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En Camboya, las madres subrogadas deben criar a sus bebés o van a la cárcel

El gobierno impuso una prohibición y busca aprobar una ley que prohíba la práctica.

NYT: Hun Daneth en Phnom Penh, Camboya, con el niño que tuvo como subrogada y que ahora debe criar.

NYT: Hun Daneth en Phnom Penh, Camboya, con el niño que tuvo como subrogada y que ahora debe criar. Foto: Nadia Shira Cohen para The New York Times

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El bebé no era suyo, realmente no. Cuando Hun Daneth dio a luz al niño, que no se parecía a ella, le quedó aún más claro.
Pero cuatro años después de actuar como madre subrogada para un empresario chino, quien dijo haber usado una donante de óvulos rusa, los tribunales camboyanos están obligando a Hun Daneth a criar al niño o correr el riesgo de ir a la cárcel.
El empresario está en prisión por la gestación subrogada, y su apelación fue negada en junio.
Incluso mientras lidiaba con el impacto de criar al bebé, Hun Daneth diligentemente le cambiaba los pañales. Con los años, ha llegado a ver a este niño como propio.
“Lo amo tanto”, dijo Hun Daneth, quien cuida al niño con su esposo.
Los destinos de una mujer camboyana, un hombre chino y el niño que los vincula reflejan los dilemas éticos de la industria mundial de la subrogación. La práctica es legal y, a menudo, prohibitivamente costosa en algunos países, mientras que otros la han prohibido. Otras naciones más con sistemas legales débiles, como Camboya, han permitido que operen los mercados grises, poniendo en peligro a los involucrados al cambiar las condiciones políticas.
Cuando se realiza con salvaguardas, dicen sus partidarios, la subrogación comercial permite a las personas extender sus familias al tiempo que compensa de manera justa a las mujeres que dan a luz.
Mal realizado, el proceso puede conducir al abuso de personas vulnerables. Camboya se convirtió en un destino popular para subrogación después de que se impusieron medidas enérgicas en otros países asiáticos hace casi una década. Los extranjeros acudieron en masa a nuevas clínicas de fertilidad y agencias de subrogación en Phnom Penh, la capital.
A medida que creció la industria, el gobierno impuso una prohibición, prometiendo aprobar una ley que prohibiera oficialmente la subrogación. El mandato judicial mal definido terminó castigando a las mujeres que el Gobierno había prometido salvaguardar.
En el 2018, Hun Daneth fue una de 30 madres subrogadas embarazadas atrapadas en una redada policial en Phnom Penh. Sin una ley que limite la subrogación, el Gobierno criminalizó la práctica utilizando leyes existentes contra la trata de personas, un delito que puede conllevar una sentencia de 20 años.
“La subrogación significa que las mujeres están dispuestas a vender bebés y eso cuenta como tráfico”, dijo Chou Bun Eng, secretario de Estado del Ministerio del Interior y vicepresidente del Comité Nacional contra el Tráfico. “No queremos que Camboya sea conocida como un lugar que produce bebés a la venta”.
Casi todas las arrestadas en la redada del 2018 dieron a luz mientras estaban encarceladas en un hospital militar, algunas encadenadas a sus camas. Ellas, junto con varios empleados de agencias de subrogación, fueron hallados culpables de tráfico de bebés.
Sus sentencias, dos años después, llegaron con una condición: a cambio de penas de prisión suspendidas, las madres subrogadas tendrían que criar a los niños.
Esto significa que las mujeres cuya precariedad financiera las llevó a la subrogación ahora batallan con una boca más qué alimentar. Los potenciales padres están separados de sus hijos. Y la subrogación ha quedado relegada a las sombras en Camboya.
Desde detrás de las rejas en un juzgado en Phnom Penh, Xu Wenjun, el futuro padre del niño que dio a luz Hun Daneth, habló antes de que interviniera la policía. Lleva tres años en prisión. “Mi hijo ya debe estar grande”, dijo Xu. “¿Crees que se acuerde de mí?”
Hun Daneth, que ahora tiene 25 años, se convirtió en madre subrogada debido a las deudas. En los últimos años, los hogares camboyanos se han convertido en algunos de los más endeudados del mundo, víctimas de una crisis de microfinanzas.
Como casi un millón de camboyanos, había dejado el campo para coser prendas en las fábricas. Pero un par de cientos de dólares al mes no rinde mucho en las ciudades.
Un agente en la fábrica donde trabajaba Hun Daneth le dijo que podría ganar 9 mil dólares, aproximadamente cinco veces su salario base anual, como madre subrogada.
El agente estaba conectado con una agencia istrada localmente por un hombre chino y su esposa camboyana.
Xu, de la ciudad de Shenzhen, en el sur de China, fue empatado con Hun Daneth. Lo único que le faltaba, dijo a sus amigos que hablaron con The New York Times, era un hijo para continuar la línea familiar.
En su testimonio ante el tribunal, Xu dijo que su esposa no podía tener un hijo. Pero los amigos de Xu, que hablaron bajo condición de anonimato, dijeron que no tenía esposa y que era abierto sobre su homosexualidad. Las parejas LGBTQ no pueden adoptar en China, y la mayoría de los países donde la subrogación es legal excluyen de la práctica a personas homosexuales o solteras.
Perfect Fertility Center, o PFC, una agencia de subrogación registrada en las Islas Vírgenes Británicas, mostró simpatía por potenciales padres LGBTQ.
Tony Yu, fundador de PFC, dijo que los abogados camboyanos le aseguraron que su agencia era legal. Yu se asoció con una clínica de fertilidad en Phnom Penh.
En el 2017, Xu firmó un contrato con PFC y acordó pagar 75 mil dólares, rezan documentos revisados por The Times. Xu dijo que la donante de óvulos era una modelo rusa.
Yu dijo que muchas de las donantes de óvulos de la agencia procedían de Rusia, Ucrania y Sudáfrica. Los futuros padres eran chinos y muchos eran homosexuales.
Para las madres subrogadas, verse obligadas a criar niños de otras etnias puede crear tensiones en sus familias y comunidades.
“La gente se pregunta: ‘¿Por qué tiene el pelo castaño? ¿De dónde vino?’”, dijo Vin Win, de 22 años, otra subrogada arrestada con Hun Daneth.
El esposo de Vin Win está resentido con el hijo que ella dio a luz, dijo. Se han separado. “Miro a mi hijo y siento lástima porque creo que debería vivir en un lugar agradable”, dijo Vin Win. “Este no es su verdadero hogar”.
La redada en julio del 2018 siguió a una represión en toda la región. Hace 3 años, Tailandia prohibió la subrogación comercial para extranjeros, cerrando una alternativa más barata a la subrogación en Occidente, que puede costar más de 150 mil dólares.
Las clínicas de fertilidad en Tailandia se trasladaron al otro lado de la frontera, a Camboya. Un alto funcionario del partido gobernante cuestionó si los extranjeros deberían pagar por tener a mujeres camboyanas.
A fines del 2016, el Ministerio de Salud de Camboya anunció la prohibición de la subrogación sin adoptar nueva legislación. Las clínicas de fertilidad y las agencias de gestación subrogada continuaron abriendo. Los cateos comenzaron al año siguiente.  Yu dijo que no tenía idea de que su agencia estaba violando alguna ley.
“Quise hacer todo legal y abiertamente”, dijo Yu. “Con la clínica de fertilidad Lotus Fertility, todos dijeron: ‘Todo es seguro, todo es cómodo, tienen buen historial’, así que les creí”, dijo. “Pero luego ocurrió un desastre”, agregó.
Hun Daneth dijo tener la sensación de que no debía hablar abiertamente sobre lo que estaba haciendo. En los documentos del pago de Xu a la cuenta bancaria de PFC, un apéndice advierte: “No utilice palabras relacionadas con la subrogación al transferir dinero”.
Una empleada de Lotus Fertility, que accedió a hablar sólo si no se usaba su nombre, dijo que la clínica presentó documentación que indicaba que todas las fertilizaciones in vitro eran para posibles madres camboyanas, aunque estaba claro que muchas de las mujeres eran madres subrogadas.
Lotus Fertility ha cerrado. Un representante culpó al coronavirus del cierre.
Después de que Yu, relata, le pagó a la policía casi 150 mil dólares, las madres subrogadas fueron liberadas. En total, dijo Yu, gastó más de 740 mil dólares tratando de arreglar la situación, dinero pagado en efectivo a intermediarios o a cuentas bancarias anónimas.
Chhay Kimkhoeun, un portavoz de la Policía Nacional de Camboya, cuestionó la afirmación de Yu. “Primero, ¿hay alguna evidencia de lo que se dice?”, preguntó. “En segundo lugar, si hay pruebas de hecho, pueden presentar una denuncia”.
Algunas subrogadas dijeron que también tenían que estarse reportando a la estación de policía. “Era como si fuéramos criminales”, dijo Ry Ly, otra madre subrogada. “Nuestros bebés son el crimen”.
La mayoría de las mujeres está batallando económicamente. A pesar de las promesas de las madres sustitutas al tribunal de que criarían a los bebés, un buen número de niños ya no está en Camboya y han sido reunidos con sus padres chinos, dijo Yu.
Xu, el empresario que ahora está en la cárcel, fue a Camboya para tratar de sacar a su hijo. Se puso en o directamente con Hun Daneth. Presentó una prueba de paternidad a la Embajada de China en Phnom Penh y en el 2019 obtuvo un pasaporte para el niño.
Un trabajador de una organización benéfica cristiana, fundada por estadounidenses para combatir el tráfico sexual de niños y que trabaja con el Gobierno camboyano, acompañó a Xu a la estación de policía para terminar el papeleo. Policías estaban esperando. Ha estado encarcelado desde entonces.
Los representantes de la organización benéfica Agape International Missions no quisieron ofrecer comentarios.
En el 2020, Xu fue declarado culpable de trata de personas y sentenciado a 15 años de prisión. En junio, su apelación fue negada.
“¿Hablan en serio de que está traficando con su propio hijo?”, dijo May Vannady, abogado de Xu.
May Vannady dice que llevarán su apelación a la Suprema Corte. Chou Bun Eng, del comité gubernamental contra la trata, dijo que la condena debería mantenerse. Ella sugirió que pandillas chinas querían sustraer órganos de niños nacidos de subrogadas camboyanas.
Xu no pretendía hacer daño, dijo Hun Daneth al juez del tribunal de apelaciones. Él sólo quería un hijo.
Aún así, dijo al tribunal, se había encariñado con el niño. Después de la audiencia, Hun Daneth dijo que había decidido regresar al campo porque no quería que nadie lo secuestrara. No le gustaba cuando personas de habla china se presentaban en su casa. “Nadie me lo quitará”, dijo. “Es mío”.
Por: HANNAH BEECH
PHNOM PENH (CAMBOYA)

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