Barrer provisiones rusas desechadas, vidrios rotos y muebles estropeados era una tarea intimidante.
En los cuatro meses y medio que fuerzas rusas habían ocupado Velyka Komyshuvakha, un poblado en Ucrania oriental, las tropas habían usado al bar local como un pequeño puesto de avanzada, destruyéndolo en el proceso.
La destrucción física del bar fue sólo parte de lo que dejaron los rusos.
En la habitación trasera había un retorcido esbozo de las mentes de algunos de los soldados que constituyen la columna vertebral del Ejército ruso.
Habían convertido todas las paredes en un tablero de mensajes escritos a mano de frases, rimas y palabras altisonantes.
“No cuenta como crimen de guerra si te divertiste”, decía una frase, con una cara sonriente dibujada abajo. Y en una rima en la misma pared: “Con una feliz sonrisa quemaré aldeas extranjeras”.
Muchos de los garabatos apenas legibles se enfocaban en deshumanizar a los ucranianos y reforzaban que el Kremlin quiere erradicar a Ucrania y su cultura. “La casa a nuestras espaldas arde —pues que arda— una más, una menos”, decía una frase.
“Era espantoso”, dijo Svitlana Mazurenko, una de los alrededor de 70 residentes actuales de Velyka Komyshuvakha, que alguna tuvo alrededor de 500 habitantes antes de que muchos huyeran.
Había leído los textos en septiembre, días después de que los rusos emprendieron la retirada, y volvió a hacerles frente el mes pasado mientras ayudaba a limpiar el bar.
Los soldados que convirtieron la habitación trasera en una especie de cruel tablero de mensajes eran de la Segunda División de Fusileros Motorizados de la Guardia, anunciados por su propia mano al pintar con aerosol el apodo de la unidad, la división Taman, repetidamente por todo el bar.
La Segunda División de la Guardia es una afamada unidad del Ejército ruso y fue repelida en los alrededores de Kiev, la capital, por tropas ucranianas poco después de que inició la invasión en febrero del 2022. Sufrieron otra derrota en los alrededores de Velyka Komyshuvakha y la región metropolitana de Kharkiv al tiempo que las formaciones ucranianas se extendían en septiembre.
Ahora, están en la región oriental, cerca de Kreminna, indicaron analistas militares, preparándose para una potencial avanzada como parte de la contraofensiva de Ucrania.
Los escritos adentro del bar sugerían que estas tropas no eran soldados rusos desmoralizados bajo la impresión de que estaban ahí para “liberar” a su gente, un término comúnmente usado en los primeros días de la guerra. Estas tropas parecían estar ahí para conquistar.
“Necesitamos al mundo, de preferencia todo”, decía un texto en una pared. “¡Victoria o muerte!”, declaraba otro.
Con base en los escritos, la compañía o pelotón de soldados rusos se hacía llamar “Wind 12”. También se burlaban unos de otros, extrañaban “la nieve y el vodka” y parecían odiar o simplemente tolerar sus raciones de tocino.
Los soldados también estaban desesperados por regresar a casa. “El invierno está cerca, pero la retirada no”, había garabateado un soldado.
Otro hacía un llamado para que sus colegas dejaran de robar a civiles, una práctica común en todos los frentes de la guerra. “Dejen de robar todo en su camino”, escribió con una palabra altisonante.
Mazurenko dijo que los rusos habían vivido en la mayoría de las casas cercanas, les robaron y destrozaron. Pero a ella no pudieron robarle: su casa fue destruida por artillería antes de que los rusos entraran al poblado.
El tipo de lenguaje escrito en el bar se ve con frecuencia en propaganda y en redes sociales. Pero rara vez queda evidenciado tan claramente como artefacto del campo de batalla.
“Para todas las preguntas sobre Ucrania hay dos respuestas: 1) No sucedió. 2) Se lo merecían. Ambas son correctas”, decía una frase en la pared.
THOMAS GIBBONS-NEFF
THE NEW YORK TIMES
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