónicamente, esa profundización se convierte en una amenaza para ciertos oficios o profesiones. Todo apunta a recortes en “istración o secretariado, entre ellos los cajeros de bancos y comercios o los istrativos dedicados a la introducción de datos”.
De otro lado, se subraya que “la inversión en la transición ecológica y en la mitigación del cambio climático, así como la creciente concienciación de los consumidores en materia de sostenibilidad, están impulsando la transformación de la industria y abriendo nuevas oportunidades en el mercado laboral”. Por ejemplo, los técnicos en energías renovables o en instalaciones de es solares son cada vez más demandados.
Desde hace rato se sabe que ante el aumento en la edad promedio de la población mundial, todo lo relacionado con el cuidado de las personas mayores tendrá mayor acogida. A lo anterior se agrega la educación, pues el requisito de actualizar conocimientos es casi obligatorio.
Y en lo que concierne a segmentos más tradicionales, la agricultura requerirá más brazos, pues el número de gente en el planeta seguirá creciendo, mientras las naciones tratan de cuidar su seguridad alimentaria. Bajo esta perspectiva, los operadores de maquinaria, calibradores y clasificadores tendrían mucha acogida.
Aun así, no basta con cruzarse de brazos. “Seis de cada diez trabajadores necesitarán formación antes de 2027, pero solo la mitad de los empleados tienen a oportunidades de formación adecuadas en el momento actual”, sostiene el Foro Económico.
Por lo tanto, lo que se conoce como el reciclaje profesional se impone. Pero este requiere del apoyo y el liderazgo gubernamental, sobre todo para darles la mano a los más vulnerables.
¿Riesgos y oportunidades?
¿Qué quiere decir lo anterior para Colombia? Una investigación de las economistas Cristina Fernández y Cecilia Suescún muestra que el 57 por ciento de los empleos en el país están en alto riesgo de ser remplazados en los próximos 10 a 20 años.
Curiosamente, habría mayor vulnerabilidad de los trabajadores informales que de aquellos que cuentan con un contrato que se ajuste a los parámetros legales.
De acuerdo con los resultados del estudio, ciertas tareas repetitivas serían sustituidas por las máquinas, entre ellas las que se hacen en sectores como el de comercio y restaurantes. Otros segmentos como el de la explotación de minas también serían automatizables.
A su vez, el investigador asociado de Fedesarrollo Jairo Núñez afirma que “el avance tecnológico acelerado, la inteligencia artificial, la robótica y la transición energética están reconfigurando el mercado laboral, exigiendo una reforma que contemple dichos desafíos y oportunidades”. El experto advierte que, si las normas no son las adecuadas, podría verse un aumento de plazas bien remuneradas para personas con altos niveles de calificación, mientras del otro lado habría mayor precariedad.
Ante los peligros, la propuesta que en cuestión de días tendrá que examinar el Congreso “debería enfrentar estas desigualdades, fomentando la inclusión y la igualdad de oportunidades en el al empleo formal y la capacitación laboral”. Sin embargo, Núñez no duda en calificar la iniciativa de “regresiva” pues llevaría a “una legislación anacrónica que concentrará beneficios en pocos segmentos formales y dejará en una peor situación a informales y desempleados”.
Lamentablemente, las observaciones de los especialistas no parecen haber hecho mella en el Gobierno. Atrapado en la ideología, Gustavo Petro identifica correctamente que el país requiere cambios, pero se equivoca en las soluciones planteadas.
Durante su corta alocución del viernes, el mandatario se planteó una pregunta válida. “¿Por qué no construir reformas entre todos?”. Para que la contestación sea la adecuada, el Ejecutivo está obligado a escuchar las voces disonantes, dándole más cabida al pragmatismo que al dogmatismo y escuchando a quienes llevan décadas estudiando los temas.
La razón es clara: los remedios equivocados pueden agravar todavía más el estado de una nación en la cual abundan las inequidades y las disparidades regionales. Y en el caso específico de lo laboral, las aspiraciones de mejora de millones, y en especial de los más jóvenes, se verían frustradas.
“Queremos la mayor de las prosperidades para las familias colombianas”, dijo el Presidente de la República en su discurso. Pero no basta con desearlo, sino que es obligatorio volverlo factible. Y esa observación es válida para una istración que maximiza el ‘qué’, pero se equivoca en el ‘cómo’.