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El esperanzador declive en la cantidad de madres adolescentes en Estados Unidos

Los expertos estudian si, con la reducción de embarazos adolescentes, se reduce la pobreza infantil.

NYT: Brittnee Marsaw, quien tuvo una madre adolescente, esperó hasta los 24 años para tener una hija, Zaharii.

NYT: Brittnee Marsaw, quien tuvo una madre adolescente, esperó hasta los 24 años para tener una hija, Zaharii. Foto: Shuran Huang para The New York Times

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JENNINGS, Missouri — La madre de Brittnee Marsaw tenía 15 años cuando nació en St. Louis, Missouri, y fue criada por una abuela que había dado a luz aún más joven. Ya casi adolescente para cuando su madre pudo mantenerla, Marsaw se fue a vivir con ella, pero nunca encontró el vínculo que buscaba y llama a los nacimientos adolescentes de las generaciones anteriores "la maldición familiar".
Ana Álvarez nació en Guatemala a una madre adolescente que luego se fue a buscar trabajo a Estados Unidos. Después de años de esperar inútilmente su regreso, Álvarez hizo el mismo viaje arriesgado, convirtiéndose en una adolescente indocumentada en Washington para reunirse con la madre que apenas conocía.
Heridas por las luchas de sus madres adolescentes, Marsaw y Alvarez juraron de manera inusualmente consciente no convertirse en madres adolescentes. Y ambas dicen que postergar la maternidad les dio a ellas —y ahora a sus hijos— una mayor posibilidad de éxito.
Sus decisiones destacan cambios profundos en dos fuerzas relacionadas que dan forma a cómo se transmiten o se impiden las oportunidades de una generación a la siguiente.
Los embarazos adolescentes se han reducido más de tres cuartas partes en los últimos 30 años en Estados Unidos, un cambio de una magnitud tan poco probable que los expertos batallan para explicarlo. La pobreza infantil también se desplomó, lo que plantea una pregunta: ¿Reducir los embarazos adolescentes reduce la pobreza infantil, o reducir la pobreza infantil reduce los embarazos adolescentes?
Aunque ambos pueden ser ciertos, no está claro cuál domina. Una teoría sostiene que reducir los embarazos adolescentes reduce la pobreza infantil al permitir que las mujeres terminen la escuela, inicien una trayectoria profesional y formen relaciones maduras. Otra dice que el progreso va en sentido contrario: reducir la pobreza infantil reduce los embarazos adolescentes, ya que las adolescentes que ven oportunidades tienen motivos para evitar quedar embarazadas.
Marsaw, que esperó hasta los 24 años para dar a luz —una hija, Zaharii— acoge ambos puntos de vista. Dijo que el embarazo adolescente y la pobreza infantil se refuerzan mutuamente, y agregó: "Si escapas de uno, tienes más posibilidades de escapar del otro".
Los embarazos adolescentes en Estados Unidos han disminuido a tasas aproximadamente iguales entre los adolescentes blancos, hispanos y negros. Hace 30 años, una cuarta parte de las niñas de 15 años se convertían en madres antes de cumplir los 20, de acuerdo con Child Trends, un grupo de investigación que estudia el bienestar infantil. Hoy, sólo el 6 por ciento lo hacen.
El uso de anticonceptivos ha aumentado y se ha desplazado hacia métodos más confiables, y las relaciones sexuales entre adolescentes han disminuido. Las campañas públicas y los mensajes de la cultura popular pueden haber jugado un papel. Pero muchos investigadores argumentan que el cambio refleja algo más fundamental: una creciente sensación de posibilidad entre las jóvenes de bajos recursos, cuyos ingresos y educación han crecido más rápido que los de sus homólogos masculinos.
"Están yendo a la escuela y ven abiertos nuevos caminos profesionales", dijo Melissa S. Kearney, economista de la Universidad de Maryland. "Ya sea que les entusiasmen sus propias oportunidades o sientan que sus parejas masculinas no les dejan otra opción, las lleva en la misma dirección —no convertirse en madres jóvenes".
Marsaw, de 29 años, y Álvarez, de 34, ofrecen cada una un estudio de por qué están disminuyendo los embarazos adolescentes y cómo eso podría afectar la movilidad ascendente.
Álvarez se sintió abandonada incluso antes de que su madre se fuera de Guatemala. Su madre, de 19 años y soltera cuando tuvo a su segundo bebé, dejó la finca familiar para trabajar en la ciudad. Después de tener más hijos, una mujer que conoció en una clínica se ofreció a adoptar uno. Álvarez se sorprendió primero de que la regalaran y luego la reclamaran meses después. Luego, su madre se fue a Washington.
Álvarez dejó la escuela después de cuarto año de primaria para ayudar a cuidar a sus hermanos menores. Para su cumpleaños número 15, le pidió a su madre que contratara a un contrabandista para que la llevara al norte. Para sorpresa de Álvarez, su madre estaba casada y tenía otro hijo.
Aunque comenzó la preparatoria como migrante indocumentada de habla hispana con una educación de cuarto año, Álvarez era buena estudiante. Un consejero en una clínica le dijo que podría obtener una beca universitaria.
"Me di cuenta de que si me embarazaba, no iría a la universidad", dijo.
Álvarez consideró que la abstinencia era más segura que la anticoncepción. En su tercer año de preparatoria, un pretendiente llamado Fredy, que trabajaba como cocinero, le pidió que se mudara con él. Era siete años mayor, divertido y solidario, y ella necesitaba un lugar donde quedarse. Pero ella dejó de tomar sus llamadas. Se graduó de la preparatoria a los 20 años con una beca universitaria.
La abuela de Marsaw la crió en una casa con una docena de tías, tíos y primos, mientras que su madre iba y venía y terminó su adolescencia con un segundo hijo.
Su madre se mudó a Atlanta, Georgia, para trabajar como técnica médica. Marsaw la siguió, pero se sintió frustrada por las largas horas de trabajo de su madre. Identificó la causa de las luchas de su madre —la maternidad adolescente— y prometió evitarla. Cuando tenía poco más de 20 años, siguió a su madre a Texas, consiguió un trabajo en un parque de diversiones bajo techo y salió con un hombre que estacionaba autos. Dejó de usar anticonceptivos pensando que "si sucede, no será una crisis". Dio a luz a los 24 años, casi nueve años después que su madre.
Sin embargo, siguieron las dificultades. Su relación terminó. Regresó a St. Louis. Ella y Zaharii, de 5 años, han vivido en al menos siete lugares —ocho, contando cuando dormían en un automóvil. Como estrategia antipobreza, posponer la maternidad no fue infalible. Aun así, ve beneficios en la espera. Es más "emocionalmente inteligente" como madre, dijo, más conocedora de empleos y más resiliente.
Obtuvo una licencia comercial de chofer. Conduce una van de cuidado infantil y compró una casa pequeña. Su madre a veces la ayuda y su relación ha mejorado.
Álvarez logró la transición a la Universidad del Distrito de Columbia. En su segundo año, abordó un camión citadino y se topó con Fredy, quien la había perseguido en la preparatoria. Se casó con él poco antes de dar a luz a los 23 años. Con dos trabajos, tardó seis años en obtener una licenciatura y luego comenzó a trabajar en la clínica que la había animado a buscar becas. Con un ingreso familiar por encima del promedio nacional, ella y su esposo recientemente compraron una casa.
"Si muero mañana, puedo decir que logré el sueño americano", dijo Álvarez. "¿Pero si me hubiera embarazado de adolescente? No estoy segura, pero no lo creo".
"Si escapas de uno, 
tienes más posibilidades 
de escapar del otro". Brittnee Marsaw
Sobre embarazo adolescente y pobreza.
Por: Jason Deparle

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