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Reino Unido: el desastre que la reina Isabel no alcanzó a ver
Entre los costos del brexit y el pésimo arranque del nuevo gobierno, todo pinta mal para el país.
Manifestación contra la conferencia anual de otoño del Partido Conservador. Foto: Bloomberg
El 6 de septiembre, hace casi un mes, una encorvada y muy disminuida Isabel II hizo la última aparición pública de sus 70 años de reinado. Dos días antes de fallecer, recibió en su residencia de Balmoral a Liz Truss, la dirigente conservadora elegida por su partido en reemplazo del defenestrado Boris Johnson, para pedirle que formara gobierno. Los británicos, con su flemático humor negro, dicen ahora que la monarca prefirió abandonar este mundo para no ser testigo del desastre que iba a ocasionar la primera ministra.
Pocas horas después de su encuentro con la reina, Truss cosechó algunos aplausos al disponer de 100.000 millones de libras esterlinas (unos 113.000 millones de dólares) para subsidiar el precio de la energía a los hogares y a las empresas. En cuanto a los hogares, de 3.500 libras anuales que debían pagar por el alza de precios, solo pagarán 2.500. La medida inquietó a los mercados porque agrava la deuda y el déficit, pero las dos semanas de duelo y homenajes a la monarca fallecida le brindaron una tregua al nuevo gobierno.
Tras el sepelio de Isabel II, el respiro terminó. A instancias de su ministro de Finanzas, el canciller del Exchequer, Kwasi Kwarteng –un hijo de inmigrantes de Ghana, famoso por su habla coloquial y el uso de palabras de grueso calibre–, el viernes 23 de septiembre Truss lanzó un audaz programa de rebaja de impuestos.
Para cubrir el hueco fiscal causado por la marejada de subsidios que el Gobierno asumió durante la crisis del covid-19, su antecesor Boris Johnson –del que Truss fue ministra de Exteriores– había aumentado las tarifas del tributo a las sociedades y a las bebidas alcohólicas, así como el impuesto de renta, sobre todo para los más ricos. Kwarteng convenció a Truss de suspender esas alzas y de frenar incluso el aumento del impuesto a las rentas más altas, que debía subir del 40 al 45 por ciento.
“Es irresponsable y complaciente”, sentenció sobre el plan de Truss el exministro de Economía Rishi Sunak, derrotado por ella en la carrera para suceder a Johnson. En cuestión de horas, los mercados le dieron la razón a Sunak: el programa de rebaja aumentaba la deuda pública en 72.000 millones de libras en el corto plazo y, en consecuencia, la libra cayó frente al dólar a niveles no vistos desde los años 80, y los papeles de deuda se devaluaron a gran velocidad. Obligado a intervenir, el Banco de Inglaterra echó mano de sus reservas y compró bonos de deuda a cuatro manos.
Los mercados apenas se calmaron, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió una declaración en el tono que suele usar para regañar a los países del Tercer Mundo. En una coyuntura como la actual –alta inflación y alto déficit fiscal–, el FMI “no recomienda” un programa de rebajas como el planteado por Truss y Kwarteng, dijo la entidad en un comunicado. La tormenta apenas empezaba.
Reversazo
Las horas finales de septiembre estuvieron marcadas por nuevas sacudidas, pero ya no solo en las bolsas de valores, sino en el seno mismo del partido de la primera ministra. Convocados para un congreso desde este lunes, en Birmingham, durante el fin de semana los conservadores dieron rienda suelta a sus críticas contra Truss y Kwarteng, aterrados ante los peores números de encuestas en décadas.
Según la firma de opinión YouGov, si las elecciones fueran ahora, los tories (conservadores) apenas obtendrían 21 por ciento de los votos, contra 54 por ciento de sus adversarios laboristas. Cuando algunos delegados al congreso partidista empezaron a barajar nombres de candidatos para sucederla, la primera ministra comprendió que, si no daba marcha atrás al menos en parte, no sobreviviría a la cumbre de Birmingham.
La primera ministra comprendió que, si no daba marcha atrás al menos en parte, no sobreviviría a la cumbre
El lunes en la mañana, Kwarteng tuiteó que la rebaja del 45 al 40 por ciento de la tasa para las rentas de los más ricos no sería aplicada debido a las críticas generalizadas. “Lo entendemos, hemos escuchado”, explicó. Y aunque algunos tories elogiaron la corrección, otros, como la exministra de Cultura Nadine Dorries, lo valoraron como algo negativo. “Es verdad que debían buscar un cierto equilibrio –dijo–, pero lanzar a tu ministro de Finanzas bajo el autobús no lo es”.
Lo grave para Truss, y para el Reino Unido, es que el reversazo poco soluciona la crisis económica, pues el grueso del plan sigue en pie y puede llevar al país al borde de la quiebra. El diario popular londinense Daily Mirror fue más categórico: ‘El daño ya está hecho’, tituló. Pero además, el giro deja en una posición muy frágil a Kwarteng y a la propia primera ministra. Un gobierno debilitado e impopular, que navega en medio de la peor tormenta económica en décadas, no es precisamente el reino que Carlos III, que tantos años aguardó para ascender al trono, esperaba heredar.
Conferencia anual del partido conservador en Birmingham. Foto:AFP
La herencia del brexit
Sería injusto achacarles la culpa de todo lo que pasa a Truss y a Kwarteng. Es verdad que les echaron un galón de gasolina a las llamas, pero también que la fogata que hoy consume al Reino Unido fue encendida hace ya varios años, cuando en 2016 el populismo que culpaba de todos los males a Europa, convenció a la mayoría de los votantes británicos de darle vía libre, por medio de un referendo, al retiro de la Unión Europea, el famoso brexit.
Boris Johnson, quien luego se convertiría en primer ministro, fue uno de los principales impulsores. Él y sus compañeros de ruta pusieron a soñar a la gente en una Gran Bretaña revitalizada que, liberada de las supuestas trabas que Europa le imponía, recuperaría su lugar preponderante en el planeta. Nada de eso ocurrió y, por el contrario, seis años después de la votación, y aún antes de los desaciertos de Truss –quien, por cierto, en ese entonces se opuso al brexit–, las cifras muestran al Reino Unido debilitado.
Un informe del Center for European Reform resulta devastador. Al comparar lo ocurrido a la economía británica en estos seis años con países que avanzaban a un ritmo similar al suyo antes del brexit, y que sufrieron la pandemia por igual, resulta que el PIB británico ha crecido 5,2 por ciento menos; la formación bruta de capital, 13,7 por ciento menos, y el comercio de bienes, 13,6 por ciento menos.
Los costos de trámites y papeleos que ahora tienen que llenar para exportar a Europa han hecho que pescadores, productores agrícolas y pequeños y medianos industriales hayan renunciado a sus ventas al continente. Las tasas aduaneras surgidas tras el brexit han aumentado los costos de importación en 6 por ciento, lo que explica en parte que la inflación en el Reino Unido ronde el 10 por ciento, mientras que en los países de la Unión Europea está en 7,5 por ciento.
Manifestantes contra el 'brexit' protestan cerca del Parlamento Británico en Londres. Foto:AFP
Es lo que el analista de The Economist Duncan Weldon llama la ‘tormenta perfecta’: altos precios de la energía, la más fuerte inflación en 40 años, exportaciones frenadas, tasas de interés al alza, la deuda pública más alta (como porcentaje del PIB) en medio siglo y huelgas en aumento. No es sorpresa que un estudio reciente sobre la confianza de los consumidores británicos haya marcado las cifras más bajas desde 1974.
Tampoco lo es que, en una encuesta de la firma Statista, 52 por ciento de los británicos hayan dicho que el brexit fue una mala decisión, contra apenas 36 por ciento que la consideró buena. En otro sondeo, de la firma Omnisis, 67 por ciento dijo que el brexit aumentó la inflación y 64 por ciento, que trajo efectos negativos.
Quién sabe qué pasaría si hubiese un referendo sobre volver a la Unión Europea, pero si esa votación fuera convocada y se impusiera el regreso a Europa, negociar ese retorno sería complicadísimo. Es mucho más fácil sacar la pasta dental del tubo que volverla a meter.
El reino desunido
La crisis también amenaza la unidad del antiguo imperio. En Escocia, la mayoría cree que el retiro de la UE les hizo un enorme daño que ellos no buscaron, pues, de hecho, en esa región, los votantes rechazaron el brexit, aunque igual tuvieron que someterse al resultado nacional.
En las frías tierras escocesas, los vientos de independencia han vuelto a soplar. Si en 2014, 55 por ciento de los electores votaron contra la independencia, frente a 44 por ciento que votó a favor, las encuestas muestran ahora un empate, con un nuevo referendo en la mira, en octubre del 2023, que tendrá carácter consultivo.
Irlanda del Norte –otra parte del Reino Unido donde no ganó el brexit– ha salido particularmente perjudicada: su nación hermana, la República de Irlanda, sigue en la UE, y los acuerdos que trajeron la paz tras décadas de violencia en esa región previeron que habría libre comercio entre las dos Irlandas. Por cuenta del brexit, hay trabas aduaneras en el comercio entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido, lo que les ha complicado la vida a muchos empresarios y trabajadores.
La primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, inició la campaña para un nuevo referendo. Foto:AFP
Eso explica que los independentistas del Sinn Féin ganaran las elecciones parlamentarias en mayo y que el deseo de buena parte de sus habitantes a favor de unirse con la República de Irlanda y salirse del Reino Unido haya vuelto a crecer. Algo similar ha ocurrido con los habitantes de Gales, la otra región que integra el Reino Unido. En resumen, a los altos costos económicos que ingleses, galeses, escoceses e irlandeses han tenido que pagar por el brexit se suma el riesgo de implosión de los restos del antiguo imperio británico.
¿Soluciones? La crisis económica va a seguir, si es que con las medidas de Truss no se pone aún peor. En cuanto a un eventual regreso a Europa, tardaría años en hacerse realidad y aún más en traer beneficios. De modo que lo único que pueden esperar los británicos, con su nuevo rey Carlos III a la cabeza, es que el Gobierno sea capaz de mitigar, al menos en parte, los daños ya causados. Si no lo logra, la verdadera crisis estaría apenas empezando.