La difícil demanda de ingenieros que buscan mejores garantías en empresas orientales

Ingenieros como Royale Lee, de 31 años, son una de las razones por las que Taiwán es el mayor productor por contrato del mundo de los microchips que alimentan la electrónica.

Cuando un virus computacional paralizó la maquinaria en su empresa, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, Lee trabajó un turno de 48 horas para ayudar a solucionar el problema. Durante años respondió a llamadas telefónicas día y noche. Pero a fines del 2021, después de cinco años de sacrificios, llegó a temer el timbre de su teléfono. Su compensación anual de 105 mil dólares, una suma envidiable en Taiwán, no fue suficiente para que se quedara.

Durante la última década, TSMC, como se conoce a la empresa, ha logrado una amplia ventaja sobre rivales como Intel y Samsung en la carrera por fabricar los microchips más pequeños y veloces. En gran parte debido al ingenio de sus ingenieros, TSMC se ha convertido en una de las empresas geopolíticamente más importantes del mundo.

Hoy, muchos en la cima de la industria de semiconductores de Taiwán temen que el pequeño territorio insular no pueda sostener la creciente demanda de una nueva generación de ingenieros. Una población cada vez más pequeña, una cultura laboral exigente y una gran cantidad de empleos tecnológicos en competencia significan que los trabajadores se han vuelto cada vez más escasos.

Es descomunal lo que está en juego. Algunos estrategas militares argumentan que el dominio de TSMC en los microchips brinda a Taiwán una garantía contra una invasión de China —porque Estados Unidos necesitaría defender una parte tan importante de su cadena de suministro.

La crisis de talento de Taiwán está entrelazada con el éxito de TSMC. El número de empleados de la empresa ha crecido casi 70 por ciento en el curso de la última década, mientras que la tasa de natalidad de Taiwán se ha desplomado a la mitad.

Las startups en campos prometedores como la inteligencia artificial atraen a los mejores ingenieros. En reclutamiento, TSMC debe competir con compañías de Internet como Google y compañías extranjeras de semiconductores como ASML de los Países Bajos, que generalmente ofrecen un mejor equilibrio de trabajo y vida personal y prestaciones como comida gratis.

Los líderes de TSMC han defendido la famosa cultura de trabajo duro de la empresa, que la ha ayudado a convertirse en un gigante de 440 mil millones de dólares con 73 mil empleados. Pero en los últimos años, Mark Liu, presidente de TSMC, ha reconocido repetidamente que el mayor reto que enfrenta la industria de semiconductores en Taiwán es la escasez de talento.

TSMC se ha visto obligada a cambiar sus estrategias de contratación. Ha ampliado los canales de contratación y aumentado su salario base para los graduados de maestría, quienes ahora pueden esperar recibir una compensación anual promedio de hasta 65 mil dólares.

Además, comienza a reclutar estudiantes de maestría taiwaneses en septiembre, mucho antes de la temporada de búsqueda de empleo convencional de marzo. Los retos que enfrenta la industria de chips de Taiwán surgen en medio de una crisis global. En China, la Academia de Ciencias de China, respaldada por el Estado, se ha mostrado preocupada por una “grave escasez” de trabajadores calificados. Según una estimado, la industria de microchips de China tenía una carencia de 200 mil personas.

En Estados Unidos, miles de millones de dólares en subsidios han impulsado a Intel, Samsung, TSMC y otros a anunciar planes para nuevas plantas. Pero encuestas realizadas a ejecutivos mostraban que la escasez de talento sigue siendo un problema.

TSMC debe comenzar a mirar más allá de Taiwán, de acuerdo con Willy Shih, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard.

“Si yo fuera TSMC, me tomaría en serio la búsqueda de otros lugares donde pueda obtener ese talento”, dijo.

Lee, que ahora trabaja como desarrollador web para una empresa estadounidense, dijo que los taiwaneses más jóvenes están menos dispuestos a soportar la experiencia agotadora de trabajar en una fábrica. “Ya no es tan glorioso como solía ser”, dijo.

John Liu 
y Paul Mozur

THE NEW YORK TIME