En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

CLUB VIVAMOS
Suscríbete
Disfruta de los beneficios de El Tiempo
SUSCRÍBETE CLUB VIVAMOS

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. Verificar Correo

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión

Hola, bienvenido

¿Cómo está el clima en Bogotá?
¿Cómo se llama el hijo de Petro?
¿El pico y placa en Bogotá como quedaría para el 2024?

‘La sociedad de la nieve’, la base del milagro en la tragedia de Los Andes

Los sobrevivientes actuaron contra normas sociales y morales en medio de la desesperación.

Fotografía de algunos sobrevivientes amontonados en el fuselaje. Las labores de rescate tardaron cuatro días desde el encuentro de Parrando y Canessa con el arriero chileno Sergio Catalán.

Fotografía de algunos sobrevivientes amontonados en el fuselaje. Las labores de rescate tardaron cuatro días desde el encuentro de Parrando y Canessa con el arriero chileno Sergio Catalán. Foto: Getty Images

Alt thumbnail

Actualizado:

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon
¿Cuáles son los límites del cuerpo humano? ¿Hasta dónde somos capaces de llevar el dolor y el sufrimiento de nuestros cuerpos? ¿Es la solidaridad algo innato o se adquiere en ciertos momentos de nuestras vidas?
Estas preguntas, llenas de diversas respuestas, debates e interpretaciones, han sido realizadas en diferentes grupos, sociedades, culturas y civilizaciones. Ante situaciones trágicas, la gente se ha visto enfrentada a responder de alguna manera con mayor o menor éxito.

El accidente

El 13 de octubre de 2023 se cumplirán 51 años de un acontecimiento que puso en relieve algunas de las cuestiones arriba planteadas. El vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, alquilado por un equipo de rugby, sus familiares y amigos, debía volar hasta Chile con el fin de disputar un partido amistoso. Nunca llegó al destino.
Tras sufrir un accidente en la cordillera de los Andes, los restos del fuselaje quedaron depositados en un valle a 4.000 metros de altitud, entre altas montañas de cumbres kilométricas, en medio de nevadas como no sucedían hacía décadas y a temperaturas que rondaban los 40 grados bajo cero.
No existía en la zona ningún atisbo cercano de civilización, ni posibilidades de comunicación ni rastro de dónde obtener alimentos una vez las escasas provisiones se terminaron. La vida, literalmente, no se daba en esa zona denominada valle de las Lágrimas.
De los 45 tripulantes del vuelo tan solo sobrevivieron 16. Algunos fallecieron en el accidente. Otros, debido a las heridas causadas. Algunos más en una avalancha que se produjo días después del primer impacto contra las montañas. Este acontecimiento fue conocido por parte de la prensa uruguaya e internacional como la ‘Tragedia de los Andes’ o el ‘Milagro de los Andes’. La parte trágica es lo que acabamos de leer. La milagrosa viene después.

El día que todo cambió

El grupo que consiguió resistir –en su mayoría jóvenes, en buen estado físico, provenientes de la clase media-alta uruguaya y pertenecientes a un colegio religioso– estuvo 72 días sobreviviendo entre condiciones adversas.
Luego de escuchar por un transistor que la búsqueda se daba por concluida, dándolos por muertos tanto por las autoridades uruguayas como por las chilenas, uno de los supervivientes se dirigió al resto y expuso que eso se trataba de una buena noticia. Ante la perplejidad de los compañeros, argumentó que iban a salir de allí por sus propios medios. Así fue.
Y es en ese momento donde cabe hablar de aspectos como la resistencia, la creatividad, la solidaridad, la fraternidad, la empatía, la artesanía e, incluso, la utopía como formas propiamente humanas de existir.
Elaborar ropajes de abrigo con lo que quedaba de las fundas de los asientos, compartir lo poco que había o eliminar cualquier rastro de egoísmo, conflicto, individualismo o privacidad fueron necesarios para subsistir en condiciones muy precarias de frío, hambre, sueño, debilidad, mareos, dolores y miedos constantes.
E incluso llegar a la determinación –lo cual fue fruto de múltiples debates posteriores por parte del resto de la sociedad, que incluso los tachó de caníbales– de tener que comer la carne de los amigos muertos con el fin de sobrevivir. Hasta el punto de raspar sus huesos para obtener el necesario calcio.
La sociedad de la nieve’ fue el nombre que los propios supervivientes dieron a esa forma de convivencia que nació entre ellos. Y es que fue necesaria toda una nueva forma de imaginarse como sociedad, dado que las reglas del mundo anterior al accidente se habían desvanecido de repente. Al fin y al cabo, como decía Spinoza, “nadie sabe lo que puede un cuerpo”.
Dos de los supervivientes caminaron durante 10 días entre montañas, sin equipos de escalada ni nada que se le pareciese, para atravesar unos 60 kilómetros, llegando por fin a los valles de Chile, donde un arriero los divisó al otro lado de un río. Así comenzó el rescate.
Al acompañar a los helicópteros que llevaron a esos dos amigos a reunirse con el resto, los pilotos comentaban que era imposible realizar la ruta a pie, así como sobrevivir entre nieves eternas tantos días sin alimentos ni abrigo.
Las capacidades físicas y la espiritualidad que profesaban son algunas de las causas que se dieron para llegar a una explicación de por qué habían sobrevivido. Hay muchas otras, seguramente, y que tienen que ver con esa capacidad humana de ir hacia delante, de extender los límites, de ser un animal que puede prometer y mirar al futuro, de afirmar que es el cuidado (en el sentido de Heidegger: cuidado, cura, preocupación) lo que nos hace plenamente humanos, de aseverar que un grupo tiene un objetivo común.

La historia en libro

'La sociedad de la nieve' (2008) es también el título de un libro que cuenta con sus testimonios y está escrito por el autor uruguayo Pablo Vierci. Este acaba de ser adaptado en una película dirigida por Juan Antonio Bayona ('El orfanato', 'Lo imposible') y que lleva el mismo nombre. Pronto estará disponible en Netflix.
Lo sucedido hace medio siglo nos sirve para recordar que ‘imposible’ no es más que una palabra que alguna vez alguien terminará por eliminar de nuestro vocabulario.
ELEDER PIÑEIRO AGUIAR*
THE CONVERSATION**
*Eleder Piñeiro Aguiar es ayudante-doctor en la Facultad de Sociología de la Universidade da Coruña.
** The Conversation es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido
aquí bajo licencia de Creative Commons.

Así se fraguó la nueva forma de convivencia

Roberto Canessa, Gustavo Zerbino, Antonio Vizintín, Adolfo Strauch, Carlos Páez y Daniel Fernández hacen memoria de los sentimientos que los acompañaron durante los 72 días que tuvieron que sobrevivir.
Un monumento en la montaña conmemora el accidente en el que fallecieron 29 personas.

Un monumento en la montaña conmemora el accidente en el que fallecieron 29 personas. Foto:Wikimedia Commons

A algunos el miedo los abrazó. Otros creen que el peor sentimiento fue el de la incertidumbre, esa que no les permitía saber si iban a amanecer vivos o si el frío les iba a congelar los huesos o si algún día ese infierno, helado, se iba a acabar y volverían a casa. Otros creen que el sentimiento generalizado era el de la angustia, el del dolor, el de ver a sus amigos sufrir, el de vivir rodeados de la muerte. Para otros de los sobrevivientes del accidente de los Andes, en la cordillera predominó el amor.
Tras el accidente fueron 72 días de intentar sobrevivir. En el camino se formó una sociedad que funcionaba casi a la perfección: había un líder claro, tareas divididas, una idea creciente de que tenían que salir de allí por sus propios medios. Pero ¿cómo se mantenían en pie? ¿Qué sentían? ¿Qué los impulsaba a no rendirse en medio de un clima inhóspito sin ninguna señal ni posibilidad de rescate?
Y cuando te das cuenta de que el frío no te molesta, no es porque no haya frío, es porque estiraste el umbral.
Roberto Canessa dice que en un momento dejó de pensar para empezar a actuar, para hacer todo lo posible para vivir más, para sacarse la angustia y el temor a la muerte. Gustavo Zerbino cuenta que en determinado momento decir “tengo frío” se había vuelto una redundancia. Porque estaba ahí y no se podía evitar. “¿Quién no tenía frío? Y cuando te das cuenta de que el frío no te molesta, no es porque no haya frío, es porque estiraste el umbral. Y ese es un ejercicio ilimitado que hacés cuando no tenés opción”.
Sin embargo, ese ejercicio no era fácil. Antonio Vizintín recuerda aquellos días como dolorosos y complejos. “Todo era difícil, y por momentos desazón, por momentos la inseguridad de no saber si vas a salir vivo de esa”.
Quizá la clave estuvo en intentar regular las emociones, en evitar la efusividad y cuidar cada demostración. Así también lo entiende Adolfo Strauch, que recuerda un día en que se reunió en la montaña junto a sus primos Eduardo Strauch y Daniel Fernández y entendieron que el tiempo pasaba, la Navidad se acercaba y ellos seguían perdidos, solos.
No había mucho espacio para emocionarse. Éramos muy amarrados con no gastar emoción ni tiempo.
“Nos vino como una nostalgia, pensar que se nos viene (la Navidad), está pasando el tiempo, se alarga y nosotros seguimos atrapados. Fue un momento de angustia. No había mucho espacio para emocionarse. Éramos muy amarrados con no gastar emoción ni tiempo. Cuando alguien se ponía melancólico tratábamos de cambiar de tema y buscar otra cosa”, dice Strauch, y agrega: “Fue lo que nos mantuvo vivos: ese afán de sobrevivir y de ayudarnos”.
Para su primo Eduardo la adaptación también fue clave. Así, tras aprender a vivir rodeado de la muerte, se encontró en algún día de noviembre o diciembre –ya con mejor clima– disfrutando de la inmensidad de la montaña.
Al Eduardo de hoy, más de 50 años después, no le cuesta conectarse con el de la cordillera. Se concentra, dice, y vuelve a esos momentos como si hubieran ocurrido hace pocas horas. Recuerda encontrar la calma en la noche y entonces poder pensar en las caras de sus padres, las de sus amigos, las de sus hermanos y no duda en asegurar que el sentimiento que más lo acompañó en la cordillera fue el del amor.
“Sentía el amor hacia mis padres y mis seres queridos y era lo que me ayudaba a salir, era el motor que teníamos. El amor entre nosotros, el amor a la vida y al final también el amor a la montaña, a la naturaleza”.
Esta es una historia de amor también.
“El amor al prójimo, de preocuparte más por el otro que por ti. Ese sentimiento era el que nos fortalecía. Porque esta es una historia de amor también”, de igual forma lo siente su primo, Daniel Fernández, quien cree que no se trató de un milagro, porque el milagro, dice, hubiera evitado el sufrimiento de quienes soportaron el dolor y aun así murieron pocos días antes del rescate.
Carlos Páez menciona que lo que más tenía presente por esos días era el amor a su familia y que así lo plasmó en cartas que escribió a su padres. Sin embargo, sostiene que de algún modo ese amor también significaba un peso en la montaña. “Cuando viene la noticia de que no nos buscan más fue también una liberación para nosotros, sacarnos el peso de la familia de encima. Porque además de lo que estábamos viviendo, estábamos viviendo también la angustia de nuestras familias, era muy pesado”.
Del dolor al amor o del dolor y el amor: así transcurrieron los días en la montaña. Tanto fue así que, cuando fueron rescatados y se subieron a los helicópteros, al ver que la montaña se alejaba, a algunos los invadió un sentimiento parecido a la nostalgia.
Eduardo Strauch recuerda esa circunstancia así: “En ese momento tan esperado, de que nos rescataran, se fue achicando el fuselaje y desapareció a los pocos metros de que nos fuimos elevando, y empezamos a sentir como una especie de tristeza, de nostalgia, pensando en que nunca más íbamos a volver ahí, a donde quedaron nuestros amigos muertos, donde vivimos todas esas emociones, las más fuertes o muchas de las más fuertes de nuestras vidas”.
*Artículo escrito por los 50 años de la tragedia.
FAUSTINA BARTABURU
EL PAÍS (URUGUAY) - GDA

Más noticias A Fondo

Sigue toda la información de Internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon

Conforme a los criterios de

Logo Trust Project
Saber más
Sugerencias
Alt thumbnail

BOLETINES EL TIEMPO

Regístrate en nuestros boletines y recibe noticias en tu correo según tus intereses. Mantente informado con lo que realmente te importa.

Alt thumbnail

EL TIEMPO GOOGLE NEWS

Síguenos en GOOGLE NEWS. Mantente siempre actualizado con las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en Google News.

Alt thumbnail

EL TIEMPO WHATSAPP

Únete al canal de El Tiempo en WhatsApp para estar al día con las noticias más relevantes al momento.

Alt thumbnail

EL TIEMPO APP

Mantente informado con la app de EL TIEMPO. Recibe las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en tu dispositivo.

Alt thumbnail

SUSCRÍBETE AL DIGITAL

Información confiable para ti. Suscríbete a EL TIEMPO y consulta de forma ilimitada nuestros contenidos periodísticos.