Las compañías, al igual que las personas, envejecen. Empiezan su vida pequeñas y deseosas de sobrevivir. Las impulsan la energía joven y las ideas frescas. Compiten, crecen, maduran y, en última instancia, se extinguen, salvo contadas excepciones. Lo mismo sucede con los gobiernos: también pueden perder el impulso y la ambición de la juventud, y caer en el conformismo.
Consideremos lo siguiente: solo un 11 por ciento de las 500 compañías que figuraban en ‘Fortune’ en 1955 existen hoy en día, mientras que la vida promedio de las empresas que permanecen entre las primeras 500 ha disminuido de 75 a 15 años. En estos tiempos de cambio veloz, aquellos que se rezagan se vuelven irrelevantes en un instante. Y los países cuyos gobiernos envejecen encaran la misma suerte que las compañías obsoletas. Sus opciones son simples: innovar o morir.
La carrera por la competitividad a nivel de naciones es tan ruda como la competencia entre empresas. Los países compiten por inversiones, talento, crecimiento y oportunidades en un mundo globalizado, y aquellos que quedan fuera dejan ir el mayor de los premios: el desarrollo, la prosperidad y la felicidad de sus pueblos.
Así que los gobiernos deben concentrarse en lo que realmente importa: cómo parecerse a ese 11 por ciento de las empresas que todavía se mantienen. El ciclo de vida de las empresas debería enseñarles a los gobiernos que el secreto de la eterna juventud es la innovación constante, aprovechar las oportunidades y comportarse como las compañías que están definiendo el mundo actualmente.
El secreto para el rejuvenecimiento de las empresas, la evolución de la civilización y el desarrollo del ser humano es sencillo: la innovación. Siempre me ha asombrado que los gobiernos crean que son la excepción a esta regla. La innovación en el gobierno no es un lujo intelectual, un tema limitado a seminarios y debates ni una cuestión exclusivamente de reforma istrativa. Es la receta para la supervivencia y el progreso de un país.
La primera clave para una innovación de tipo empresarial en el gobierno es la concentración en las capacidades. Las empresas de primer nivel invierten continuamente en sus empleados para darles las capacidades adecuadas para enfrentar el mercado. Los gobiernos deben hacer lo mismo, mejorando constantemente las capacidades y promoviendo la innovación entre sus empleados, en los sectores clave de la economía y en el sistema educativo. Los gobiernos que no den a las nuevas generaciones las habilidades necesarias para ser líderes de su época las condenan a seguir a otras sociedades más innovadoras.
Un estudio realizado por el Departamento del Trabajo de Estados Unidos mostró que el 65 por ciento de los niños que están actualmente en educación primaria trabajarán en empleos que hoy no existen. Otro estudio de la Universidad de Oxford concluyó que el 47 por ciento de las categorías de empleo actuales corren un alto riesgo de desaparecer por la automatización.
Ante esas previsiones, ¿cómo preparamos a nuestros hijos y a las futuras generaciones? ¿Cómo equipamos a nuestros países para que compitan no solo hoy, sino también en las próximas décadas? La respuesta está en perfeccionar la creatividad de nuestros hijos y en darles las capacidades analíticas y de comunicación que se necesitan para canalizarla hacia fines productivos.
El ciclo de vida de las empresas debería enseñarles a los gobiernos que el secreto de la eterna juventud es la innovación constante
Poderosos intangibles
La segunda clave para transformar los gobiernos en motores de innovación es cambiar el equilibrio de las inversiones hacia los intangibles, como sucede en el sector privado. Mientras que hace 40 años, el 80 por ciento del valor de las empresas que figuraban entre las primeras de Standard & Poor’s consistía en activos tangibles, actualmente esa proporción se ha invertido: más del 80 por ciento del valor de las empresas más grandes es intangible –los conocimientos y capacidades de sus empleados y la propiedad intelectual integrada en sus productos–.
Los gobiernos también deben pensar estratégicamente en cambiar su gasto en infraestructura tangible, como caminos y edificios, y dedicarlo a intangibles como la educación y la investigación y el desarrollo.
No es ningún secreto que Estados Unidos y Europa gastan en conjunto más de 250.000 millones de dólares de fondos públicos al año en investigación y desarrollo para conservar sus posiciones de liderazgo. De manera similar, uno de los principales motores del rápido desarrollo en países como Singapur, Malasia y Corea del Sur ha sido la decisión estratégica de cambiar el gasto público de la infraestructura dura hacia la infraestructura ‘suave’ que se necesita para crear y sostener una economía del conocimiento.
Es bien sabido que la mayoría de las empresas transformadoras de hoy tienen una cultura corporativa y un ambiente de trabajo innovadores que inspira y empodera a sus empleados. Los gobiernos que ponen un ejemplo de innovación tienen el poder de implantar una cultura de creatividad a nivel nacional. Cuando esa cultura se arraiga, las personas tienen deseos de llevar más lejos sus ideas, de fijarse metas más elevadas, incluso, y de cumplir sueños más grandes. Así es como los países que alientan la innovación toman la delantera y la mantienen.
Para sostener la innovación, las empresas deben atraer y conservar las mentes más creativas y productivas. Y en esta era de movilidad global, los países también compiten por el talento. Las ciudades globales compiten para dar una vida y un ambiente de trabajo ideales a las personas innovadoras y aprovechar su creatividad a fin de hacerse aún más fuertes y competitivas.
Pero, además de atraer talento, funcionan eficientemente y actualizan continuamente sus sistemas y servicios. Empoderan a los ciudadanos para cultivar su energía colectiva y desarrollar su potencial y convertirse, de ese modo, en motores del crecimiento de sus países y de su progreso en la arena mundial. En definitiva, para los gobiernos, la innovación es una cuestión existencial.
MOHAMED BIN RASHID AL MAKTOUM
Vicepresidente y primer ministro de los Emiratos Árabes Unidos
Project Syndicate
Dubái