Cuando las conversaciones bilaterales no consiguen resolver las disputas entre países soberanos, las partes agraviadas pueden recurrir a un organismo judicial internacional, como el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Alternativamente, los tratados o acuerdos suelen incorporar disposiciones para el arbitraje o la mediación de disputas por parte de una entidad designada previamente.
Del mismo modo, los artículos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que sustentan el sistema de comercio internacional, establecen los procedimientos que deben seguir los países cuando sus socios comerciales infringen las normas de la organización, en particular la cláusula de la nación más favorecida. Pero las normas de la OMC permiten a los países tomar medidas unilaterales que consideren necesarias para la seguridad nacional, incluso si estas medidas requieren incumplir los límites arancelarios acordados.
Cuando el expresidente estadounidense Donald Trump, alegando motivos de seguridad nacional, impuso aranceles a las importaciones de acero y aluminio, muchos de los socios comerciales de Estados Unidos lo consideraron una cortina de humo para el proteccionismo y presentaron quejas ante la OMC. Pero la negativa de Estados Unidos a nombrar nuevos jueces para el órgano de resolución de disputas de la OMC ha dejado a los sin un mecanismo funcional para resolver tales conflictos.
Una eficacia menguante
Las sanciones contra las mercancías son más eficaces cuando las impone todo el mundo. Un ejemplo notable son las amplias sanciones impuestas a Sudáfrica en la década de 1980, que desempeñaron un papel importante a la hora de facilitar la caída del régimen del apartheid. Sin embargo, a menos que sean casi universales, las sanciones comerciales suelen ser menos eficaces de lo esperado. Como observó Richard Hanania en un análisis del Cato Institute de 2020, las sanciones comerciales impuestas por Estados Unidos “casi siempre fracasan en la consecución de sus objetivos”. Además, “las sanciones tienen enormes costos humanitarios y no solo son ineficaces, sino probablemente contraproducentes”.
Una de las razones es que, a menos que exista una participación mundial casi universal, los comerciantes pueden redirigir fácilmente las mercancías sancionadas a través de terceros países. Irán, por ejemplo, ha conseguido eludir las sanciones occidentales construyendo una sofisticada red de contrabando de petróleo. Del mismo modo, los productos chinos sancionados siguen entrando en el mercado estadounidense, ya que las empresas con sede en China desvían sus exportaciones a través de países como Vietnam y México.
Durante la guerra de Irak, Estados Unidos utilizó sanciones financieras para impedir que empresas estadounidenses trataran con contrapartes de terceros países que facilitaban transacciones prohibidas con Irak. Estas “sanciones secundarias” resultaron mucho más eficaces que las sanciones tradicionales al comercio de productos básicos, en gran parte debido al papel dominante del dólar en las finanzas mundiales. Así, las sanciones impuestas por Estados Unidos se han multiplicado por diez en los últimos 20 años.
Tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte del presidente ruso, Vladimir Putin, en febrero de 2022, Estados Unidos y sus aliados impusieron a
Rusia sanciones comerciales y financieras sin precedentes, incluida la prohibición de exportaciones tecnológicas y militares. También introdujeron un tope de 60 dólares por barril en el precio del petróleo ruso, diseñado para paralizar la economía rusa y garantizar al mismo tiempo que Europa pudiera evitar una crisis energética políticamente desestabilizadora.
El riesgo es propio
Estas medidas han sido en gran medida infructuosas. Aunque las sanciones financieras obligaron a los comerciantes de petróleo a asegurar los buques con una cobertura de seguro adecuada antes de finalizar las transacciones, el precio del petróleo ruso no cayó por debajo de 60 dólares por barril. En noviembre de 2023, había subido a 84,20 dólares, pues las empresas rusas desarrollaron diversos métodos para eludir las restricciones occidentales, como unos costos de transporte inflados y una “flota fantasma” formada por más de 100 petroleros viejos. Mientras tanto, más de 1.000 millones de dólares en mercancías sancionadas se han esfumado, según los informes, en medio de la expansión del “comercio fantasma” ruso.
Además, el régimen de sanciones contra Rusia ha dado lugar al surgimiento de una serie de intermediarios, y países como India, China, Armenia, Grecia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Singapur se han convertido de hecho en “lavanderías” de petróleo ruso y otros productos sancionados. Cuando una empresa es identificada y sancionada, una nueva empresa, que opera con un nombre diferente, suele ocupar su lugar. Una empresa griega incluso vendió petróleo ruso al ejército estadounidense.
En respuesta a las crecientes pruebas de evasión de sanciones, Estados Unidos y sus aliados han intensificado sus esfuerzos para hacerlas cumplir. En diciembre de 2023, el Departamento del Tesoro estadounidense impuso sanciones “radicales” a más de 250 empresas y particulares, incluidas entidades chinas y norcoreanas.
Esto no quiere decir que los países occidentales no deban buscar métodos no militares para presionar a Rusia. Pero la prevalencia de la evasión de las sanciones pone en tela de juicio la eficacia del régimen actual y subraya la necesidad de que las potencias occidentales consideren los costos y riesgos para sus propias economías.
Es cierto que las sanciones occidentales han reducido los ingresos de Rusia y han debilitado su PIB, aunque en menor medida de lo que muchos esperaban. Pero cuanto más tiempo se utilice el sistema financiero mundial como instrumento de guerra económica, más buscarán los gobiernos y las empresas de terceros países alternativas al dólar, el euro y el sistema internacional de pagos Swift.
Aunque las sanciones pueden ser una táctica eficaz a corto plazo, su impacto sobre las partes afectadas tiende a disminuir con el tiempo, incluso cuando aumenta la carga sobre los países que las aplican. Si el régimen de sanciones contra Rusia erosionara significativamente la importancia del dólar en los mercados financieros internacionales, el costo para la economía estadounidense y mundial podría superar con creces sus beneficios.
(*) Economista en jefe del Banco Mundial y primera directora adjunta del Fondo Monetario Internacional, es catedrática de Investigación de Economía Internacional en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins y miembro sénior del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Stanford.