En lo profundo de la zona rural de Australia Occidental, la planta de procesamiento de Pilbara Minerals se cierne sobre la tierra roja, temblando mientras toneladas de lodo de mineral de litio pasan por sus tuberías.
La planta convierte el mineral de una cantera cercana en espodumena, un polvo cristalino verdoso que contiene aproximadamente un 6 por ciento de litio y se vende en unos 5 mil 700 dólares la tonelada. De allí, la espodumena se envía a China, donde se refina aún más para que pueda usarse en las baterías que alimentan productos como teléfonos celulares y automóviles eléctricos.
Australia extrae alrededor del 53 por ciento del suministro mundial de litio, y prácticamente todo se vende a China.
Pilbara Minerals, el minero de litio independiente más grande del País, figura entre las empresas que exploran un nuevo modelo para producir productos químicos para baterías —realizado más cerca de donde se extrae el litio y vendido a aliados como Estados Unidos y Corea del Sur.
Los retos de poner en marcha una industria de este tipo son abrumadores. China tiene una enorme ventaja, con años de experiencia y cientos de plantas de refinación de litio, y un control más estricto sobre las instalaciones de fabricación de baterías del mundo. Los estándares laborales más rigurosos de Australia también volverán más difícil competir con China en precio, dijeron los analistas, incluso cuando algunos en Australia han argumentado que darán como resultado un producto más confiable.
“Los consumidores comprarán vehículos eléctricos, o incluso es solares en el hogar, con base en los costos”, dijo Marina Zhang, investigadora en la Universidad Tecnológica de Sydney.
Pilbara Minerals está trabajando con la empresa tecnológica australiana Calix en un proyecto para refinar la espodumena en una sal de fosfato de litio —un paso clave para preparar el material usado en las baterías. Se anticipa que las empresas tomen una decisión final a fines de año sobre si invertirán hasta 47 millones de dólares, para construir una planta de demostración.
Dale Henderson, director ejecutivo de Pilbara Minerals, y otros partidarios han argumentado que refinar el litio en casa crearía empleos, reduciría el impacto del envío —el 94 por ciento de la espodumena enviada termina como desecho— y aseguraría las cadenas de suministro para los químicos para baterías en medio de crecientes tensiones geopolíticas.
El Gobierno australiano ya ha invertido cientos de millones de dólares para apoyar la industria de refinación de litio, apostando a que los clientes buscarán suministro de litio de un País que sea más amigable con el medio ambiente y tenga un fuerte estado de derecho.
Un reporte del Gobierno el año pasado pronosticó que el 20 por ciento de la refinación mundial de litio podría tener lugar en Australia para el 2027, contra menos del 1 por ciento. Hasta ahora, Australia tiene sólo dos instalaciones para producir hidróxido de litio de grado batería, utilizado para fabricar cátodos, con una tercera en construcción. Todas han sufrido importantes retrasos en la construcción y sobrecostos.
Las instalaciones más grandes, propiedad del fabricante químico estadounidense Albemarle y la minera australiana Mineral Resources, se está ampliando para refinar litio, dijo Albemarle.
La inversión necesaria para establecer una planta de hidróxido de litio es dos veces y media mayor en Australia que en China, dijo John Stover, gerente de cartera en Tribeca Investment Partners. “Históricamente, Australia ha enviado mineral sin procesar a otros países para que lo procesen”, dijo. Ese cambio “va a ser complicado”.
Chris Ellison, propietario de Mineral Resources, dijo que el Gobierno debe facilitar a las empresas extranjeras la inversión en la refinación de litio australiana vía incentivos.
“El Gobierno de EU les ofrece subvenciones para construir en Europa, Estados Unidos y lugares como Vietnam”, dijo en febrero. “Necesitamos que el Gobierno australiano venga a la fiesta”.
Australia también debe sopesar preocupaciones geopolíticas agudas. El litio es fundamental para la relación del País con China, dijo Corey Lee Bell, experto en China en la Universidad Tecnológica de Sydney.
“Si fuéramos a cortar ese suministro, creo que sería un asunto muy, muy grande”, dijo Bell.
NATASHA FROST
THE NEW YORK TIMES
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