NAIROBI, Kenia — A medida que la guerra consume a Sudán, otras naciones se han movilizado rápidamente.
Egipto se apresuró a traer a casa a 27 de sus soldados, que habían sido capturados por una de las partes en guerra de Sudán. Un jefe militar libio ofreció armas a su bando favorito, dijeron funcionarios de EU.
Diplomáticos de África, Medio Oriente y Occidente han hecho llamados a que cese el conflicto que ha reducido a partes de Jartum, la capital, a un campo de batalla humeante.
Incluso el líder de Wagner, la tristemente célebre compañía militar privada de Rusia, se ha involucrado. Públicamente, se ha ofrecido a ayudar a mediar entre los generales rivales que luchan por el poder, pero los funcionarios estadounidenses dicen que también ha ofrecido armas.
La avalancha de actividad internacional refleja una dinámica que se cernía sobre el País mucho antes de que sus dos principales generales se volvieran uno contra el otro en las últimas semanas: Sudán tiene años de estar disponible para tomarse.
Se suponía que la revolución del 2019, en la que decenas de miles de manifestantes pusieron fin a la dictadura de 30 años del Presidente Omar Hasan al-Bashir, marcaría el comienzo de un futuro brillante. Pero significó nuevas oportunidades para que las potencias extranjeras persigan sus intereses en el tercer país más grande de África, una nación ubicada estratégicamente en el Nilo y el Mar Rojo, con una gran riqueza mineral y potencial agrícola, y que apenas emergió de décadas de sanciones y aislamiento.
Rusia buscó naval para sus buques de guerra en los puertos del Mar Rojo de Sudán. Wagner entregó vehículos blindados y entrenamiento a cambio de lucrativas concesiones mineras de oro. Los Emiratos Árabes Unidos le pagaron a uno de los generales sudaneses en guerra, Mohamed Hamdan, para que los ayudara a luchar en Yemen, dicen las autoridades. Egipto respaldó al otro general, Abdul Fattah al-Burhan, enviando soldados y aviones de guerra en una muestra de apoyo.
Israel, rechazado durante mucho tiempo en el mundo árabe, vio la oportunidad de obtener algo que codiciaba: reconocimiento formal. Firmó un acuerdo para normalizar las relaciones con Sudán en el 2020.
Y los países occidentales buscaron promover lo que puede haber sido la idea más difícil de todas —la transición a la democracia— mientras también esperaban contrarrestar la creciente influencia de China y Rusia en África.
“Todos querían un trozo de Sudán”, dijo Magdi el-Gizouli, analista sudanés en el Rift Valley Institute, un grupo de investigación. “Demasiados intereses en competencia y demasiados reclamos, entonces el frágil equilibrio hizo implosión”.
A medida que algunas potencias extranjeras tomaban partido e incluso entregaban armas, debilitaron las fuerzas pro democráticas de Sudán y ayudaron a inclinar al País hacia la guerra al reforzar a los rivales militares que ahora pelean.
Entre los jugadores más importantes está Emiratos Árabes Unidos, que ha ampliado su influencia en la región. Su interés en Sudán se remonta a más de una década, comenzando con el vasto potencial agrícola del País, que los emiratíes esperan pueda aliviar sus preocupaciones de suministro de alimentos. Pero los emiratíes rompieron con al-Bashir después de que éste se negó a respaldarlos en su disputa con Qatar. Una vez que fue depuesto, los Emiratos y Arabia Saudita anunciaron 3 mil millones de dólares en ayuda e inversión para ayudar a Sudán.
Públicamente, los emiratíes son parte de un grupo diplomático conocido como el Quad. El grupo, que incluye a Estados Unidos, Gran Bretaña y Arabia Saudita, había tratado de hacer que Sudán volviera a tener un Gobierno civil.
Pero al mismo tiempo, dicen funcionarios, los emiratíes también ayudaron a apuntalar al General Hamdan, líder de una temida milicia acusada de atrocidades en Darfur. Él ha ampliado su cofre de guerra vía negocios canalizados a través de Dubai.
Rusia tiene una larga relación con el Ejército de Sudán y, desde el 2019, Wagner ha extraído oro, explorado en busca de uranio y suministrado mercenarios a la conflictiva región de Darfur.
El proyecto extranjero menos exitoso en Sudán es el que promueven los países occidentales —el cambio a la democracia. Ahora los países occidentales están presionando a las potencias del Golfo Pérsico como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos para que utilicen su influencia para obligar a los generales a dimitir.
“¿Van a congelar activos si no escuchan?”, dijo Alan Boswell del International Crisis Group. “Nadie quiere un estado fallido en Sudán”.
Por: Declan Walsh
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