LONDRES — Cuando Escocia se unió a Inglaterra y el Parlamento escocés cerró sus puertas en 1707, no volvió a abrir hasta casi tres siglos después, luego de que la presión por una mayor autonomía escocesa resultó en un acuerdo en 1998 para compartir el poder entre Londres y Edimburgo.
Veinticinco años después, ese acuerdo, conocido como devolución, enfrenta su mayor reto al momento.
El mes pasado, por primera vez, el Gobierno británico prevaleció sobre el Parlamento de Escocia, frustrando su plan para facilitar que los escoceses cambien de género. La decisión amenaza con convertirse en una crisis constitucional. También provocó denuncias de políticos escoceses de que Londres estaba potencialmente entregando a las fuerzas independentistas un arma para galvanizar el movimiento.
Nicola Sturgeon, la Primera Ministra de Escocia, líder del Partido Nacional Escocés y paladín de la independencia, describió la medida como “un ataque frontal a nuestro Parlamento escocés democráticamente electo y su capacidad para tomar sus propias decisiones”.
Y Stephen Flynn, líder de los legisladores del Partido Nacional Escocés en el Parlamento británico, dijo que presagiaba un paso hacia el “gobierno directo” desde Londres.
Sin embargo, algunos analistas dicen que no está claro que una disputa sobre los derechos de las personas transgénero refuerce el apoyo a la independencia. Las consecuencias políticas son impredecibles, dijo John Curtice, profesor de política en la Universidad de Strathclyde, en Glasgow, porque hay un apoyo limitado a la política transgénero, con algunas encuestas arrojando que la mayoría de los escoceses se opone a los cambios.
Rishi Sunak, el Primer Ministro de Gran Bretaña, usó un estatuto que data de 1998 para bloquear la legislación, argumentando que estaba en conflicto con las leyes de igualdad que se aplican en Gran Bretaña.
La tensión entre Londres y Edimburgo dista mucho de ser nueva. Desde que los británicos votaron por abandonar la Unión Europea (la mayoría de los escoceses que votaron optaron por quedarse), las relaciones entre Sturgeon y los líderes británicos han sido frías.
En los últimos años, el Gobierno británico ha endurecido su postura hacia Escocia, dijo Nicola McEwen, profesora de política territorial en la Universidad de Edimburgo.
Si la ruptura acaba socavando la autoridad y la credibilidad del Parlamento escocés, eso podría asestar un golpe a aquellos que quieren mantener el statu quo en lugar de dar el paso hacia la independencia.
Curtice dijo que un choque por los poderes del Parlamento escocés era secundario al debate más amplio sobre la independencia. “La pregunta crucial es si el Partido Nacional Escocés puede o no persuadir a la gente de que una Escocia independiente dentro de la Unión Europea es un mejor lugar que estar dentro del Reino Unido y fuera de la UE”, añadió.
Para Sturgeon, podría ser peligroso abrir otra batalla con Londres, ya que prometió tratar de convertir las próximas elecciones generales en una votación de facto sobre su demanda por un referéndum de independencia.
La comentarista política Alison Rowat resumió en The Herald una sensación de agotamiento político. “¿Cuánto drama constitucional puede esperarse que soporte una nación pequeña, pero bellamente formada?”, escribió.
Por: Stephen Castle
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