Poco antes de la medianoche, David O’Neill condujo su barco de arrastre hacia el desembarcadero en Union Hall, un pequeño puerto en el suroeste de Irlanda. La tripulación descargó rápidamente su pesca, usando una grúa para levantar cajas de eglefino y merluza en hielo de la bodega del Aquila.
Menos de una hora después, el Aquila partiría a su viaje final. Dos días después, la tripulación desmanteló el contenido de la embarcación —cadenas, boyas, cuerdas, cables de acero y ganchos— que iban a un astillero para ser desguazado.
“Esto viene conmigo”, dijo O’Neill mientras desatornillaba el timón de madera. “Te recuerda todo lo que has pasado en este barco”.
El Aquila es uno de docenas de barcos irlandeses que serán convertidos en chatarra como parte de un plan gubernamental de retiro de servicio voluntario introducido después de que Gran Bretaña abandonó la Unión Europea. Como parte de la salida, la UE recuperó el 25 por ciento de sus derechos de pesca en aguas británicas. Eso ha limitado significativamente a los barcos irlandeses en la cantidad de peces que pueden capturar —una pérdida anual anticipada de 43 millones de euros (46 millones de dólares).
Aunque la pesca es una industria pequeña en Irlanda, en algunas comunidades costeras ha sido la columna vertebral de la economía, aún con las reducciones con los años. Pero más allá de la economía, la pesca ha sido un medio de vida esencial durante generaciones. Los lugareños temen que las cuotas del Brexit y el retiro de los barcos sean el tiro de gracia.
Los derechos de pesca realineados afectan a toda la industria irlandesa, pero el plan de retiro de servicio se aplica a la flota de pescado blanco, que podría ver hasta el 30 por ciento de sus embarcaciones ser desguazados. Los barcos de arrastre más grandes que pescan caballa y arenque, entre otros peces, más lejos de la costa, también se ven afectados; su temporada de pesca se ha reducido casi a la mitad.
En Killybegs, en el condado de Donegal, los barcos de arrastre que ya han alcanzado sus cuotas han permanecido inactivos durante semanas.
“Si eliminaras la pesca en Killybegs, Killybegs se convertiría en un pueblo fantasma”, dijo Patrick Murphy, director ejecutivo de la Organización de Productores de Pescado del Sur y Oeste de Irlanda.
Hasta el momento, 42 propietarios de barcos han aceptado ofertas para enviar sus barcos a ser desguazados. Los pagos varían, pero para un barco más pequeño, un monto promedio puede ser de alrededor de 1.6 millones de dólares, a menudo dividido entre varios accionistas o un banco.
Caitlin Ui Aodha, de 60 años, nació en una familia que había pescado durante más de 150 años. Ella pescó durante sus primeros años de vida adulta, y luego junto a su esposo, Michael Hayes. Pero el mar cobró la vida de él y de cuatro de la tripulación cuando su barco se hundió en una tormenta cerca de Union Hall en el 2012.
Después de su muerte, Ui Aodha compró un barco de arrastre y se hizo a la mar nuevamente. Las cosas habían sido difíciles durante años, y retirarse del servicio se sentía como su única opción. Su barco fue convertido en chatarra en abril.
Ella está usando el dinero para abrir un restaurante en Dungarvan, en el sureste de Irlanda. Se llamará Iasc, o pescado en irlandés.
“Tienes que adaptarte, tanto en el mar como en la pesca”, dijo Ui Aodha. “Aprendes que la vida cambia muy rápido”.
Finbarr O’Reilly contribuyó con reportes a este artículo.
MEGAN SPECIA
THE NEW YORK TIMES
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