WASHINGTON — Hubo una ocasión el invierno pasado cuando el Presidente Joseph R. Biden Jr. fue despertado a las 3:00 horas mientras se encontraba en un viaje a Asia e informado de que un misil había impactado a Polonia, detonando un pánico de que Rusia pudiera haber extendido la guerra en Ucrania. En cuestión de horas, Biden consultó a sus principales asesores, llamó al Presidente de Polonia y al Secretario General de la OTAN y reunió a otros líderes mundiales para abordar la crisis.
Luego hubo una ocasión hace unas semanas cuando el Presidente se confundió al tratar de enumerar a sus nietos y no pudo nombrar el último país que había visitado o una película favorita.
Los dos Joe Biden coexisten en un mismo Presidente octogenario: avispado y sabio en momentos críticos, pero un poco más lento, con menor audición, más vacilante en su andar y más propenso a fallas de memoria.
La complicada realidad del Presidente de mayor edad de Estados Unidos quedó resumida este mes cuando el Congreso aprobó un acuerdo bipartidista que él negoció para evitar una moratoria nacional. Kevin McCarthy, el presidente de la Cámara, testificó que Biden había sido “muy profesional, muy inteligente, muy duro” durante sus conversaciones. Sin embargo, justo antes de la votación, Biden tropezó con un saco de arena en la Academia de la Fuerza Aérea y cayó al suelo.
Cualquiera puede tropezar, pero para un Presidente de 80 años, inevitablemente plantea interrogantes. Biden acaba de emprender una campaña pidiendo a los electores que lo mantengan en la Casa Blanca hasta los 86 años.
Las personas que tratan con él con regularidad dicen que sigue siendo astuto e imponente en juntas privadas. Los diplomáticos comparten historias de viajes en los que a menudo deja a sus colegas más jóvenes en el polvo. Los legisladores demócratas señalan a una larga lista de logros como prueba de que todavía cumple.
Biden sostiene que su longevidad es una ventaja. “¿Que soy anciano?”, dijo en la cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca en abril. “Yo digo que soy sabio”.
Jennifer O’Malley Dillon, sub jefa de gabinete de la Casa Blanca de Biden, insistió en que su edad no ha obligado cambios a su agenda de trabajo.
En febrero, Kevin C. O’Connor, el médico de la Casa Blanca, emitió una carta en la que afirmaba que Biden está “apto para cumplir con su deber y cumple plenamente con todas sus responsabilidades sin exenciones ni concesiones”.
Pero también escribió que la tendencia del Presidente a caminar rígido es “el resultado de cambios degenerativos (‘desgaste’)” en su columna vertebral, y en parte el resultado de “pantorrillas y tendones de la corva más tensos”. Toma medicamentos para fibrilación auricular, colesterol, acidez estomacal, asma y alergias.
Biden es esbelto y está en forma, hace ejercicio cinco días a la semana y no bebe. Donald J. Trump, su retador republicano más probable, es sólo cuatro años más joven. Mientras estuvo en el cargo, Trump no hizo ejercicio, su dieta se basaba en gran medida en hamburguesas con queso y bistec, y pesaba 110 kilos, formalmente considerado obeso para su estatura.
Lo más impactante era el desempeño cognitivo de Trump. Sus asistentes dijeron en privado que Trump tenía problemas para procesar la información y distinguir la realidad de la ficción. Varios secretarios del gabinete preocupados de que pudiera estar mentalmente incapacitado consideraron destituirlo.
Pero los problemas de Trump no están tan asociados con la edad en la mente del público tanto como los de Biden. En un sondeo reciente de Reuters/Ipsos, el 73 por ciento dijo que Biden era demasiado viejo para ocupar el cargo, en comparación con 51 por ciento que dijo lo mismo de Trump.
Biden ha recurrido al humor para apaciguar los comentarios. Después de tropezar con el saco de arena, trató de reírse de ello. “El saco de arena me metió el pie”, dijo.
Por: Peter Baker, Michael D. Shear, Katie Rogers y Zolan Kanno-Youngs
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