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Los disturbios que gestaron el inicio del orgullo LGBTIQ+ en Colombia y el mundo

Una revuelta en un bar gay marcó un antes y un después para las disidencias sexuales y de género.

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PERIODISTA INTERNACIONALActualizado:

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En junio el mundo se pinta con los colores de las disidencias sexuales. Las calles se atestan de cientos de miles de personas que celebran, con orgullo, sus orientaciones sexuales y sus identidades de género diversas. En todos los continentes, de extremo a extremo, cada año se ondean, entre muchas otras, las banderas arcoíris con el popular diseño que creó el activista estadounidense Gilbert Baker en 1978, así como las banderas trans, con franjas blancas, azul claro y rosado pastel, que llevó por primera vez la activista Monica Helms en Phoenix, Arizona (EE. UU.), a finales de los noventa, y la bandera interseccional, que suma a esa fiesta de color el negro y el café para hablar de personas afro y antirracismo.
Esa idea de celebrarse con orgullo tiene un origen puntual en la historia y se remonta a una serie de disturbios el 28 y 29 de junio de 1969, en Nueva York. Todo sucedió cuando un grupo de policías hizo una redada en un bar gay regentado por la mafia en una calurosa noche de verano.
El lugar se llamaba Stonewall Inn, ubicado en Christopher Street, una zona marginal de la ciudad, y era el único bar gay donde se podía bailar, un refugio en medio de la opresión cuando la homosexualidad era considerada una enfermedad, el sexo homosexual era ilegal en todo Estados Unidos, salvo en Illinois, y los gays, las lesbianas, las personas bisexuales, las drag queens y las personas trans no tenían ninguna ley que los protegiera. Las redadas eran habituales en los bares, pero en 1969, en plena campaña de reelección, el alcalde de ese entonces en Nueva York, el republicano John Lindsay, buscaba reforzar la idea de la “limpieza social”.
Una mujer posa junto a la palabra "Pride" (Orgullo) en la fachada del famoso Stonewall Inn, un bar situado en los números 51 y 53 de la calle Christoper, en el barrio de Greenwich Village en Nueva York (Estados Unidos).

Una mujer posa junto a la palabra "Pride" (Orgullo) en la fachada del famoso Stonewall Inn, un bar situado en los números 51 y 53 de la calle Christoper, en el barrio de Greenwich Village en Nueva York (Estados Unidos). Foto:EFE / Kena Betancur

De ese episodio hace memoria el historiador colombiano Felipe Caro Romero, uno de los referentes académicos en la investigación sobre la historia de los movimientos sociales de las disidencias sexuales y de género. “Era un periodo de inseguridad, pero en la redada de esa noche las personas simplemente se rehusaron a hacerles caso a los policías y subirse a los camiones, y así inició un rifirrafe entre los policías y los patrones del bar”, cuenta Caro, quien actualmente desarrolla su doctorado en Historia Latinoamericana en la Katholische Universitätt Eichstätt-Ingolstadt de Alemania.
El ambiente entonces se caldeó. Personas que pasaban por allí esa noche se sumaron a la confrontación y el grupo de agentes terminó acorralado dentro del bar. Afuera, mientras tanto, todo era júbilo, y los manifestantes lanzaban ladrillos, monedas y lo que encontraban a la mano. La policía pronto pidió refuerzos y al poco tiempo apagó la revuelta. El saldo esa noche fue de trece manifestantes arrestados y al menos un policía herido.
Pero la chispa no se apagó allí. Los manifestantes convocaron a nuevas protestas al día siguiente escribiendo con tiza en calles y paredes, y congregaron a una multitud aún mayor que alzó su voz de protesta con furia. Fueron intensas noches de protestas que desembocaron en el nacimiento del movimiento de liberación gay, que se tornó masivo y les dio vida a asociaciones como el Gay Liberation Front y la Gay Activist Alliance, un motivo de inspiración para miles en el mundo.
De ahí que Caro apunte que “Stonewall no es tan importante por lo que sucedió, sino por lo que significó”. En sus palabras, ese episodio “condensó esa rabia contenida que explotó finalmente y que impulsó toda una movilización de la liberación, que duró por lo menos 20 o 30 años, una forma de decir: ‘es suficiente, ya no vamos a aguantar más la criminalización, la penalización, la medicalización, la persecución religiosa. Somos dignas de cualquier cosa y somos sujetos revolucionarios’ ”.
Stonewall no es tan importante por lo que sucedió, sino por lo que significó.
No obstante, el historiador colombiano aclara que el movimiento social por los derechos de las disidencias sexuales y de género no comenzó aquella noche. Antes de Stonewall, señala, existieron varias organizaciones sociales en Estados Unidos, Europa y América Latina. “El movimiento homófilo, como se llamaba lo que estaba sucediendo en Estados Unidos antes –cuenta Caro Romero–, era un movimiento que se había fundado desde 1950 y luchaba por los derechos de la minoría sexual desde una perspectiva menos confrontacional. Ellos hablaban de la homosexualidad como una enfermedad y que, por lo tanto, tenían que ser considerados como enfermos y tenerles cuidado”.
Otro antecedente se remonta a finales del siglo XIX en Europa, donde ya existían grandes organizaciones que luchaban por los derechos de esta población. El sexólogo Magnus Hirschfeld, por ejemplo, fundó en Berlín el Instituto de Estudios de la Sexualidad, que, según el historiador, “buscaba estudiar y dignificar las disidencias sexuales y de género en el mundo”. Un esfuerzo que finalmente se frenó por la Segunda Guerra Mundial y el ascenso del fascismo.
En América Latina, si bien no hubo organizaciones políticas tan contundentes, Felipe Caro Romero menciona que sí hay registro de casos de agrupaciones, como “el famoso baile de los 41 maricas en México, en 1901, que daba cuenta de grupos de hombres homosexuales que se reunían a explorar su sexualidad y a escapar un poco del control social que existía en ese momento”.
Pero Stonewall marcó un antes y un después por su contundencia y el impulso que le dio a la idea de dignificar a las disidencias sexuales y de género, que hasta ese momento se consideraban características vergonzosas, que debían esconderse. Ese tropel –cuando ya se vivía el auge de los movimientos por los derechos de los negros, las mujeres y los latinos, la revolución sexual y las protestas estudiantiles de 1968 y contra la guerra de Vietnam– marcó el inicio de la idea moderna del orgullo LGBTIQ+.
“Los disturbios sucedieron justo en un momento crítico de la movilización social en Occidente, y a partir de ahí surgió esta idea del ‘orgullo gay’, muy de la mano de dos consignas: el del poder gay, que hacía alusión al poder negro de los movimientos de reivindicaciones de las luchas negras, y el de la liberación gay, haciendo referencia a los movimientos anticoloniales de liberación”, explica Caro.
Dos hombres se besan frente a Stonewall Inn durante una marcha del orgullo gay en Nueva York.

Dos hombres se besan frente a Stonewall Inn durante una marcha del orgullo gay en Nueva York. Foto:AFP

En Colombia

Para quienes han estudiado la historia del movimiento LGBTIQ+, una de las características más interesantes es que siempre ha mantenido una suerte de red de os internacionales. Así, por ejemplo, se expandieron desde un primer momento las marchas del orgullo. La primera se organizó en Estados Unidos un año después de los hechos en Stonewall. Unos tres años después, se empezaron a convocar en otros países. Y hacia la década de los ochenta empezaron a hacerse las primeras en América Latina.
“Estas marchas se realizaron sin ninguna planeación oficial o mandato oficial. No había una institución que controlara o financiara estas marchas en distintos lugares del mundo, sino eran las propias organizaciones que empezaron a surgir que vieron en esto de Stonewall una inspiración y una excusa para usar con propósitos muy locales y presentar sus propios problemas y sus propias dificultades”, relata el historiador Felipe Caro Romero.
Colombia no fue ajena a esa ola que se extendía por el planeta, aunque el arranque del movimiento en el país inició con una mentira.
Primera marcha gay en Bogotá.

Primera marcha gay en Bogotá. Foto:Cortesía

Así lo cuenta el activista Manuel Velandia, una de las figuras más populares del proceso LGBTIQ+ nacional. En 1977, en un periódico trotskista se publicó un texto del también activista León Zuleta en el que afirmaba que en el país existía un grupo de 10.000 personas que conformaban el Movimiento Homosexual Colombiano. La mentira, relata Velandia, era que en realidad no era tal número: “Yo llamo a Léon y él me dice: ‘lamento informarte que todos los ceros son falsos, pero ya somos dos. Si alguien de Bogotá aparece, yo le doy tu apartado de audio y tu teléfono para que se comuniquen contigo”.
La norma cambia en 1980, pero empieza a ser vigente en 1981. Al cambiar la norma, se ven obligados a cambiar el Código de Policía de Bogotá, y así nosotros podemos pedir permiso para marchar.
Desde entonces, se empezaron a formar los primeros grupos de lo que más tarde se llamaría el Movimiento Liberación Homosexual de Colombia, centrado en Medellín y en Bogotá, que entre muchas otras cosas organizó la primera marcha del orgullo en Colombia el 28 de junio de 1983.
“El 9 de abril de 1977, yo me entero que soy delincuente –recuerda Velandia–. Yo no sabía que la homosexualidad era delito en Colombia. Dejó de ser enfermedad en 1936 y ese mismo año se vuelve delito (...) La norma cambia en 1980, pero empieza a ser vigente en 1981. Al cambiar la norma, se ven obligados a cambiar el Código de Policía de Bogotá, y así nosotros podemos pedir permiso para marchar por la ciudad”.
La marcha se hizo ese 28 de junio. Una treintena de personas caminó desde la plaza de toros hasta la plaza de Las Nieves, en Bogotá.
Manuel Velandia le escribió alguna vez un poema a la marcha. Lo tituló Ríos de libertad: “Somos un río de gente que camina, / una marcha, una revuelta, una rebelión / que conmemora la vida y las luchas / de quienes desde las trincheras del activismo buscan construir la equidad, / el derecho a ser libres / y la posibilidad de existir sin ser perseguidos, / insultadas, ridiculizades, excluidas, rechazados, despreciades o denostados”.
Ese río agarró su cauce en Stonewall. Y todos los pasos dados desde entonces, como el matrimonio igualitario y la libre determinación de la identidad de género, les deben algo a los jóvenes que se enfrentaron a la policía y a los activistas que se organizaron después.
WILLIAM MORENO HERNÁNDEZ
REDACCIÓN INTERNACIONAL
EL TIEMPO

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