En el 2012, cuando Olivia Carter se iniciaba como consejera escolar, empleó todo tipo de estrategias para ayudar a sus alumnos a comprender y comunicar sus sentimientos —dibujos, mímica, juegos de roles. Sin embargo, después del 2015, iniciar esas conversaciones se volvió mucho más fácil, dijo. Sólo hacía una pregunta: “¿Quién ha visto la película ‘Intensa Mente’?”.
Ese éxito de Pixar, sobre emociones fundamentales como la alegría y la tristeza, y la exitosa secuela de este verano, que se centra en la ansiedad, han sido acogidas por educadores, consejeros, terapeutas y cuidadores como una herramienta para ayudar a las personas a entenderse a sí mismas. La historia de los estados de ánimo que rigen el “ de control” en la cabeza de una niña llamada Riley ha sido transformadora, dijeron muchos expertos, en el tratamiento diario, en las escuelas e incluso en el hogar, donde las cintas han brindado a los padres una nueva perspectiva sobre cómo manejar la zozobra del crecimiento.
“Intensa Mente 2” ha recaudado más de 1.5 mil millones de dólares a nivel mundial, rompiendo récords de taquilla para películas animadas. Su influencia es visible en los tableros de anuncios temáticos en los pasillos de las escuelas, los planes de lecciones basados en los personajes y los numerosos proyectos de manualidades de los educadores.
Para Carter, que trabaja en una preparatoria en Cape Girardeau, Missouri, “Intensa Mente” proporcionó un lenguaje compartido y una iconografía visual que vuelve concretos los conceptos abstractos. Y el enfoque de la nueva película en la ansiedad normaliza experiencias que para los jóvenes podrían parecer aislantes o abrumadoras.
“Casi todos los días hay un estudiante que batalla o sufre un ataque de pánico”, dijo. “Podía ver que esto es algo en lo que me puedo apoyar bastante durante mucho tiempo”.
Nada de ello era la intención cuando los realizadores se propusieron hace unos 15 años hacer una película con “las emociones como personajes”, como lo expresó Pete Docter, director creativo de Pixar y director de la primera “Intensa Mente”. En ese momento, dijo, “sólo estaba pensando en la animación que me resultaba emocionante”.
Pero Docter pronto se vio obstaculizado en cuanto a qué sentimientos incluir; resulta que los psicólogos ni siquiera tienen consenso sobre cuántos hay. “Finalmente dije, de acuerdo, mira, voy a pasar el fin de semana dibujando cada emoción y pensando, como animador, ¿cómo podría hacer esa divertida y clara?”, recordó. Se decidió por la alegría (un duende amarillo brillante), la ira (rojo en masa), la tristeza (piel azul y suéter), el miedo (púrpura atenuado) y el disgusto (verde).
Al hablar con expertos durante el proceso cambió la comprensión del equipo de Pixar sobre lo que significan las emociones. Meg LeFauve, quien coescribió ambas películas, dijo: “Recuerdo que cuando era niña me enseñaron a no tener celos. Pero la verdad es que los celos y la envidia te están diciendo lo que quieres. Y es increíblemente importante tenerlo en cuenta, especialmente para las mujeres”.
Todo eso les ayudó a conceptualizar algo que a los profesionales de la salud mental les encanta de las películas: que no villanizan ningún sentimiento. En la primera película, la líder, Alegría encuentra espacio para Tristeza, mientras Riley, de 11 años, se adapta a la mudanza de su familia de Minnesota a California. En “Intensa Mente 2”, Riley se estrena como adolescente y nuevas emociones como la vergüenza, la envidia y el hastío inundan su organismo. La Ansiedad, naranja y de pelo revuelto, reaviva el sentido de identidad de Riley.
Las películas “trataron esas emociones incómodas como ajustes de fábrica que son necesarios para la salud en general”, dijo Lisa Damour, una destacada psicóloga de adolescentes, autora y oradora que trabajó como consultora en la segunda película y que ha escrito para The New York Times.
Que Ansiedad puede ser protectora —que es útil y es bienintencionada, incluso si ocasionalmente va a toda marcha— es una lección clave que imparte la secuela.
“No puedo decirles lo común que es que los niños o los padres vengan a mí y me digan, con voz temerosa, ‘Creo que tengo ansiedad’, y con qué frecuencia tengo que decir, bueno, por supuesto que la tiendes. Así es como has sobrevivido hasta este punto”, dijo Damour.
“El sufrimiento psicológico, por sí solo, no es motivo de preocupación”, añadió. “Lo que nos importa mucho más es la calidad de la forma de lidiar con ello”.
LeFauve, quien junto con sus coguionistas fue nominada al Oscar, recordó que una psiquiatra de Los Ángeles se le acercó después de la primera película. El trabajo de ella consistía en ayudar a niños a procesar eventos traumáticos la noche en que los experimentaban, y le dijo a LeFauve: “Usted hizo mi trabajo mucho más fácil”.
“Se me hizo un nudo en la garganta”, dijo LeFauve. “¿Quién necesita un Premio de la Academia? Honestamente, crear algo en el mundo que pueda usarse para niños en un momento de trauma es asombroso”.