BEELITZ, Alemania — En el último mes, millones de personas se han tropezado con las pegadizas sílabas de una canción sobre una mujer llamada Bárbara y unos bárbaros amantes del ruibarbo que beben cerveza mientras un barbero les corta la barba. En alemán. O más bien: Rhabarberbarbarabarbarbarenbartbarbierbier.
Las palabras hipercompuestas del popular trabalenguas alemán sobre Bárbara, su “bombástico” pastel de ruibarbo y sus peludos clientes alcanzaron una popularidad inexplicable esta primavera, unos meses después de que un par de creadores de contenido musical cómico de Berlín publicaran una versión rap a finales del año pasado.
Su tonta canción tiene más de 47 millones de visitas en TikTok; por un breve momento en algunas listas de streaming en línea, Bárbara venció a Beyoncé.
“Hay el prejuicio de que, primero, los alemanes no tienen sentido del humor, segundo, no se divierten y, tercero, su idioma suena agresivo”, dijo Bodo Wartke, el letrista del rap que, junto con Marti Fischer, el compositor, creó la melodía viral “El Bar de Ruibarbo de Bárbara”. Hablaron en su estudio de Berlín mientras tropezaban con sus propias estrofas —que explotan una característica de la gramática alemana que agrupa los sustantivos en cadenas de sílabas.
“Y les demostramos que todos estaban equivocados”, dijo Wartke.
Pero lo que se pierde en la traducción, mientras los imitadores globales tropiezan con la historia aliterada de Bárbara, el bar que abre y el pastel que la hizo famosa, es una peculiaridad no sólo del idioma, sino también de la cultura gastronómica alemana.
Ruibarbo es mucho más que una palabra en alemán que suena mucho a “Bárbara”; es un objeto de obsesión primaveral, parte de un fanatismo nacional por comer un pequeño grupo de hortalizas en particular exactamente en temporada. Dicho de otra manera: con o sin canción, cada primavera en toda Alemania, el ruibarbo se vuelve viral.
La verdura es parte de un trío de hortalizas que incluye fresas y una variedad de espárragos que alcanza su punto máximo a principios de la primavera. El clima cálido provoca un frenesí por todo lo que los incluye, en un País que aún se ciñe al consumo al ritmo de las estaciones.
Cuando llega la primavera, los mercados verdes se llenan de tallos de ruibarbo, que se consumen como pasteles, repostería, conservas y en una bebida llamada schorle, un spritzer.
Si bien el ruibarbo puede estar disfrutando de su momento de cultura pop, la verdadera estrella de la primavera alemana es el spargel o espárrago. La suya es una versión pálida y fantasmal de la verdura, cultivada bajo un montículo de tierra para suprimir la producción de clorofila, dándole un sabor suave. Durante la temporada, Spargelfest, que termina semioficialmente el 24 de junio, surgen menús de spargel de múltiples tiempos en los restaurantes. Hay un platillo que no puede faltar en cada uno: el spargel blanqueado servido bajo una capa de salsa holandesa.
En una reciente tarde de domingo en Beelitz, una zona justo al suroeste de Berlín, casi una docena de autobuses y cientos de automóviles llenaban el estacionamiento de una atracción al borde de la carretera: La Granja de Espárragos Winkelmanns.
Bajo la sombra de espárragos de 3 metros de altura esculpidos en arena, y más allá de una máquina llamada Spargelschäler, donde un equipo de mujeres introducía los tallos en engranajes que pelaban, cortaban y disparaban los tallos desnudos por el otro extremo, los visitantes examinaban una exposición estacional de hortalizas. Algunos compraron licores con un rizo de espárrago flotando en la botella, cual gusano en el mezcal, o probaron helado de espárragos. Veintenas de personas comieron costosos platos de spargel bañados en salsa holandesa.
“Lo llaman ‘oro blanco’”, dijo Mandy Töppner, de 42 años, asistente ejecutiva de Berlín, que estaba de visita en Winkelmanns. Ella, como muchos otros, atribuyó la fijación a algo así como un reloj biológico alemán de los espárragos: en esta época del año, simplemente es época de spargel. “Es simple revuelo”, dijo.
En Berlín, Wartke y Fischer luchaban por comprender ese revuelo, y el revuelo en torno a su propia canción, que de alguna manera se ha pegado al oído internacional. Desde su éxito, ha habido un llamado de la gente para que representen a su País en la competencia de Eurovisión el próximo año.
Al acercarse el final de la temporada del ruibarbo, los cantantes han estado trabajando arduamente para intentar extender su momento; a mediados de mayo lanzaron una secuela. Pero si no pega, hay un plan B: a fines del verano comienza la temporada de colmenillas.