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De la Europa económica a la Europa geopolítica

Invasión a Ucrania ha obligado a la Unión Europea a un giro en su accionar internacional. Análisis.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con los primeros ministros de la República Checa, Albania y Macedonia del Norte, en julio, en Bruselas.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con los primeros ministros de la República Checa, Albania y Macedonia del Norte, en julio, en Bruselas. Foto: Getty

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Una vez más, la guerra de Rusia en Ucrania bifurcará a Europa. El este quedará separado del oeste, y probablemente la frontera entre ambos será una zona segura y militarizada durante el futuro previsible.
Por supuesto, no sabemos cuándo o cómo acabará la guerra. Pero, después de los últimos acontecimientos, parece seguro suponer que tanto Ucrania como Moldavia se convertirán en candidatos a ser parte de la Unión Europea, y plenos al cabo de unos años. 
Los líderes de los tres mayores Estados de la UE (Francia, Alemania e Italia) y de Rumanía lo dejaron en claro cuando visitaron Kiev (meses atrás). Ofrecieron a ambos países su completo apoyo a sus candidaturas, tal como lo hizo después la Comisión Europea.
Este proceso de ampliación cambiará la UE de manera fundamental, convirtiéndola decididamente en un actor geopolítico y, de hecho, en el principal adversario de Rusia en el continente.
Con su guerra de agresión sobre Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha dejado absolutamente en claro que aspira a restaurar el Imperio ruso. Como tal, funciona sobre principios totalmente incompatibles con los de la UE, que se sustentan en la igualdad soberana, la integridad territorial, la inviolabilidad de las fronteras y el imperio de la ley.

Dos opciones

La UE ha decidido integrar a Ucrania no porque lo haya querido ni por ambiciones imperiales propias, sino porque Putin la obligó con su actitud de iniciar la lucha y así obligar a Europa a optar entre dos alternativas. Europa podía ceder a las pretensiones de poder del Kremlin o bien defender su propia identidad e intereses, basados en el respeto a los derechos humanos y los principios democráticos. Pero la UE ha optado por la defensa de sus principios y de la libertad.
Algunos críticos de su decisión dirán que debería haber intentado negociar con Rusia, pero ese argumento carece de credibilidad. Incluso si la Unión Europea hubiera estado dispuesta a llegar a un dudoso compromiso con el Kremlin, no hubiera funcionado, ya que la Unión está en una posición que hoy es mutuamente excluyente con la de Putin y sus sueños imperiales revisionistas.
Puesto que ninguno de los bandos puede ceder, debemos prepararnos para un largo conflicto. Y ya que la fuerza militar y las capacidades disuasivas jugarán un papel decisivo, la guerra cambiará definitivamente el carácter de la UE. El proyecto de integración económica ya no será la gran prioridad. Desde hoy, los intereses de seguridad y geopolíticos deberán tener precedencia.

Camino sin regreso

La declaración de apoyo a las candidaturas de Ucrania y Moldavia marca el comienzo de la segunda fase de ampliación de la UE hacia el este. A pesar de que el ingreso de ninguno de los dos países ocurrirá pronto, el proceso mismo tendrá un efecto irreversible. La Europa del futuro ya no podrá hacerse realidad sin los Estados de Europa del este, si es que estos siguen estando dispuestos y capaces de unirse.
La razón es simple. Cuando llega la hora de una idea, esta se vuelve imparable. En contraste, una idea cuyo tiempo ha pasado solo puede perdurar apoyada por la fuerza militar, e incluso así no sobrevivirá. El nuevo conflicto entre Europa y Rusia gira en torno a ideas. Es un choque entre imperialismo y democracia.
Dada la importancia histórica de esto, los europeos occidentales no deben sucumbir a cómodos autoengaños sobre los riesgos que enfrentan. El actual orden de Estados europeos se construyó originalmente alrededor del objetivo de integrar Rusia y Europa. Pero Putin ha arruinado el proyecto de forma irreversible, convirtiéndolo en cosa del pasado.
Con la guerra de Ucrania, Europa se enfrenta a una prueba de madurez: ha alcanzado la adultez en un mundo definido por rivalidades nucleares y grandes potencias. Le guste o no, estas son las realidades geopolíticas de comienzos del siglo XXI. Ante la falta de una continuidad en la alianza con los Estados Unidos, Europa, en su frágil condición, sería demasiado débil como para sobrevivir en este escenario. Por sí solos, los intereses y valores no pesan.
La alternativa es que Europa acepte su debilidad actual y se aferre a fantasiosas ilusiones. Ese camino lleva al sometimiento y la dependencia. No puede esperar obtener una estima y consideración recíprocas en un mundo marcado por la rivalidad entre grandes potencias.
En consecuencia, la única opción real de Europa es buscar alianzas prudentes, desarrollar su propia fuerza e impulsar sus propias capacidades disuasorias. Para sobrevivir al nuevo conflicto de ideas, las prolongadas ilusiones deben ser reemplazadas por una estrategia coherente. Europa tiene que aceptar que vive en un vecindario lleno de peligros.

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JOSCHKA FISCHER*
© Project Syndicate
Berlín
(*) Exministro de Asuntos Exteriores y excanciller de Alemania

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