“En mi casa siempre me inculcaron que había que creer y dar segundas oportunidades, y por eso siempre pensé que mi novio, que luego se convirtió en mi marido, algún día iba a cambiar su forma de comportarse conmigo; una actitud a la que yo llamaba ‘mal genio’, pero que en realidad era violencia. Una violencia que nos tuvo al borde de la muerte a mi hijita y a mí”.
El miércoles, cuando Leticia vio en las noticias que las autoridades habían encontrado el cuerpo de la pequeña María Ángel en Aguadas, Caldas, y que los médicos luchaban por salvar a Jenny Lorena, la madre de la menor que fue raptada junto con su hermanita de 18 meses por el hombre que la atacó e hirió, sacó fuerzas y decidió escribirle un mensaje a la campaña ‘No Es Hora De Callar’.
“No sé si va a responder mi correo, pero mi hija también tiene cuatro años, como María Ángel. La gran diferencia es que mi niña está viva, de milagro, porque ella y yo logramos sobrevivir el 31 de diciembre al ataque de mi esposo y papá de la niña. No sé si estoy haciendo bien escribiendo esto, pero mi niña y yo estamos vivas; con lesiones físicas y en el alma, pero vivas”.
Ese grito ahogado por el terror de la violencia de género es la prueba fehaciente de la grave crisis que afronta Colombia en este tema. María Ángel, de 4 años; Marbel Rosero, de 15 años; Adellys Nahomi Camargo, de 11 años, y Mayra Alejandra Orobio Solís, de 11 años, niñas que murieron en circunstancias extremas de violencia, son los nombres que el país puede y debe conocer; pero, como ellas, otras decenas de niñas lograron sobrevivir o están en las condiciones críticas de vulnerabilidad en medio del anonimato y quizá muy pronto entren a engrosar esa oprobiosa lista de cifras e impunidad.
Los datos de la Fiscalía General de la Nación dan cuenta de 155 feminicidios de mujeres y niñas en el 2020; sin embargo, la campaña No Es Hora De Callar tiene documentados 253, de los cuales 35 corresponden a niñas. Así mismo, se habla de un esclarecimiento del 92,9 por ciento de los crímenes, pero la verdad es que esta cifra obedece a establecer quién fue el asesino, pero no a un proceso investigativo que tenga justicia y reparación.
En el caso de Mayra Alejandra, que se encontraba bajo protección en un hogar para niños vulnerables de Guapi, Cauca, hay un registro ante las autoridades que indica que ya había sufrido violencia sexual; y como en los ciclos de violencia que tienen que afrontar las mujeres y las niñas durante su vida (1 de cada 3, según Naciones Unidas), un nuevo agresor se ensañó con ella, la torturó, la violentó y la asesinó.
Su caso fue dolor de un día, mientras su crimen tuvo vigencia, porque luego vino la noticia de la agresión a Jenny y a sus hijas, con la dolorosa muerte de María Ángel.
Y Leticia es consciente de eso; de que su caso ni siquiera tendrá fotos y nombres exactos en los periódicos y los noticieros porque debe proteger la identidad de su pequeña, pero no se resigna a callarse.
“Mi esposo fue mi novio desde que estábamos en noveno grado en el colegio. Yo tenía 16 años, ahora tengo 24. Estaba haciendo una carrera técnica cuando quedé embarazada y decidimos que me iba a quedar en la casa por lo menos dos años. Desde siempre él me celó, y tengo que itir que eso me hacía sentir segura porque creía que era una demostración de amor. Nunca le reproché esa conducta, pero solo cuando la niña tenía dos años y yo retomé el estudio y empecé a trabajar fue que me di cuenta del peligro al que me exponía”.
Para Leticia no es fácil itir la verdad, porque aún no cree que del ‘romance’ al feminicidio haya un paso. Tal vez, su único campanazo de alerta llegó en septiembre del 2019, cuando su compañero se enfureció porque se tardó una hora más en llegar al apartamento. Lo que vivió esa noche la obligó a buscar refugio en casa de su mamá e interponer una denuncia en la comisaría de familia. Como en la mayoría de los casos, el funcionario le aconsejó que “conciliara con él, porque seguro había tenido un mal día”.
“Esa noche me tardé con los amigos del trabajo, pero ni siquiera me tomé una cerveza porque sabía que le molestaba que tomara algo si no estaba con él. En medio de los insultos me dijo que yo quería más a la niña que a él y que por eso lo descuidaba... entonces, que anduviera fino”.
A la amenaza le siguieron siete largos meses encerrada junto a él, en medio de la cuarentena por el covid -19. Tiempo en el que la agredió físicamente por “no entender el estrés que él estaba afrontando”; pero también intentó golpear a la niña cuando ella insistía en querer salir al parque o no usar el tapabocas.
“El 30 de diciembre me volvió a decir que yo quería más a mi hija que a él, así que tomé la decisión de dejarlo. El 31 fuimos a la casa de sus papás y a la medianoche, cuando me abrazó para desearme feliz año, le dije que lo quería, pero íbamos a estar mejor separados. Media hora más tarde nos encerró en uno de los cuartos, me golpeó, la niña gritaba y la calló de un puño. Yo me abalancé contra él... me hizo tres heridas con un cuchillo en el pecho y el estómago. Mi suegro tumbó la puerta y nos salvó... Estamos vivas de milagro”.
Leticia no es una cifra, es una sobreviviente. Su pequeña hija también, y ahora marcadas por la violencia machista de por vida.
Durante el 2020, Colombia sufrió un feminicidio cada 34 horas
Estamos ante una realidad tan dolorosa como alarmante: todas las mujeres están en riesgo inminente de afrontar violencia de género y, en el peor de los casos, de ser asesinadas. La campaña ‘No Es Hora De Callar’ documentó 253 feminicidios de mujeres y niñas ocurridos en el 2020. De estos, 218 corresponden a mujeres adultas cuyos asesinatos estuvieron antecedidos de violencias de pareja, intrafamiliar o sexual.
Y el inicio del 2021 sigue dejando este crimen como uno de los más difíciles de frenar en Colombia. En tan solo dos semanas de este año se han registrado, en los números de No Es Hora De Callar, 11 feminicidios de mujeres mayores de edad. En contraste, la Fiscalía General de la Nación tiene registrados solo siete casos al 14 de enero. Esto es la mitad de lo que organizaciones civiles y de mujeres han contabilizado desde que se inició el 2021.
La Fiscalía ha señalado que en el 2020 se registraron 155 feminicidios y que de estos ha logrado esclarecer el 92,9 por ciento. Esto significa que, como mínimo, se ha identificado cuándo fue cometido el delito, cómo y en qué lugar. Además, quién es el responsable y si hay una orden de captura en su contra, según los criterios técnicos del ente investigador. No obstante, no incluye la sanción punitiva ni la reparación y el acompañamiento que deben tener las víctimas, según lo estipula la Ley 1257 del 2008, que ampara los derechos de las mujeres en Colombia y traza directrices para erradicar la violencia contra ellas.
De hecho, la cifra del 92,9 por ciento incluye que el responsable pueda estar en libertad y volver a cometer el mismo delito.
Además, del total de 253 feminicidios, se tiene que solo en el 12 por ciento de los casos hay una sentencia condenatoria o el agresor aceptó los cargos.
En la mayoría de los casos, las mujeres fueron asesinadas por su pareja o expareja, casi siempre en su propio hogar. Seis de cada 10 feminicidios se cometieron en una vivienda privada, según los datos de ‘No Es Hora De Callar’.
Los 11 feminicidios del 2021 tienen la misma connotación. Uno de los casos ocurrió el pasado 7 de enero, cuando Rosmery Margarita Pérez Torres, una ciudadana venezolana de 36 años, fue herida con un arma cortopunzante delante de sus hijos. Ella había denunciado a su feminicida, Carlos Medina Dorantes, por violencia física y psicológica. Ni en su país ni en Colombia las autoridades hicieron algo que pudiera impedir su asesinato.
El 9 de enero, Maricel Riascos Andrade, de 29 años, se encontraba durmiendo cuando su esposo la atacó con un machete. Vivían juntos en Buenaventura, Valle. Cerca de la medianoche, la mujer recibió cuatro heridas de las que no logró reponerse. Por el momento, se desconoce el paradero de su victimario.
A Mildret Xiomara Pedrozo, una mujer de 40 años, la asesinó su expareja, Ómar Navarro Salazar. Pese a que habían terminado su relación, el sujeto seguía agrediéndola. El 4 de enero le quitó la vida de un disparo, en Gamarra, Cesar.
Por su parte, a Luz Estela Sánchez, de 50 años, la asesinó su propio hijo, Jhon Fredy Mosquera Sánchez. Vivían juntos en La Aurora, en Medellín, Antioquia. Luego de que ella le pidió que apagara la luz de la habitación en la que estaban, para ahorrar energía, él la agredió con un arma cortopunzante. Después huyó, pero fue capturado por las autoridades y ahora está privado de la libertad bajo medida de aseguramiento. La Fiscalía le imputó feminicidio agravado.
Feminicidios en el 2021
Daniela María Isabel Sánchez Rojas, 22 años. Palmira, Valle.
Edilma Tenorio Tróchez, 33 años. Toribío, Cauca.
Yuri Andrea Bolaños, 32 años. La Unión, Nariño.
Maria Edith Botina Ordóñez, 53 años. La Unión, Nariño.
Luz Estela Sánchez, 50 años. Medellín, Antioquia.
Mildret Xiomara Pedrozo Mejía, 40 años. Gamarra, Cesar.
Norvic Yelitza Barrios, 51 años. Tununguá, Boyacá.
Rosmery Margarita Pérez Torres, 36 años. Cartagena, Bolívar.
Marbel Rosero, 15 años. El Tablón de Gómez, Nariño.
Maricel Riascos Andrade, 29 años. Buenaventura, Valle.
Érika López Galán, 30 años. San Alberto, Cesar.
Adellys Nahomi Camargo López, 11 años. San Alberto, Cesar.
Mayra Alejandra Orobio Solís, 11 años. Guapi, Cauca.
Greicy Concepción Caicedo, 33 años. Bogotá.
María Ángel Molina Tangarife, 4 años. Aguadas, Caldas.
JINETH BEDOYA LIMA
Subeditora de EL TIEMPO
En Twitter: @jbedoyalima