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Malcolm Deas explica por qué los británicos son monárquicos

El profesor emérito de Oxford estima que no hay riesgos para el futuro de la monarquía inglesa.

Malcolm Deas, profesor emérito de la Universidad de Oxford.

Malcolm Deas, profesor emérito de la Universidad de Oxford. Foto: Fernando Ariza. Archivo EL TIEMPO

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El profesor emérito de la Universidad de Oxford y reputado colombianólogo, Malcolm Deas, analiza lo ocurrido en su país tras la muerte de Isabel II y qué sucederá bajo el reinado de Carlos III. Y con cierta timidez, también comenta los primeros días del gobierno Petro, con la ventaja de la serenidad de quien ve los toros desde la barrera.
Vimos esta última semana gestos muy conmovedores
y simbólicos de la importancia que tuvo la reina Isabel II en su país y
en esta era del mundo. La gente hizo hasta 18 horas de cola para darle un saludo con la cabeza a su féretro. A pesar de la distancia real, ella tenía una extraña empatía y comunicación con la gente... ¿Cómo vio usted esa despedida, que termina hoy?
Bueno, me ha suscitado muchas reflexiones. Una, es que eso es muy británico, muy de nosotros, así somos. Y no es porque seamos superiores a los demás, sino que esa es nuestra índole. Los británicos se dividen en dos tipos: los que estaban en la cola para pasar frente al féretro, y el resto, que estaba mirando todo por televisión. Y aquí le hago un chiste. Como todos los intelectuales, yo miraba clandestinamente el Netflix del corazón, y concluí que nadie va a hacer una serie sobre la familia real de Bélgica, eso no les pasa por la mente. Pero es algo particular cómo la monarquía británica sigue llamando la atención del mundo. El republicanismo en el Reino Unido es muy débil, son una tanda de exhibicionistas y de intelectuales en las nubes, eso no funciona.
¿Y por qué?
Es, en parte, porque la monarquía constitucional es muy buena cosa. Una garantía de continuidad, una garantía de las instituciones, y en cierto modo una garantía de las libertades.
Claro que no es un sistema para todos los países…
No. Yo sé que en América Latina no funcionaría una monarquía. Tengo que confesar que me conmuevo con el desfile, el funeral y con la banda musical y con los tambores tocando, es muy difícil no estarlo. Pero a mí me conmueve también mucho el contraste con Colombia, donde he pasado mucho tiempo, por lo muy sencillo y económico del protocolo colombiano. Eso va, de cierto modo, con una modestia decente, ¿no? Yo soy muy de cada país con su índole. Los ses, por ejemplo, son pésimos monarquistas y los ingleses, pésimos republicanos.
¿Tienen razón quienes piensan que las monarquías están en vías de extinción?
Mucha gente piensa que eso de la monarquía es muy raro. En una época se decía que en el mundo no iban a quedar sino cinco monarquías: la del rey de diamantes, de corazones, de tréboles, de picas, y la de Inglaterra. Pero no fue así. Están los escandinavos, está el rey de España, el rey de Marruecos. La lista es larga. La gente olvida que Australia y Canadá y el resto de países del Commonwealth no han optado por ser repúblicas. También en el oriente hay bastante monarquía. Está la muy importante monarquía del Japón. Y están las monarquías absolutistas, como Arabia Saudita y los Emiratos. Y sin olvidar a los belgas y a los holandeses. Pero también se me ocurre, con la muerte de la reina Isabel, que los ingleses somos monarquistas en una escala que no tiene paralelo en otra monarquía constitucional. Esto es todavía muy grande, muy aparatoso, ¿no? Mucha ceremonia, y claro que eso tiene una raíz: cuando empezó el reinado de Isabel, teníamos una monarquía de escala imperial, y ya somos un país chiquito.
La monarquía finalmente es mezcla de algo muy profundo políticamente, de unidad, de estabilidad, de garantías, y de mucha historia. Pero a su vez tiene su lado light. Por eso perdóneme el comentario: pero ya del rey Carlos III se están burlando hasta porque ordena cambiar los estilógrafos de su escritorio de manera brusca…
Ah, pero eso son nimiedades, no tiene importancia. Me parece que el reinado de Carlos III va a ser completamente satisfactorio. Su mamá fue una reina muy difícil de rivalizar, una persona que en setenta años, hasta dos días antes de su muerte, cumplió el deber de una manera maravillosa. Claro que no fue perfecta, nadie lo es, pero sí fue una persona con tanta cortesía, tanta humanidad, tanta empatía. Alguien decía que en presencia de la reina Isabel, todo el mundo se comportaba un poco mejor. Eso me gustó, porque es verdad. Cuando uno mira el mundo que nos tocó, esos valores de cortesía y de gentileza que mantenía la reina no son de despreciar.
Carlos III compareció por primera vez como soberano británico en el Parlamento autónomo de Holyrood en Edimburgo.

Carlos III compareció por primera vez como soberano británico en el Parlamento autónomo de Holyrood en Edimburgo. Foto:Tolga Akmen - EFE

O sea, usted descarta que con Carlos III la monarquía británica vaya a sufrir algún corto circuito…
No creo. Mire: históricamente ha habido mucha controversia sobre unos reyes de nuestra historia de calidad bastante dudosa, como por ejemplo el rey Jorge IV, un tipo en sí escandaloso. Pero creo que la gente subestima al rey Carlos. Es inteligente, serio, tal vez un poco quisquilloso de vez en cuando, pero todo el mundo tiene derecho. Su discurso iniciando su reino fue irable. Su toque inicial con la gente, cuando bajó del carro, todo eso salió perfecto. El rey Carlos no ha tenido una vida tan fácil ¿no? Lo forzaron a ese matrimonio desastroso con la princesa Diana, y tuvo que pasar por eso, con toda la publicidad negativa que se desencadenó. Pero creo que él tiene un inteligente sentido de su posición y su rol, y debe tener sus planes para tal vez disminuir paulatinamente el tamaño de toda esa pompa. Aunque a los ingleses claro que les gusta la ceremonia. Pero sí recuerdo a mi mamá, que era de la vieja generación, mirando por televisión cuando murió la princesa Diana a todas esas grandes multitudes de gente llorando, y las flores, y todo eso, y me preguntó: ‘¿No tienen otra cosa que hacer?’ (risas). Pero hay que respetar a la gente. Yo no voy a hacer fila, pero yo respeto a quienes la hacen, y es muy impresionante el buen comportamiento y la sinceridad de esa gente, que es de todas las clases sociales. No me gustan los que se mofan de eso. Ellos lo quieren tener en su memoria, y claro que transmite un sentido de solidaridad y de continuidad. Los británicos quieren que continúe la monarquía. Aunque no todos, porque en el norte de Irlanda tenemos los republicanos irlandeses que no gustan mucho de la monarquía; algunos galeses que tampoco; tenemos también unos intelectuales narcisistas republicanos que piensan que son más finos que la demás gente, etcétera, etcétera. Pero los británicos que sí quieren una continuidad de su monarquía, no van juzgando al rey Carlos por ese incidente pendejo de la pluma. Él no pidió nacer rey. Por lo cual en cierto modo es preso de un destino muy particular.
¿Personalmente, profesor Deas, usted conoció a la reina?
La vi dos veces. Una, cuando recibí gentilmente de su parte una humilde condecoración por mis servicios a las relaciones anglocolombianas, en la época del presidente Gaviria. Y la reina, con su enorme sentido del humor, me preguntó: ¿y qué diablos estaba haciendo por allá? La otra ocasión fue cuando la visita del presidente Santos. Ella tuvo una sonrisa para todos. Garantizó que la felicidad de la ocasión descendiera de la reina. Imagínese setenta años de deber cumplido, infatigable. Hay que respetar eso. Mi otro argumento es más académico. Me parece que el sistema de la monarquía constitucional es bueno, pero no afirmo que sea bueno para todos los países. Por ejemplo, no lo sería para los latinos. Pero el sistema tiene la ventaja de que pone a los políticos en su sitio. Los ingleses prefieren a su reina sobre sus políticos. Y la idea de que debemos ser una república con un presidente tiene un problema: que el único candidato posible para presidente de Inglaterra sería el famoso naturalista David Attenborough, que es encantador, con su conocimiento de los animalitos de todas partes del mundo, pero desafortunadamente él se nos va a convertir en alguien igual de viejo que la reina. (Risas).
El cuerpo de la reina Isabel II permanece en capilla ardiente. Miles de personas la han visitado en señal de respeto.

El cuerpo de la reina Isabel II permanece en capilla ardiente. Miles de personas la han visitado en señal de respeto. Foto:EFE/EPA/NEIL HALL

Pasemos a Colombia. Usted no ha ocultado que Petro le parece mesiánico, narcisista, impredecible, mientras que el electorado colombiano es, irónicamente, muy conservador. Pero usted explica su triunfo con el argumento de que Petro fue el único candidato capaz de transmitirles a los colombianos que les estaba ofreciendo futuro…
Sí. No sé si debo confesar mi voto, pero lo voy a hacer: yo voté en blanco. No soy petrista, pero hay que darle un compás de espera, y por ahora no tengo nada brillante qué decir al respecto. Pero sí tengo la tesis de que el único que andaba ofreciendo en cierto modo un futuro era Petro.
Usted conoce muy bien a Colombia. ¿Cree que los 4 años que vienen van a ser sencillamente muy difíciles, o podrían ser catastróficos?
No soy catastrofista. Claro que tampoco profeta, y pueden pasar muchas cosas en este mundo, ¿no? Pero Colombia tiene instituciones de mucha fortaleza. Y una fuerte tradición de crítica libre. Y también tiene unas Fuerzas Armadas que son constitucionales, básicamente. Claro que yo no digo que todo eso es perfecto. Me preocupa a mí mucho, por ejemplo, la inseguridad. Colombia sigue siendo un país demasiado violento, y personalmente tengo mis dudas acerca de hasta qué grado es posible pactar con criminales o con violentos.
Le hago la pregunta distinta: ¿es posible que Petro haga un buen gobierno?
Es posible que un gobierno de Petro sea positivo para un país que eligió un gobierno de izquierda. Pero no es el primer gobierno progresista que tiene Colombia. Además, cuando uno mira los gobiernos de izquierda de América Latina, no observa un panorama tan sumamente atractivo. Pero la gente votó por Petro, y Petro es presidente legítimo. Yo no lo conozco. Ojalá enfrente los problemas del país manteniendo las libertades. Me gusta de Colombia que es un país de mucha discrepancia, no es un país con una línea oficial. Y ha progresado tanto en los sesenta años en que yo lo he conocido... que es otro país. Otro país que alguien hizo por la noche, como dicen, cuando los políticos estaban dormidos… (risas). Pero alguien lo hizo, y duele terriblemente que tanta violencia siga, porque es todavía el problema número uno del país. Por eso espero que el presidente Petro haga un buen gobierno, yo no quiero que fracase.
Petro ha lanzado como bandera de su gobierno la ‘paz total’. Que incluye no solo hacer la paz que quedó sin hacer con los grupos guerrilleros, sino también con los grupos criminales, con sus narcos y sicarios. ¿Qué cree de esa mezcolanza?
Soy algo escéptico. Mi opinión la doy un poco inhibido, porque yo soy colombiano, pero no de nacimiento. Sí pienso que hay que distinguir: ¿por qué debe uno confiar en criminales? Está el terrible ejemplo de Escobar: los criminales son criminales, y no hay, francamente, ley entre ellos. En cuanto a los elenos, hace relativamente poco pusieron la bomba en la Escuela de Cadetes, que mató a 23 personas. Ese fue un crimen atroz. Si los elenos quieren la paz, tienen que reconocer que del lado de ellos eso tiene que ser sin más muertos, sin más guerra y desarmándose. Si no, como es obvio, no puede haber paz.
¿Qué diferencia hay entre un criminal del Eln que mata a 23 niños estudiantes y un criminal de estos de las filas de los clanes que mata a una familia completa? Ambos son criminales…
La diferencia me parece francamente muy poca. No creo que haya causa política en Colombia que justifique asesinar. Punto. Aforísticamente he dicho en el pasado que hay dos cosas que incitan a la vanidad humana. Una es hacer la guerra y la otra, hacer la paz. Yo puedo hacer la guerra porque soy muy macho. Y yo puedo hacer la paz porque tengo el corazón más grande y la inteligencia más flexible, y soy el mejor diplomático del mundo. Hacer la paz es muy duro. Conozco mucho a la gente que trabajaba con el presidente Santos, y era muy exigente, muy detallista. Uno tiene que tener mucha paciencia, lucidez, claridad, de dónde están las líneas rojas, y sobre todo, tener un escenario en el que ambos lados quieran hacer la paz. Y por eso mi viejo chiste, de que soy el único uribista-santista que sobrevive en el mundo… (risas). El trabajo del presidente Uribe hizo posible el trabajo del presidente Santos, y eso me parece bastante axiomático.
Profesor Malcolm Deas, muchas gracias por esta charla tan deliciosa, como siempre...
Y sobre la conversación le dejo como reflexión un comentario de Lord Falkland, estadista del siglo XVII, que siempre me ha gustado: “Si las cosas tienen que cambiar, hay que cambiarlas. Si no, es muy importante no cambiarlas”.
MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO

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