Millones se amontonan todos los días en los trenes sobrecargados de India, persiguiendo una pizca de oportunidad económica.
Los boletos que cuestan alrededor de 5 dólares —casi el salario de un día— es todo lo que pueden pagar. A cambio, van parados hombro con hombro en medio de los llamados vagones generales, muy alejados de los vagones climatizados.
Fueron estos vagones generales repletos los que se convirtieron en el escenario de una carnicería el 2 de junio cuando el Coromandel Express se estrelló contra un tren de carga estacionado en el este de India.
Casi todos los 288 muertos estaban en esos tres vagones en la parte delantera del tren, un hecho que ha pasado casi desapercibido en India. A diferencia de las mil 200 personas en los asientos reservados, el servicio ferroviario no tenía registro de sus identidades. Sus nombres surgieron sólo cuando fueron llevados a hospitales o cuando sus seres queridos identificaron sus cuerpos.
“Todos eran como yo, pobres”, dijo Rahul Kumar, un carpintero de 28 años que estaba en uno de los vagones generales.
La calamidad ha puesto nuevamente en relieve la manera desigual en que la carga de la infraestructura inadecuada de India recae sobre los pobres.
De los 20 millones de pasajeros diarios, seis de cada siete tienen boletos sin reserva, de acuerdo con Indian Railways.
Si bien la carga de pasajeros se ha más que triplicado a unos 8 mil millones de pasajeros al año en los últimos 50 años, la capacidad de la red ferroviaria se ha expandido sólo alrededor del 40 por ciento.
El mayor impedimento para mejorar la seguridad y el desempeño es la congestión, dijo Alok Kumar Verma, ingeniero jefe jubilado de North East Frontier Railway. Los datos de Indian Railways muestran que alrededor de 10 mil kilómetros de sus “rutas troncales” centrales y más importantes están operando al 125 por ciento de su capacidad, dijo Verma.
Eso no permite suficiente tiempo para mantenimiento.
El gasto anual en el sistema ferroviario, dicen los funcionarios, se ha multiplicado por ocho en comparación con hace una década. Se están reconstruyendo y agregando vías a un ritmo más rápido, y se está introduciendo tecnología de seguridad.
La cantidad de accidentes ferroviarios serios se ha reducido en dos tercios en la última década, y las víctimas de esos sucesos se han reducido a cifras de un dígito en los últimos años, muestran los datos oficiales.
Aún así, hay casi 20 mil muertes relacionadas con el ferrocarril cada año.
Los cientos de muertos y heridos tras el accidente de Coromandel golpearon al sector de la población que depende del ferrocarril.
Pero hubo algo de buena fortuna: el Estado de Odisha, propenso a ciclones y el lugar del accidente, tiene un sistema de auxilio bien istrado para casos de desastre que llegó al rescate y salvó vidas.
Algunos de los muertos fueron identificados en los días siguientes por amigos heridos, por familiares que viajaron en autobuses y trenes organizados por el Gobierno, o mediante fotografías de sus rostros desfigurados en sitios web gubernamentales.
Casi 100 más permanecen en las morgues, sin identificar y sin reclamar.
“No importa si morimos en casa o en un accidente de tren —no somos nadie”, dijo Madhu Sudhan Haldar, de 24 años, trabajador de la construcción y un sobreviviente. “Después de unos días, todos olvidarán que tanta gente murió”.
SAMEER YASIR, MUJIB MASHAL Y HARI KUMAR
THE NEW YORK TIMES
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