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La increíble historia de un hombre que pagó 11 años de cárcel por crimen que no cometió
Eugenio Lobo demostró que la justicia se equivocó y ahora goza de su libertad en Necoclí, Antioquia.
Eugenio Lobo pasó 11 años preso por un crimen que no cometió. Foto: Archivo particular
Eugenio Lobo Galé salió de su casa el pasado miércoles rumbo al único punto de una vereda en Necoclí, Antioquia, en el que llega la señal a su celular. Su intención era comunicarse por teléfono a primera hora de la mañana para confirmar en charla con EL TIEMPO, una vez más, que es un hombre libre e inocente, pese a que por un error judicial los últimos 11 años de su vida estuvo encerrado en cuatro paredes de distintas cárceles.
Fue condenado por un homicidio que no cometió, y para dar a conocer su historia, la noche anterior -el martes- aseguró que así tuviera que mojarse en un aguacero, con una sombrilla en la mano iba a ir a buscar señal para su teléfono, que no sabe manejar muy bien porque según él, cuando entró a la cárcel en 2012 no existían los desarrollos de hoy en día.
A Necoclí llegó el pasado 28 de abril, cuando salió de la cárcel de Montería, Córdoba, por cuenta de un fallo del Tribunal Superior de Cartagena que tumbó la sentencia de primera instancia por la que lo habían condenado a 27 años de cárcel el 31 de octubre de 2008, por el delito de homicidio agravado.
El expediente de Eugenio Lobo hace parte de los miles que ha documentado el Proyecto Inocencia, de la Universidad Manuela Beltrán, respecto a personas condenadas que buscan que se les revisen sus sentencias porque alegan no ser culpables.
Sentencia a favor de Eugenio Lobo. Foto:Archivo particular
Solo que la historia de Eugenio tiene la particularidad de que hace parte de los 14 casos que en 15 años finalmente han prosperado a favor de los sentenciados, al comprobarse que sí hubo un error judicial de por medio que, en su caso, cambió su vida por completo.
La salvedad es que así como un error judicial lo privó de la libertad 11 años, da la casualidad que otro error con el que fue afectado Eugenio le sirvió para probar que el 21 de julio de 2001 sencillamente no pudo haber matado a Arnoldo Peñaranda Paz, pues nadie puede estar en dos lugares distintos a la misma vez.
La vida en el Nelson Mandela
Eugenio Lobo, de 66 años de edad, con 19 hijos, 31 nietos y oriundo de Necoclí, cuenta que en 2001 tenía un estadero y a la par de atenderlo hacía buñuelos y vendía leche en la calle. Su casa, donde compartía con sus hijos e Irene, su pareja de ese entonces, estaba ubicada en el sector El Edén, del barrio Nelson Mandela de Cartagena.
Allá varios vecinos lo conocían, y según comenta alguien que conoce de su vida, ejercía un papel de liderazgo social entre la comunidad. Sin embargo -y en esta historia son claves las fechas-, a comienzos de agosto de 2001 con su familia se fue de ese lugar a buscar una nueva vida, volvió a las semanas y después salió definitivamente rumbo a El Retén, Magdalena, adonde se fue a vender pescado.
Fue en un viaje desde El Retén a Antioquia que su vida tomó un giro inesperado. Él llevaba cargada a una de sus hijas, y en un retén policial en el terminal de transportes de Montería, uniformados le pidieron los papeles para una requisa rutinaria. Al revisar su cédula una policía le contestó que quedaba detenido porque había una condena en su contra.
Él les dijo que no podía creer lo que pasaba, que no había cometido ningún delito, pero la autoridad insistió y se lo llevaron a la cárcel de esa ciudad, apartándolo de Irene y sus hijos. En medio del trámite se dio cuenta de que su captura se debía a que estaba condenado por el crimen de un hombre llamado Arnoldo Peñaranda Paz. No sabía mucho más de esa muerte, no tenía cómo escribirles a los suyos y tampoco sabía leer y escribir.
El crimen que le mencionaron fue cometido en la madrugada del 21 de julio de 2001 en el bar el Foco Rojo, del barrio Nelson Mandela, el mismo en el que vivió Eugenio.
Ese día, Arnoldo Peñaranda fue a compartir con unos amigos al bar y en la pista de baile pisó a Martín Hernández. Se disculpó por el pisotón, pero eso no le bastó a Martín, por lo que en el relato de las autoridades aparece que el hombre se incomodó demasiado y fue a buscar a su familiar, un tal Eugenio Lobo, quien sacó un arma y le disparó cuatro veces a Arnoldo.
Lo mató, aunque lo llevaron a un centro médico no tenía signos vitales, por lo que avanzaron las investigaciones para dar con los responsables y en 2002 la Fiscalía General de la Nación ya tenía la orden de captura contra Eugenio Lobo como presunto autor del homicidio.
Según el Tribunal, por estar cobijado por la ley de Justicia y Paz, la interpretación se debe hacer de forma extenstiva. Foto:Martín García. ELTIEMPO
Y es que en la etapa de juicio se aportó el recorte de una foto que publicó un medio de comunicación, en la que un testigo señaló que uno de los hombres que aparecía en la imagen era Eugenio, versión que fue similar a dos testimonios más, que sin mayores reparos presentó la Fiscalía, y que sin la respectiva práctica de pruebas compró el Juzgado Primero Penal del Circuito de Descongestión de Cartagena.
En todo ese proceso judicial, Eugenio Lobo nunca apareció, por lo que fue juzgado en su ausencia, y declarado culpable en 2008 junto a Martín Hernández del delito de homicidio agravado, con una sentencia de 325 meses (27 años) de prisión.
Nadie volvió a saber de ese proceso hasta el día de la captura de Eugenio en el terminal de Montería, cuando le notificaron que tenía una cuenta pendiente con las justicia, cuenta que terminó resolviéndose el 24 de abril de este año en la Sala Penal del Tribunal Superior de Cartagena, adonde llegaron pruebas inéditas que comprobaron que Eugenio no cometió ese delito, pruebas que nunca se les pasaron a la cabeza ni al fiscal del caso ni al juez de descongestión.
El error que salvó a Eugenio
Tal vez la sorprendente historia de Eugenio Lobo se cuenta en un párrafo, basta sino con llevar un estricto orden cronológico y ubicar ciertos espacios para darse cuenta de lo que le pasó. Pero él insiste en comenzar por su barrio en Cartagena, por su oficio de vendedor.
Cuenta que al estadero Los Amigos que atendía en el Nelson Mandela llegaron el 3 de julio de 2001 agentes del CTI de la Fiscalía y de la Policía a decir que buscaban a un hombre llamado Eugenio Lobo. “Yo iba a entrar a la casita cuando un policía me dijo que para dónde iba, y yo le dije que para mi rancho. A lo que el policía me preguntó si vivía ahí, que si era Eugenio Lobo porque lo estaban buscando, le dije que yo soy Eugenio Lobo, si me andan buscando, acá estoy”.
“Yo iba a entrar a la casita cuando un policía me dijo que para dónde iba, y yo le dije que para mi rancho. A lo que me preguntó si vivía ahí, que si era Eugenio Lobo, le dije que era yo.
Ante el sí, el uniformado le contó que tenía que acompañarlo porque lo estaban investigando. Esperó que se bañara y desayunara. “Me tomé una aguaa con pan, no desayuné”, relata Eugenio. Su destino fue la cárcel La Ternera, de Cartagena, en la que estuvo detenido hasta el 27 de julio de 2001, es decir, hasta seis de
spués del asesinato de Arnoldo Peñaranda en el bar El Foco Rojo.
Su detención por contados días hace 22 años fue la prueba reina para demostrar su inocencia, para derrumbar junto al Proyecto Inocencia una sentencia de 28 páginas con la que lo encerraron equivocadamente 11 años, dos meses y cuatro días en una cárcel.
Juan Carlos Cárdenas, director del Proyecto Inocencia, de la Universidad Manuela Beltrán. Foto:Archivo particular
Resulta que los agentes del CTI que lo fueron a buscar a su casa llevaban una orden de captura del 7 de junio de 2001 porque a Eugenio lo habían señalado como presunto autor de otros homicidios. Mientras lo investigaban ordenaron mandarlo a la cárcel, algo que se efectuó y que quedó reseñado en registros oficiales.
De ese señalamiento finalmente también quedó demostrada su inocencia, por lo que se convirtió en un segundo error judicial que jugó un papel fundamental para tumbar la condena por el crimen de Arnoldo. Eso, sin embargo, quedó demostrado muchos años después en un tribunal, pues según Juan Carlos Cárdenas, director del Proyecto Inocencia, de la Universidad Manuela Beltrán, para la época ni el fiscal que investigó a Eugenio, ni el Juzgado que lo condenó se percataron de revisar el registro de reclusos en el país del Inpec.
El paso por las cárceles
Eugenio dice que tras su captura en Montería varios hijos quedaron con traumas. Añade que eso le duele porque lo apartaron de siete niños menores de edad que quedaron sin papá.
En Montería fue a dar a una celda del patio número cuatro, donde vivió tres años y medio, ya que después pasó a Bogotá y luego a la cárcel La Picaleña, de Ibagué, donde estuvo seis años y ocho meses. Durante todo ese tiempo sus aliados fueron un interno, un lapicero y cientos de hojas. Les escribió a todas las autoridades implicadas en su caso, incluso -cuenta- le envió una carta al entonces presidente Juan Manuel Santos.
Si yo salgo el 27 de julio de la cárcel y al pelado lo matan el 21, ¿cómo lo mato yo si estaba encerrado?, yo creo que uno no puede estar en dos lugares a la misma vez.
“Escribir, escribir y escribir, esa era mi tarea. Tuve nueve estudiantes de la biblia en la cárcel de Montería”. Así se la pasó hasta que se bautizó y conoció en Ibagué a una persona clave en su historia: Alberto Celis, un preso que le ayudó a hacer un escrito en el que volvió a insistir en que no pudo haber matado a Arnoldo. “Si yo salgo el 27 de julio de la cárcel y al pelado lo matan el 21, ¿cómo lo mato yo si estaba encerrado?, yo creo que uno no puede estar en dos lugares a la misma vez”, relata.
Alberto fue el que le dijo que enviaran una tutela a muchas entidades para conseguir pruebas, fue así como las respondieron la Fiscalía y entidades bancarias, y entonces recurrieron al primo de Eugenio llamado Ricardo, que sabía de escritura.
En diálogo con EL TIEMPO, el abogado Juan Carlos Cárdenas recuerda que los oficios que Eugenio y su primo mandaban eran papeles en los que se notaba que no estaban escritos por alguien con conocimientos jurídicos. Y en medio de ese anhelo porque alguien escuchara su versión fue que apareció en 2017 el Proyecto Inocencia. El pedido que le hicieron a Eugenio fue que consiguiera nuevas pruebas en su caso para así ellos meterse de lleno. De la Universidad, “Olga Patricia Sánchez estuvo primero al frente, y el cierre lo hizo Yira Orejuela”, comenta Eugenio.
El 24 de febrero de 2012, Eugenio Lobo Galé, la policía lo detuvo por un homicidio que no cometió. Foto:Filiberto Pinzón
El abogado Cárdenas explica que en para un caso como estos hay tres vías: la acción de revisión, la tutela contra sentencia y acudir a instancias internacionales. La que tomaron en el Proyecto fue la primera, “se verificaron los antecedentes, y el otro momento donde él estuvo privado de la libertad concomitante con la época de los hechos por los cuales fue condenado”.
Con todo listo, desde el Proyecto presentaron en coadyuvancia con la Procuraduría la acción de revisión ante el Tribunal, adjuntando la prueba nueva: el documento de la Fiscalía en el que se documentó que desde el 3 al 27 de julio de 2001 Eugenio estuvo en la cárcel.
Y aunque el Tribunal al inicio se demoró, después "la magistrada fue muy acuciosa y practicó muchas pruebas. Pidió dictámenes grafológicos de la entrada de él, a los libros de ingreso, a los conteos de presos, y corrobora lo que habíamos expuesto", dice Cárdenas.
Eugenio Lobo al salir de la cárcel de Montería. 11 años después la justicia reconoció que que no es un asesino. Foto:Archivo particular
Tras la revisión, el 24 de abril el Tribunal falló a favor de Eugenio, invalidando la condena de 2008. La salida de la cárcel fue este 28 de abril, estuvieron dos de sus hijos y un par de amigos, y para Eugenio “esas cosas son de angustia, hubo risa, hubo llanto, imagínese 11 años”.
Por estos días, Eugenio está en Necoclí rodeado de sus hijos, y dice que aún no piensa en si demandará al Estado. Dice que ha sido solicitado por varios seres queridos que lo quieren ver, y que no deja de agradecerle a Jehová y al Proyecto Inocencia, el cual aún tiene un capítulo pendiente en este insólito caso.
Jurídicamente, el ‘Resuelve’ del fallo dice que se declara fundada la causal tercera porque se probó la inocencia de la persona. Con esto, Cárdenas quiere decir que la prueba nueva demostró la inocencia total y no es que haya una duda, pero advierte que en la norma está que cuando pasa esto se tiene que remitir la actuación al despacho de origen, es decir al juzgado que lo condenó para que asuma otra vez el expediente.
En ese trámite se tendrá que tener en cuenta que hay hechos nuevos para así precluir el caso. “Y aquí hay una circunstancia interesante, el delito fue cometido en 2001, a hoy ya han pasado 22 años, fue un homicidio simple, ya prescribió, pero lo que no queremos nosotros -es una posibilidad- es que el juez ya mandó el proceso a la Fiscalía para que presente la acusación, y el fiscal podría decir ‘como esto ya prescribió, yo decreto la prescripción y archivo el proceso’, y cuando a uno le archivan no están diciendo que se demostró que uno es inocente”, dice el abogado.
Por eso insiste en que la labor con Eugenio no ha terminado, porque hay que decirle al fiscal que con base en la decisión del Tribunal profiera la preclusión por inocencia absoluta de la persona, y no por prescripción. Una vez pase eso, Eugenio -que ya es inocente- terminará su alianza con una de sus compañías en una pena que duró 11 años y de la que intenta reponerse junto a los suyos.