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¿La globalización impulsa la innovación?
Nuevos estudios muestran que se ha reducido la tasa de innovación en EE. UU.
La globalización alienta la innovación, o al menos eso es lo que dice la sabiduría convencional. Pero cada vez surge más evidencia que sugiere que esta presunción, al igual que tantas creencias económicas, debe repensarse. Foto: iStock
La globalización alienta la innovación, o al menos eso es lo que dice la sabiduría convencional. Pero cada vez surge más evidencia que sugiere que esta presunción, al igual que tantas creencias económicas, debe repensarse.
La sabiduría convencional se basa en un estudio de 1991 de Gene M. Grossman y Elhanan Helpman, que demostró que, al crear mercados más grandes y más integrados, la globalización fomentaba la eficiencia, alentaba la especialización y fortalecía los incentivos para que los emprendedores en busca de lucro invirtieran en investigación y desarrollo (I&D). El resultado fue un incremento de la tasa global de innovación.
Sin embargo, la investigación reciente sobre el impacto global de China indica que la relación entre globalización e innovación no es tan evidente. Por un lado, Nicholas Bloom y sus colegas encuentran que una mayor competencia de China ha contribuido a un incremento de las patentes en Europa. Por otro lado, David Autor y sus colegas señalan que el “shock de China” ha reducido la tasa de innovación en Estados Unidos.
¿Qué es lo que explica estos resultados divergentes? Una posible respuesta reside en los cambios en el sector industrial.
Instituto Entoma es uno de los beneficiarios de los Bonos Empresariales de Innovación. Foto:Instituto Entoma
Es en la industria donde tradicionalmente sucede la mayor parte de la innovación. Pero en los países ricos –en particular, en Estados Unidos– la industria como porcentaje de la producción y del empleo ha venido declinando desde hace décadas, como consecuencia de que las empresas multinacionales han trasladado la producción que requiere mucha mano de obra a economías de menores salarios, como China o países de Europa del Este. Si la innovación sucede donde tiene lugar la producción, tiene sentido que el ascenso de China como usina industrial tenga una relación con la caída de la innovación en un país como Estados Unidos.
Sin embargo, este desenlace no es inevitable. Que la pérdida de empleos industriales mine la innovación depende significativamente de la manera como una empresa multinacional esté organizada –especialmente los lazos entre el lado de la producción y el de la innovación del negocio–.
Si la producción de una empresa depende de la interacción presencial entre las dos partes, las actividades industriales y de innovación deberían suceder en una proximidad geográfica estrecha. De lo contrario, la innovación probablemente decaiga. Esto suele pasar con las empresas norteamericanas: las subsidiarias que operan muy lejos de la casa matriz tienden a realizar menos patentamientos.
Si, en cambio, los gerentes facilitan y dirigen el flujo de información entre estos dos grupos de trabajadores, la coubicación geográfica de las dos actividades puede ser menos importante. Esto sustentaría la innovación en las economías avanzadas, aun si la manufactura sucediera en el otro lado del mundo.
Mi investigación que examina la migración de empleos industriales hacia Europa del Este después de la caída del comunismo refuerza esta lectura. En los años 1990, los países de Europa del este tenían un ingreso per cápita bajo, pero eran ricos en calificaciones, particularmente en ingeniería. Esto los convirtió en entornos ideales para una innovación de bajo costo.
Si la innovación sucede donde tiene lugar la producción, tiene sentido que el ascenso de China como usina industrial tenga una relación con la caída de la innovación en un país como Estados Unidos
Esto sedujo, en particular, a Alemania y a Austria –que eran mucho más ricos, estaban situados cerca y enfrentaban profundas escaseces de mano de obra calificada–. De modo que, en los años siguientes, empresas alemanas y austríacas trasladaron no solo empleos industriales, sino también actividades que exigían mano de obra especializada e investigación importante, a Europa del Este.
Entre 1990 y 2001, las subsidiarias austríacas en Europa del Este empleaban cinco veces más gente con títulos académicos, como porcentaje del personal, que sus casas matrices. En sus laboratorios también trabajaba un 25 por ciento más de personal de investigación. De la misma manera, las filiales alemanas en Europa del este empleaban tres veces más trabajadores con títulos académicos y 11 por ciento más investigadores que sus casas matrices.
Pero existe una diferencia importante entre las multinacionales alemanas y austríacas. Las multinacionales alemanas transferían la estructura organizacional de la firma a las subsidiarias en Europa del Este, y mandaban a gerentes alemanes a istrar las cosas. Esto garantizaba que el conocimiento creado en los laboratorios de investigación de Europa del este regresara a la casa matriz, que así tenía más control sobre la innovación.
Por el contrario, las multinacionales austríacas –ellas mismas subsidiarias, en general, de empresas extranjeras– adaptaban la estructura organizacional de sus subsidiarias de Europa del Este al entorno local y contrataban más gerentes locales. Como resultado de ello, sus subsidiarias eran mucho más autónomas en sus decisiones en materia de innovación. No se ponía en marcha ningún mecanismo para garantizar que el conocimiento creado en la subsidiaria también beneficiara a la casa matriz.
Quien gane la carrera hacia las tecnologías del futuro será el líder económico mundial, con profundas consecuencias también para la política exterior y la seguridad nacional
En el transcurso de los últimos diez años, Alemania en general ha prosperado económicamente, mientras que Austria ha sufrido tasas de crecimiento bajas y un desempleo alto. Las dificultades de Austria pueden fácilmente tener sus orígenes en el patrón inverso de especialización en innovación con Europa del Este. La dotación de mano de obra calificada de Austria, medida por el porcentaje de fuerza laboral con un título universitario, era 0,07 en 1998, comparado con 0,14 para los países de Europa central.
Como ha demostrado Alemania, la innovación no depende de la presencia de producción física. Es más, la caída de la innovación en la industria puede estar compensada, al menos en parte, por mayor I&D en otros sectores. Esto ha ocurrido en Estados Unidos: en 2016, el sector industrial respondía solo por el 54 por ciento de las patentes estadounidenses y el 59 por ciento del gasto en I&D –comparado con el 91 y el 99 por ciento, respectivamente, en 1977–, mientras que las empresas no industriales hoy representan el 46 por ciento de todas las concesiones de patentes de Estados Unidos.
Pero la industrialización y la innovación se siguen complementando mutuamente. Y, como demuestran las experiencias muy diferentes de Austria y Alemania, deslocalizar la fabricación no necesariamente mina, en sí mismo, la innovación. Si las casas matrices implementan mecanismos para adquirir el conocimiento creado en sus empresas afiliadas, podrían aprovechar los beneficios de la globalización –inclusive la deslocalización– sin perder en el terreno de la innovación.
Estados Unidos es perfectamente consciente de que podría quedarse atrás en la carrera tecnológica con China. Y sabe que si eso ocurre, sería su fin como potencia dominante en el mundo. Por eso en el mes de junio, el Senado de ese país aprobó por amplia mayoría un proyecto de ley que prevé cuantiosas inversiones en ciencia y tecnología, y que fue presentado como un texto “histórico” para contrarrestar la amenaza económica de China.
El plan destina más de 170.000 millones de dólares a la investigación y el desarrollo, con la intención de animar a las empresas a producir semiconductores en suelo estadounidense, para reducir su dependencia de los proveedores extranjeros.
Una escasez mundial de estos componentes, fabricados principalmente en Asia, ha afectado a numerosos sectores claves como la industria automotriz y las comunicaciones.
La iniciativa también prevé 120.000 millones de dólares en financiación para que se investigue en áreas claves como la inteligencia artificial y la ciencia cuántica.
“El proyecto de ley pasará a la historia como una de las cosas más importantes que ha hecho esta cámara en mucho tiempo”, dijo en ese momento el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer.
“Quien gane la carrera hacia las tecnologías del futuro será el líder económico mundial, con profundas consecuencias también para la política exterior y la seguridad nacional”, añadió.