HILZINGEN, Alemania — Johannes Fritz, un inconformista biólogo austriaco, necesitaba un plan, nuevamente, para evitar que sus amadas aves se extinguieran.
Para sobrevivir al invierno europeo, el ibis calvo del norte —que alguna vez desapareció en el continente— necesita migrar al sur, sobre los Alpes, antes de que las montañas se vuelvan intransitables.
Sin embargo, los cambios en los patrones climáticos han retrasado el momento en que las aves comienzan a migrar, y ahora están llegando a las montañas demasiado tarde para superar los picos, llevándolas a una gélida trampa mortal.
“En dos o tres años se extinguirían nuevamente”, dijo Fritz.
Así que Fritz decidió enseñarles a las aves una ruta de migración más segura guiándolas en un diminuto avión. Y estaba seguro de que lo podría lograr —porque ya lo había hecho antes.
Cuando Fritz nació hace 56 años, el ibis calvo del norte, un pájaro negro del tamaño de un ganso, con la cabeza calva y un pico enorme, sólo se podía encontrar en Europa en cautiverio. Hace unos 400 años, los europeos probablemente devoraron el último de ellos.
Pero Fritz ha dedicado su trayectoria a reintroducir las aves a la naturaleza y enseñar a los jóvenes el camino migratorio que seguirán cuando sean adultos. Aprendió a volar, modificando un avión ultraligero para que volara lo suficientemente lento como para que sus alumnos alados pudieran seguir el paso.
Él era el único proveedor de comida, amor y mimos de sus alumnos desde que tenían unos días, y los ibis seguían con entusiasmo a su maestro. En el 2004, tres años después de algunos experimentos inicialmente accidentados, Fritz dirigió la primera bandada de Austria a Italia y desde entonces ha encabezado 15 migraciones. Ha reintroducido a 277 ibis jóvenes al estado silvestre, muchos de los cuales comenzaron a pasar la ruta a sus crías.
Pero la ruta que enseñó originalmente ya no es factible. Con el cambio climático calentando el sitio donde las aves veranean —junto al lago Constanza en Alemania y Austria— ahora inician su migración a fines de octubre en lugar de fines de septiembre, como lo habían hecho hace apenas una década.
El año pasado, Fritz encontró nieve cubriendo las plumas de los ibis, y sus largos picos batallaban para encontrar larvas y gusanos en el suelo helado. Tres colonias de ibis intentaron dos veces cada una cruzar los Alpes en noviembre, pero fracasaron en todas las ocasiones, y Fritz planteó la hipótesis de que los flujos de aire caliente eran demasiado débiles en noviembre para permitir que las aves volaran con facilidad sobre las montañas.
Fritz y su equipo atrajeron a los voraces animales con gusanos de la harina, los atraparon en jaulas y los llevaron por tierra al otro lado de los Alpes. Pero un servicio de transporte privado no era una solución sostenible, por lo que a Fritz se le ocurrió la idea de enseñar a las aves una nueva ruta migratoria.
Este verano en el lago Constanza, humanos y pájaros practicaban los vuelos escoltados para su viaje épico. Para octubre, esperan llegar a la costa atlántica sur de España, cerca de Cádiz, donde las aves podrían pasar el invierno cómodamente.
La nueva ruta, sin pasar por los Alpes, es de unos 4 mil kilómetros, o tres veces más que la anterior directamente al sur de la Toscana. Volando a una velocidad máxima de 40 kilómetros por hora, se anticipa que el viaje dure unas seis semanas, contra las dos para llegar a la Toscana. Aún así, “nos sentimos optimistas de que funcionará”, dijo Fritz.
Su avión es un vehículo de tres ruedas sujeto a una hélice y un dosel que asemeja un paracaídas, pero Fritz insiste en que es seguro.
Después de que los ibis fueron devueltos a la naturaleza hace más de 20 años, Fritz descubrió que pasar generaciones en confinamiento zoológico no había disminuido su impulso de migrar, aunque sí los había dejado geográficamente desinformados. En su búsqueda del “sur”, algunos terminaron en Rusia.
Inicialmente, Fritz fue ridiculizado por su idea de volar (los científicos hallan que los ibis son mucho menos fáciles de instruir que los gansos y algunas otras aves), pero después de años de prueba y error, lo logró.
Una vez, Fritz se estrelló con tanta fuerza contra un campo de maíz que su equipo temió que hubiera muerto. Cuando lo encontraron casi ileso, su primera respuesta fue: “Necesitamos arreglar esto de inmediato”.
Hoy prioriza la seguridad, dijo, en parte porque ya no es el único que corre riesgos. Los ibis ahora son criados por dos asistentes de investigación, uno volando en la parte trasera del avión de Fritz y el otro con un segundo piloto.
Los riesgos inevitables son “necesarios”, afirmó Fritz.
“No es tanto un trabajo, sino el propósito de mi vida”, afirmó.
DENISE HRUBY. THE NEW YORK TIMES
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